
Esta mañana he acudido a mi centro de salud y me he encontrado con el caos. Resulta que, por razones que se le escapan a un analfabeto informático como yo, la puerta de la consulta de mi sufrida doctora lucía un enorme cartel en el que se advertía de que, debido a un fallo en el sistema informático, no se podía asegurar que los pacientes pudieran ser atendidos a la hora en que estaban citados.
Sorprendido, pregunté a la profesional de la Medicina la razón por la que había puesto semejante advertencia. Me respondió que, desde hacía algunos días, los pacientes no paraban de quejarse porque ni les recibía a la hora, ni podía acceder a sus historiales médicos, ni le era posible fijar cita para otro día. Ni siquiera -añadió- podía imprimir recetas, las tenía que rellenar a mano, como hace treinta años. La razón, según me aseguró, es que los servidores de Sacyl están colapsados, que ya no caben más datos, por lo que este tipo de incidentes se repite con asiduidad desde, por lo menos, 2011. Además, en esta ocasión, el problema no se limita a ese centro de salud (el de Garrido Sur), sino que afecta a varios más en distintas localidades de Castilla y León.
Me rasqué la cabeza, porque no entiendo nada. Reconozco que para mí, que soy de letras y la revolución informática me pilló un poco mayor, un ordenador es una máquina infernal cuyo funcionamiento se me antoja casi tan misterioso como la Santísima Trinidad, el sexo de los ángeles o los secretos de construcción de las pirámides de Egipto. Sin embargo, sí puedo entender que, cuando una avería se repite día tras día, lo mejor que se puede hacer es llamar a un técnico y exigir que lo resuelva. Y que lo resuelva para siempre, no para tener que llamarle de nuevo y por la misma razón al día siguiente…. O al mes siguiente, que más da.
Si realmente el problema se debe a un fallo técnico, el especialista que atiende a Sacyl no debe de ser excesivamente competente. Desde 2011, que sepamos, los problemas han sido constantes. Que si un día el Clínico no puede citar a nadie porque se le cayó el sistema, que si otro el enfermo se ve obligado a regresar por la tarde en busca de sus recetas de la mañana porque el ordenador no las puede emitir, que si, al siguiente, el médico de Familia no sabe lo que dice el especialista debido a que resulta imposible acceder al historial, y así hasta la extenuación.
Si realmente fuera un fallo coyuntural, o si el servicio de mantenimiento no funcionara debidamente, bastaría con cambiar la compañía reparadora por otra más competente. Pero no parece el caso. Dicen que los servidores no dan abasto para toda la información que se les introduce. No sé si será así, pero cuando me ocurre a mí, el informático me dice que tengo que ampliar la memoria de mi ordenador, comprar un nuevo disco duro en el que meter más datos, limpiar de virus la CPU o, incluso, cambiar mi máquina por otra más potente… No parece que el Sacyl haga ninguna de esas cosas.
Ignoro si, debido a los recortes, ya no hay un euro ni para actualizar el material informático, si los virus que se agazapan en cualquier hospital tienen una réplica virtual que se introduce en el disco duro, o si -como en el caso de los médicos, las enfermeras y demás personal sanitario- se pretende que cada técnico haga el trabajo de tres. Lo cierto es que a quien afecta una situación así es al sufrido usuario.
No contentos con introducir copagos, disminuir prestaciones, quitar tarjetas a los jóvenes emigrantes o a los inmigrantes en paro y otras lindezas similares, nuestros queridos gestores sanitarios parecen, además, estar interesados en empeorar la atención mediante el asalto informático. El caso es acabar con la paciencia de los pacientes. Y, una vez conseguido que todo el mundo diga que la Sanidad pública es ineficaz, vender el sistema en trocitos a los coleguillas, amiguetes y otros socios de picardía, que, al día siguiente, puedan ofrecer sustanciosos puestos a quien tan jugoso negocio ha proporcionado. Como en su día hicieron en Madrid antes de que la marea blanca les parara, de momento, los pies. Si no, al tiempo…
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