Era la segunda vez en mi vida que alguien me iba a buscar al aeropuerto con un cartelito con mi nombre y, cuando viajas lejos de casa, hay que reconocer que eso hace ilusión. Por fortuna, los viajes que implican vivir, trabajar y contar lo que hacen como normal los misioneros durante 365 días al año y que, al conocerlo, resulta extraordinario son muy tranquilos.
Nadie pone pegas al saber que llevas una carta de invitación de los misioneros y, sobre todo, que vas a trabajar con los Salesianos de Don Bosco, que en África y América abren casi todas las puertas. Así que, para entrar, no hay problemas de visados, aduanas ni de revisión de maletas, y eso que, como buen visitante, los productos prohibidos de la gastronomía de la tierra nunca fallan en ella…
Fredy fue el encargado de darme la bienvenida. Con una amabilidad y una musicalidad exquisitas, como sólo en Sudamérica practican a diario, hablamos de España y de América, de viajes y del clima, hasta que el trabajo diario que nos une -la infancia en riesgo- centró las conversaciones. Con una alegría contagiosa, me explicó cómo está el país, a qué aspira y cómo lo ve él, pero al hacerlo con tanta humildad y con su propio ejemplo, el testimonio siempre adquiere una categoría de verdad incontestable.
“Soy chofer (sin tilde), no soy misionero”, me dijo. “Me dedico a manejar (conducir) los buses escolares de Ciudad Don Bosco, a hacer rutas para recoger a los chicos y también llevarlos a las excursiones, algunas de hasta 12 horas por carreteras de selva…”. Así que le pregunté que cómo había acabado trabajando allí. Y ahí su historia y su ejemplo:
“Los chicos de mi generación apenas acabamos unos estudios básicos. En los años 80 y 90 la violencia era lo que vivíamos, hasta el punto de que tres cuartas partes de mis amigos están muertos porque participaban en cárteles de la droga. A mí mismo me secuestraron unos días”, me explicaba con naturalidad Fredy.
“Yo vivía con mi madre y mi hermana y tenía que sacarlas adelante, porque mi papá nos abandonó, algo muy común aquí… Tenía trabajos esporádicos y empecé a ser chofer de mercancías en una empresa. Un día el jefe me dijo que lo llevara en un auto a una reunión y mientras lo esperaba ojeé un periódico. Yo nunca había comprado uno y no sabía que tenían anuncios de trabajo, y hubo uno que me llamó la atención: Orden religiosa necesita chofer. Mandé mi curriculum, que no era nada, porque no tenía nada, y me hicieron una entrevista… estaba contentísmo de que me hubieran llamado, hasta que me dijeron que todos los papeles apilados en la mesa eran candidatos al trabajo. Sin embargo, me llamaron al siguiente mes y me dijeron que fuera para hacer una prueba llevando a dos personas a un lugar… Pero eran navidades y, al no tener auto, tenía que desplazarme en bus desde mi barrio humilde a las afueras, así que llegué tarde y ya se habían ido. Jamás me había sentido tan mal en mi vida. Dejé pasar un tiempo, hasta que me atreví a volver a llamar a la persona que me hizo la entrevista. Me dijo que no me preocupara, que me llamaría, y cumplió su palabra. Desde entonces han pasado 18 años y soy feliz en mi trabajo, ningún día es igual al anterior y por todo lo que pasé de niño, me convierto en un profesor y en un asistente más con los chicos cuando los llevo en el bus y en los paseos. Este trabajo me ha permitido conocer el país y estoy muy agradecido, porque también vivo a diario la gran contribución que hacen los Salesianos a la construcción de la paz en Colombia, con su trabajo con los niños soldados desmovilizados, los niños mineros, los niños de la calle…”.
Ante estas palabras surgieron muchas preguntas más, pero serán tantos los ejemplos que pueda ver de niños secuestrados por las guerrillas y obligados a matar, niños que han sido rescatados de las calles… que no era cuestión de hurgar en el pasado, sino de quedarme con la esperanza de paz que tiene Fredy y el país, ya que varias generaciones de colombianos no saben lo que es salir con tranquilidad a la calle o no tener muertos en sus familias por el conflicto armado.
Fredy me invitó después a una cerveza colombiana. Dos personas cantaban en directo temas de Los Panchos y lo hacían muy bien. En la televisión, un debate de fútbol preguntaba sobreimpresionado en la pantalla si creía cierto el rumor de que Maradona sería el entrenador del Real Madrid la próxima temporada… Apenas hablamos de fútbol, del zika ni de política. Al llegar a casa me dijeron dónde estaba la sala de la televisión por si quería ver noticias españolas. Yo contesté que estaría 10 días sin tele y, sobre todo, sin saber de política, porque era más importante todo lo que tenía que ver y tenían que contarme que saber que España va camino de convertirse en una república bananera por los intereses personalistas de unos y de otros. Unas risas y a descansar.
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