En marzo de 2021 cumplimos un año viviendo con el miedo a cuestas, bajo la amenaza de un enemigo invisible, que de un zarpazo pudiera arrebatarnos la salud o la vida. El recogimiento forzado, los planes truncos, los proyectos postergados y, sobre todo, las pérdidas irreparables de seres queridos es algo que no olvidaremos.
Las familias de este milenio y del pasado llevaremos cicatrices que la nueva normalidad no borrará.
Instituciones y empresas que interactúan con el público, es decir, que atienden a las personas, también han atravesado momentos duros. Muchas se han quedado a mitad de camino entre servir y protegerse. Casi todas han tenido que experimentar una metamorfosis veloz. Reinventarse para enfrentar desafíos en un entorno incierto, marcado por el ritmo expansivo de la pandemia.
Sin duda vivimos tiempos difíciles; a pesar de ello, siempre resulta oportuno dar gracias y, en ese sentido, el pasado 10 de marzo, en el marco del primer aniversario del estado de alarma por la covid-19, la directora de Cáritas Diocesana de Salamanca, Carmen Calzada, agradeció a la comunidad salmantina el compromiso, la confianza, la colaboración, los gestos de apoyo y el respaldo recibido durante todo este período, en una suerte de balance de los doce meses transcurridos desde que se instaló la enfermedad en la historia cotidiana del mundo. En su intervención, destacó parte de las repercusiones negativas sufridas por los segmentos más vulnerables de esta población, recalcó el valor de la solidaridad en medio de este terremoto social y la voluntad de seguir trabajando en favor de quienes lo necesitan.
Cáritas Diocesana de Salamanca sabe que la caridad no tiene horario; por ello ha tenido que reinventarse y llevar adelante la acción social sobre la base de nuevas realidades sanitarias. En la práctica, la gestión no se detiene; sobre la marcha estan listos para ofrecer la mano que ayuda y la mano que convida a que se sumen nuevas voluntades, con el propósito de actuar teniendo en mente a quienes no pueden postergar demandas angustiosas y vitales.
Y si bien hace unos días era Cáritas la que reconocía el valor del compromiso de muchas personas trabajando con la institución, en varios frentes, para promover las actividades de protección y acogida entre aquellos que se van quedando rezagados, quisiéramos agregar que, en ese esfuerzo constante de convocar corazones, también se han abierto espacios para que personas comunes y corrientes puedan poner el granito de arena que hace la diferencia en la vida comunitaria. Quizás parezca obvio, pero arrimar el hombro voluntario requiere de soporte y estructura para dar potencia al sincero deseo de colaborar.
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