Como dice Arias Marcial, C. (2003) en el prólogo del libro de Inés Bustos: “La Voz es el soporte acústico de la palabra. Ella vehiculiza nuestros pensamientos, ideas, emociones”. Cuando en Musicoterapia trabajamos con la voz, dedicamos especial atención y tiempo a conocer algo más de nuestro propio instrumento musical. La voz nos acompaña desde que nacemos. Entonces, cabe preguntar: ¿qué emociones moviliza, qué emociones la condicionan, la limitan, la activan y la engrandecen?
La voz se lleva a todas partes y es un instrumento imprescindible, por lo tanto, debemos conocerla, entrenarla y cuidarla, porque no contamos con otra de repuesto. La voz de cada uno de nosotros es como la huella digital: existen muchas parecidas, pero ninguna igual a otra. Es muy difícil escindir la voz de la emoción que la acompaña, y también se puede decir que, dependiendo de la emoción y del estado de ánimo que sentimos en ciertas y determinadas circunstancias, esto puede influir emocionalmente en la calidad y cualidad de la emisión vocal.
Al inicio, trabajar nuestra voz puede resultarnos algo no muy cómodo, por lo que se recomienda crear un clima distendido. Es necesario tener en cuenta que cantar en público puede provocar sentimientos de ridiculez, vergüenza, retraimiento y timidez. Los musicoterapeutas utilizamos muchas propuestas musicales para que las personas tomen contacto con su voz de una manera progresiva. Es importante respetar los tiempos de cada una, no forzar, quitarle rigidez al asunto, no perder de vista que es una actividad lúdica que permite la exploración libre de las posibilidades vocales, incentiva la creación y la imaginación.
Otra de las formas de trabajar la voz es recordar canciones que hemos escuchado a lo largo de nuestra vida y traer a la memoria un sinfín de acontecimientos cargados de gran emotividad, entonarlas, tararearlas, compartirlas con el grupo y grabarlas, es una buena opción, no sólo para ocuparse de sacar la voz, sino también para trabajar la historia emocional que viene engarzada con ellas.
Y ahora te pregunto: ¿alguna vez has escuchado con atención tu voz? ¿Alguna vez te has grabado? ¿Qué has sentido al escucharte? ¿Cómo suena tu voz? ¿A qué suena? ¿Qué matices experimenta tu voz cuando va ligada a una emoción? ¿Usas más tu voz hablada o cantada?
Reflexionar sobre algo tan personal como es la voz nos permite conocer una parte nuestra muy importante, ya que la usamos para comunicarnos con los demás, para expresar un sentimiento, para manifestar nuestra alegría y nuestra disconformidad, incluso para hablarnos a nosotros mismos.
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