En el libro ‘Educando con presencia: prácticas para educar niños conscientes, seguros y comprensivos‘ (Parenting with presence: practices for raising conscious, confident, caring kids), Susan Stiffelman incluye una cita que dice: “Cómo hacemos algo –cualquier cosa- es cómo hacemos todo” (“how you do anything is how you do everything”).
Leí la frase en un momento en el que, como no podía ser de otra forma, resultaba más que apropiada. Estaba enfadada, no reaccionando muy bien y conscientemente, comportándome rematadamente mal, aunque quizá mejor decir de forma nada útil ni beneficiosa para ninguno de los involucrados, ni siquiera para mí.
Me di cuenta entonces de que no estaba siendo un ejemplo a seguir en absoluto y de que difícilmente puedo pretender que mis hijos se comporten de forma útil si la actitud que están viendo en uno de sus modelos es bastante diferente. La señal de alarma me la ofreció Jan, mi peque, quien habiendo observado varios intercambios, me afeó, con mucha razón, mi conducta. Le doy las gracias (aunque me dolió)… porque, aunque tarde y de forma muy torpe, me permitió (añadiendo unos cuantos días más) comenzar a dar unos tímidos pasos para rectificar.
Al leer la frase me ocurrieron varias cosas. La primera, acordarme de múltiples ejemplos de conductas fingidas y de cómo la verdadera esencia continúa brillando debajo de la fachada, nos guste o no… así como de las múltiples ocasiones en las que percibir una falta de congruencia entre el dicho y el hecho ha sembrado la desconfianza y la duda en mí, en determinadas relaciones. Duda que permanece y tiñe constantemente cualquier interacción.
La segunda, una tremenda desazón al saber lo dificilísimo que es hacerlo siempre de forma útil, pues para ello hemos de ser capaces de ser conscientes de las reacciones de los demás y de las nuestras propias y, así, poderle tomar la temperatura al impacto de nuestras acciones.
La tercera, que quizá no hay que ponerse el listón de no fallar nunca, pues inevitablemente en algún momento no cumpliremos nuestras propias (o las de otros) expectativas, sino practicar a fondo para adquirir la capacidad de saber rectificar con rapidez.
En fin, lo verdaderamente importante de todo esto es que cuando se está viviendo lo que se predica, se nota. Lo percibimos con todos y cada uno de nuestros más de cinco sentidos. Es lo que nos permite confiar a veces ciegamente en desconocidos y desconfiar de otros u otras situaciones. Es también aquello que nos hace no creernos una historia del todo, o una promesa, o una afirmación.
Muchas veces no necesitamos esperar a ver que alguien no cumple lo que nos ha prometido, sólo necesitamos ver qué ha hecho con otros. Por regla general, es fácil saber cómo se comportará con nosotros… tan sólo con prestar atención a cómo se comporta con los demás. De detalles pequeñísimos, y hasta casi imperceptibles, pueden extraerse excelentes (y comprobables / comprobadas con posterioridad) conclusiones. Es interesante que en un primer momento muchas de ellas ni siquiera se perciban conscientes o razonadas. Son más bien una sensación, un no sé muy bien, un me da a mí que….
Esta mañana, en una teleconferencia en la que revisamos un programa que facilitamos (Leading Change and Innovation), diseñabamos el futuro del mismo sobre el feedback recibido. El comentario de los participantes que los facilitadores hemos encontrado más útil ha sido que dijeran que habían visto puesto en práctica, a través de la facilitación, todo aquello que el programa pretendía transmitir (y razón por la que existe). Lo habían experimentado en vivo. Y se llevaban puesta la sensación, los sentimientos que generaba, lo que aquello permitía y las posibilidades que abría… para ponerlo en práctica en su día a día, profesional y personal.
Porque lo difícil no es decir algo de la forma adecuada o aprender a hacer algo correctamente o de forma útil. Esto no va de aprender y poner en práctica métodos o tácticas que se utilizan de vez en cuando, cuando lo requiere el guión, para continuar haciendo cualquier cosa como hacemos todo el resto del tiempo. Lo verdaderamente difícil es demostrar la congruencia cada día, en cada acción, en cada interacción. De la más grande a la pequeña, con aquel grupo y con este señor, cuando estamos bien y cuando no lo estamos tanto… En definitiva, ser auténticos.
¿Lo haremos siempre bien? Por descontado que no. Lo útil, estar genuinamente interesados en cómo lo estamos haciendo y en el impacto que tenemos. Quizá así conseguiremos aumentar la congruencia y vernos menos veces sorprendidos por las consecuencias generadas por algunas de nuestras acciones.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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