Ahora que estamos construyendo entre todos (es decir, con nuestros dineros) una Ciudad de la Salud (que suena a la repera y al recopón) y que seguramente nos venderán como modernísima e incorporará los últimísimos avances tecnológicos, confío en que entre tantos millones de euros se dignen en invertir unos pocos eurillos más en planificar e instalar una buena red de información y señalización, que permita al usuario deambular con soltura y encontrar fácilmente el lugar al que debe dirigirse.
Porque, como muchos otros en este país, nuestro complejo hospitalario es un maléfico laberinto. Como te equivoques de pasillo o te encauces por el ascensor erróneo, ya puedes echar la mañana preguntando a unos y a otros hasta llegar a la puerta del servicio al que te han mandado.
¿Cuánto puede suponer colocar paneles informativos? ¿Tan costoso es que al lado de los botones del ascensor que marcan los pisos se nos indique qué servicios hay en esa planta? Porque resulta que, si vas por una escalera, el sótano menos uno es una cosa, pero si marcas el menos dos acabas en el menos tres si es que eliges el elevador de otro pasillo diferente al que te aconsejaron…
Un caos en toda regla que se soluciona a base de buena voluntad del personal sanitario, al que machacamos a preguntas. ¿Voy bien por aquí a Traumatología? ¿A Rayos, por favor? Y cuando uno llega a su destino, no las tiene todas consigo, y entre los tediosos tiempos de espera y que el personal ya viene rebotado del peregrinaje hospitalario, al final se lleva la bronca la enfermera de turno, a la que masacramos todos con la misma pregunta: ¿Estoy yo en la lista, pero es aquí dónde tengo que esperar?
Hubo una época en la que se colocaban listados de pacientes en los corchos a las puertas de la consulta. Eso ya no se hace, supongo que por la protección de datos, la intimidad y milongas de similar calibre; pero supongo que una alternativa con el número de historia o las iniciales contribuiría a relajar el ambiente. Al menos, el paciente sabría que está en el lugar indicado y se haría una idea del tiempo que le queda para que le atienda el médico.
Y si es por falta de presupuesto, yo pronpongo mi particular colecta. Aporto todos los céntimos sanitarios que he pagado de más cada vez que reposté gasolina. Los míos y los de mi numerosa familia, amén de amigos y otros seres queridos a los que he consultado y que de buena gana aportan también sus céntimos a esta noble causa de señalizar como dios manda el hospital. ¿Se apuntan?
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