
La pérdida de un ser querido es uno de los acontecimientos más lacerantes en la vida de un ser humano. Desestructura por completo todo nuestro universo afectivo, familiar, social, laboral, y la vida, en un momento, deja de tener sentido.
Nuestra cultura occidental no está preparada para aceptar y asumir la muerte, a pesar de que sea un proceso natural al que nos dirigimos desde el momento mismo en que nacemos.
Es la muerte un tema tabú del que casi todos se desentienden y es, precisamente, esta actitud la que nos deja sin estrategias de afrontamiento y transforma la pérdida en un proceso más doloroso.
No sucede igual en las culturas orientales; su relación con la muerte es una realidad que se asimila desde la más tierna infancia como un paso a una dimensión distinta, una forma de evolución.
La religión católica enseña que hay una vida después de ésta, pero lo hace sin convicción en muchos casos. A lo largo de mi trayectoria profesional como terapeuta de apoyo en el duelo he observado esto en la mayoría de los dolientes.
En cuanto a la variada gama de sentimientos que se generan en un proceso de duelo, la actitud necesaria y terapéutica es la expresión y validación de cualquiera de ellos, por más desconcertantes que parezcan. Como reza la máxima, las palabras que no salen del corazón le invitan a romperse.
Y desconciertan, por no saber o no poder ponerles nombre. Uno de ellos es la rabia que, con frecuencia, se dirige al fallecido o a Dios. “¿Por qué te has muerto? Menuda faena me has hecho”. “Dios, ¿por qué te lo has llevado? Ya no quiero saber nada mas de ti”.
El hecho de reconocer esto supone para el doliente un acto de traición y, sin embrago, es un sentimiento legítimo que, al identificarlo y validarlo, permite que la rabia se canalice. También es común el sentimiento de culpa. “No hice tal o cual cosa”; “aquello que le hice estuvo mal”… Y la culpa martillea, provocando más dolor al que ya existe. No somos omnipotentes, y esta realidad precisa ser asumida para aliviar la pena.
Existen mitos que, lejos de ayudar, aprisionan al doliente. Por ejemplo, la recomendación bienintecionada de que se retire todo aquello que recuerde al ser querido. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
Es necesario mantener sus cosas: su ropa, sus fotos, sus enseres. Esto nos permite ir elaborando progresivamente el proceso de duelo de forma adecuada. Como necesario es llorar. En ocasiones, quien no llora ante una gran pérdida es porque se encuentra en fase de shock (la mente no asimila la realidad) o por incapacidad para expresar los sentimientos, actitud típica en los hombres, condicionados terriblemente por una imposición social y absurda: “Los hombres no lloran”.
Quiero hacer una pequeña reseña: los fármacos no sirven para aliviar el dolor, sólo lo anestesian. El dolor hay que pasarlo, y si se retrasa el proceso, éste puede ser más doloroso.
Y volviendo a la idea de una vida después de ésta, he tenido maravillosos testimonios de dolientes que han sentido, de una forma u otra, a sus seres queridos. La Psicología no tiene una explicación para esto (ninguna disciplina científica la tiene). Por más que la ciencia quiera explicar que son mecanismos para aliviar el dolor, lo cierto es que hay realidades que la ciencia ni puede explicar, ni puede negar. Muy recomendables los libros de Elisabeth Kubbler-Ross La muerte, un amanecer y La rueda de la vida.
Recomendaciones en un proceso de duelo:
- Sé benévolo y comprensivo contigo mismo.
- Date permiso para sentir lo que sientes.
- Habla de tu pena.
- Habla de tu ser querido y de momentos felices con él.
- Llora cuanto necesites (las lágrimas limpian el alma).
- Comparte el dolor con tus allegados.
- No escondas el dolor ante los niños (próximo artículo: el duelo en los niños).
- Si la risa surge, no la cortes, es un maravilloso bálsamo.
Y para quienes estén cerca de un doliente: ¿Qué le digo? No sé qué hacer…
No es necesario decir nada. La mayoría de las veces tu presencia es suficiente, y no hay nada que decir, sólo acompañar. No imaginas qué valiosa puede llegar a ser tu compañía y tu silencio.

asantero7@hotmail.com
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