Gabinete de crisis por el número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Los ministros implicados se han reunido de urgencia y parece que hasta se preocupan por un asunto que, a mi humilde entender, no se soluciona sólo con leyes ni en los despachos oficiales, sino en las aulas, en los centros educativos, en nuestras casas, en el patio del colegio, en los parques.
A diario nos enfrentamos a situaciones que ponen de manifiesto la desigualdad de género sin que hagamos nada por evitarlo, y somos demasiado permisivos encasillando a la mujer en tópicos estereotipados. Durante décadas hemos encubierto y hasta indultado públicamente a los maltratadores, amparados por el derecho social que concedía a los varones la propiedad, el uso y disfrute de las mujeres tras pasar por la vicaría. Muchos todavía no se han enterado de que las personas, independientemente de su sexo, gozan de los mismos derechos y libertades. Y aunque esto parezca una perogrullada, al margen de la normativa, cada segundo alguna mujer vive situaciones degradantes e insultantes a causa de su sexo.
Etiquetamos a niñas de marimachos si rehúsan emperifollarse con lazos y prefieren jugar a corretear o al balón antes que dedicar su ocio a pintarse los labios y las uñas. Me horroriza oír a mi hijo contar que sus compañeras, con ocho años de edad, se dedican a ordenar las carpetas y las mochilas de los niños (cómo si no tuvieran cientos de cosas mejores que hacer y cómo si las tareas domésticas fueran un entretenimiento). Y mientras ellos se divierten ajenos a las chicas, ellas siguen con sus cosas de niñas, sus corrillos de secretitos al oído, de novios, príncipes azules que rescatan a princesas y otras chorradas del estilo. Y lo hacen con la condescendencia de sus madres. Hemos (perdón, yo no)… Han dado por supuesto que las niñas son así, y casi nadie hace ni dice nada para cambiarlo. Sinceramente, a mí me parece un petardeo nauseabundo que interesa mucho perpetuar generación tras generación.
Ya tenemos una evidencia científica que asocia los personajes femeninos de los dibujos animados a estereotipos negativos. El Departamento de Dibujo de la Universidad de Granada ha confirmado que las series de ficción que se emiten actualmente en las televisiones españolas nos presentan un perfil de mujer “consumista, superficial, celosa y obsesionada por su aspecto físico y por agradar a los demás”.
Qué casualidad que los personajes femeninos casi nunca sean protagonistas y su importancia en la historia radique en ser novia, madre o acompañante de los masculinos. Tan real como la vida misma. No sé de qué nos extrañamos si, desde su más tierna infancia, ellos y ellas interiorizan que la existencia y los triunfos de una mujer siempre están asociados a los del hombre.
No hay defensa posible contra la fuerza bruta, salvo ejercer más violencia. El castigo, la distancia y el aislamiento son remedios a hechos consumados. Si no educamos a las generaciones venideras en el respeto por el prójimo, la autonomía personal y la independencia vital, demasiados seguirán dando una patada al cartelito del 016 y a todas las campañas de sensibilización y concienciación que se pongan en marcha.
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