En el Día Internacional del Activismo frente a la Hepatitis C, los afectados por esta enfermedad han pedido algo tan obvio como evitar que el virus se propague y medicamentos para quien ya lo tiene. Sólo haría falta generalizar pruebas específicas de detección de la hepatitis C y que el acceso a los nuevos fármacos que curan sea universal.
¿Por qué no se hace? Lo explica muy bien la presidenta de la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C de Salamanca y portavoz en el grupo de coordinación con el Ministerio de Sanidad, Esther Sánchez Mate: “El lobby multinacional de las farmacéuticas es más poderoso incluso que la industria armamentística y dirigen el Sistema Nacional de Salud, ellos hacen los fármacos que se descubren con una investitgación que pagamos todos y luego imponen los precios que quieren, y además nos lo ocultan, porque en la última reunión lo pregunté hasta tres veces y nadie me contestó”.
Pero incluso aceptando que el tratamiento inicial de todos los enfermos de hepatitis C no pudiera asumirse en el presupuesto sanitario, resulta incoherente dejar que avance una enfermedad a la larga mortal, con graves secuelas para quienes la padecen y con pruebas, operaciones y revisiones de por vida.
Basta el ejemplo de quien fue la primera activista contra esta enfermedad en Salamanca, Francisca Álvarez, de 72 años y operada cinco veces de hígado. Le destectaron el virus en 1997, aunque se contagió en el 75, por una trasfusión que le salvó la vida aunque se la dejara trastocada, fue tratada desde el 99 pero sin resultados. Con los nuevos fármacos, ya no tiene el virus, pero “el daño ya no tiene remedio, me han quitado cinco partes del hígado de siete, tengo roto el esternón y me hago pruebas de por vida de todo tipo; los médicos de Salamanca, tengo que decirlo, se desviven por la gente, ellos no escatiman”, asegura.
Lo mismo le ocurre al marido de una compañera, a punto de recibir un trasplante tras sufrir una cirrosis, “y esto sí que es un gasto, no ya particular, porque sólo esta semana hemos ido dos veces a Valladolid, sino de todo el sistema”.
“Si alguien tiene el virus, córtalo, y que la gente no se esconda”, concluye Francisca Álvarez.
Los datos lo dicen todo
La realidad, sin embargo, no es así. Como indica Esther Sánchez Mate, en Castilla y León hay alrededor de 37.000 personas infectadas y sólo están tratadas 3.555, en Salamanca hay 907 diagnosticadas, tratadas no llegan a 300, pero infectadas habrá unas 5.000 personas, “y esto mata, no es un catarro, al final se necesita un trasplante, y eso no es tan sencillo”.
Con este mensaje, hoy en todo el mundo se ha leído un comunicado para recordarle a las administraciones públicas la importancia de prevenir, de detectar y de curar, sobre todo ahora cuando se ha demostrado la eficacia de los nuevos fármacos en un 95% de los casos. Así, y recordando aquel 19 de mayo de 1997 cuando murió de cáncer de hígado uno de los primeros activistas contra la hepatitis C, Artur de Torres, en Canadá, se ha pedido a las autoridades responsables de la salud pública “medidas que conduzcan a lograr la solución definitiva de la enfermedad que nos afecta”.
La hepatitis C crónica afecta a más de 150 millones de personas en todo el mundo, 71 millones de forma crónica. El virus destruye el hígado, sin prisa pero sin pausa, y su evolución conduce, en la mayoría de los casos, a sufrir cirrosis y en casos específicos degenera en cáncer de hígado (hepatocarcinoma). El trasplante de hígado es la única solución eficaz en la actualidad para resolver la situación terminal, con todas las connotaciones negativas que supone esta situación, y por razones obvias, esta solución no siempre está al alcance de todas las personas que lo necesitan.
La propagación de esta enfermedad se produce por vía parenteral, lo que implica que existe peligro de infección cuando existe contacto con sangre infectada, como puede ocurrir cuando profesionales como odontólogos, podólogos, peluqueros, manicuras, etc., no adoptan medidas adecuadas de asepsia. Existen casos de contagio dentro de centros sanitarios públicos y privados por transfusiones de sangre y por la utilización de hemoderivados para el tratamiento de otras enfermedades. La hepatitis C, conocida como “enfermedad silenciosa”, suele ser diagnosticada por casualidad en reconocimientos médicos de empresa, en donaciones de sangre, o en controles analíticos realizados para buscar otras patologías. El desconocimiento de la enfermedad ocasiona que los enfermos sufran rechazo en algunos entornos o en sus trabajos, lo que incrementa el estado de depresión que la propia enfermedad genera y el sentimiento de soledad que viven muchas personas afectadas.
Las diez medidas más urgentes
Para mitigar la propagación de estos problemas, los afectados exigen el acceso universal a los nuevos fármacos que curan la enfermedad; campañas de difusión para el conocimiento y la prevención, formación específica para los médicos de atención primaria; realizar pruebas específicas de detección de la hepatitis C en casos de observar transaminasas altas o ante cualquier síntoma que pueda hacer sospechar la existencia de la enfermedad; en caso positivo, derivación inmediata para que el enfermo sea atendido por un médico especialista; generalizar la práctica de entregar a los enfermos la documentación donde se especifique el resultado de sus pruebas; diagnosticar y tratar de forma inmediata a los pacientes con los nuevos antivirales de acción directa que curan la enfermedad, con cargo a los presupuestos del Sistema Nacional de Salud; seguimiento del paciente desde atención especializada por los problemas que la enfermedad y los nuevos tratamientos pudieran presentar; la población reclusa debe tener una atención sanitaria en igualdad de condiciones a la que se dispensa al resto de la población; y que tomen conciencia de la necesidad de defender la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud frente a la especulación de precios impuestos por las multinacionales farmacéuticas.
Para difundir estas peticiones, la Plataforma de Afectados por la Hepatitis C de Salamanca, como ha ocurrido en toda España, ha salido a la calle con mesas informativas, y al tiempo ha enviado cartas tanto al ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, como a Instituciones Penitenciarias, para exigirle el tratamiento para todos los reclusos contagiados y pedirle autorización para entrar en la cárcel de Topas e informar sobre las vías de transmisión del virus.
También se ha concedido, aunque no se le haya podido entregar personalmente, la camiseta honorífica de la Plataforma a Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, se ha dado un charla sobre hepatitis C en el Barrio de Buenos Aires, y esta noche se iluminará la fuente de la Puerta Zamora de rojo como colofón a una jornada reivindicativa por la salud de todos.
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