Cuando finalice este sábado habrán pasado 100 días desde que se activara por primera vez en España el estado de alarma para frenar el avance de un nuevo virus que el mundo no se tomó demasiado en serio hasta que su impacto explosionó de una manera dramática en buena parte del planeta. El instrumento por el que el Gobierno asumió el mando para el control de la epidemia “paró en seco” el país, inicialmente por 15 días. No fueron suficientes.
Seis prórrogas han sido necesarias para que se considere que se dan las condiciones que permiten abrazar la nueva normalidad que un concepto acuñado por el Ejecutivo para referirse a una etapa en la que finaliza la restricción de movimientos, pero en la que, durante un tiempo indeterminado, no se podrá retomar la vida cotidiana tal y como la entendíamos antes.
Este sábado, en su última declaración institucional en el marco del estado de alarma, Pedro Sánchez ha despedido oficialmente este escenario excepcional defendiendo una vez más la eficacia de esta herramienta constitucional. “Hace 99 días, la prioridad absoluta era detener la propagación del virus y salvar vidas. Gracias al estado de alarma hemos podido evitar nuevos contagios, hemos beneficiado a todas las comunidades, hemos podido salvar miles y miles de vidas en el conjunto del país”, ha asegurado el presidente del Gobierno durante una intervención en la que ha cifrado en 450.000 las muertes que se han evitado “gracias al confinamiento”.
No fue posible impedir, sin embargo, el fallecimiento de las más de 28.300 personas que han perdido la vida con una infección diagnosticada, a las que es más que probable que haya que añadir muchas más, víctimas indirectas de una crisis sanitaria sin precedentes en la historia reciente de España.
Cuando esta medianoche todas las comunidades autónomas se sumen a las cuatro CCAA que ya se encuentran en la nueva normalidad –Galicia la inició el lunes, y ayer se incorporaron a ella el País Vasco, Cantabria y Cataluña–, en el país se habrán diagnosticado más de 245.000 casos de COVID-19, aunque ya se sabe que entre 2,3 y 2,4 millones de personas han resultado infectadas hasta el momento, según el estudio de seroprevalencia. Más del 50% de los afectados sometidos a pruebas de confirmación han necesitado ser hospitalizados en este tiempo, 11.600 de ellos en unidades de cuidados intensivos. Desgraciadamente, el 11,5% de los positivos detectados hasta la fecha en España han tenido como resultado la muerte del enfermo.
En este momento de balance previo al inicio de esta nueva –y extraña– normalidad, es posible extraer una media muy básica y recordar que desde la activación del estado de alarma se han producido 280 fallecimientos diarios como consecuencia directa de la COVID-19, un promedio escalofriante que se torna demoledor si se tiene en cuenta que hace algunas semanas –no demasiadas, aunque la memoria sea efímera– las víctimas mortales crecían en muchos cientos cada día en un conteo demencial: más de 600, más de 800, más de 900…
“Nadie podía predecir cuándo y cómo terminaría la pesadilla. Hubo que parar la vida para contener al virus”, ha dicho hoy Pedro Sánchez, quien ha puesto en valor el esfuerzo de toda la población para reducir al máximo el impacto de lo inesperado. “Fuimos golpeados con fuerza, pero resistimos. Doblegamos la curva y lo hicimos unidos. Vinieron así las primeras medidas de alivio y luego llegó la desescalada”, ha indicado el presidente, que ha dedicado buena parte de su discurso a lanzar agradecimientos: “A los profesionales sanitarios, que han dado todo por proteger la vida de los ciudadanos en estos momentos tan terribles, a veces incluso a costa de la suya; a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a los trabajadores que nunca se detuvieron, a los agricultores, transportistas… A profesores y maestros; al mundo de la cultura; a quienes cuidan de nuestros mayores; a los científicos que trabajan para lograr la vacuna; a los pequeños, que han tenido que soportar una experiencia que a veces les costaba entender; a los jóvenes; a los mayores, que han aportado serenidad cuando sentían la amenaza muy cerca; a las mujeres… A todos los gobiernos autonómicos y municipales, con independencia de su color político, al Ministerio de Sanidad, que ha trabajado sin descanso”.
También ha dado las gracias a todos los ciudadanos “por el sacrificio y la moral de victoria” y “por quedarse en casa”, y ha recordado que el próximo 16 de julio se rendirá homenaje a los afectados por la pandemia, aunque ha asegurado que hay “otro homenaje más duradero que podemos tributar: volver a levantar nuestro país desde la unidad, sobre todo con los más vulnerables, sin dejar a nadie atrás en esta crisis”, a la que se ha referido como “la mayor conmoción sanitaria” del último siglo.
Un muro frente al virus o una vía de contagio
“Comienza ahora una etapa nueva. Nuestra economía empieza a latir y estamos en condición de avanzar, pero no podemos bajar la guardia, tampoco desde el punto de vista institucional. Cada uno podemos ser un muro frente al virus o una vía de contagio, depende de cada uno de nosotros”, ha subrayado Sánchez, apelando a la responsabilidad individual durante la nueva normalidad, en la que seguirán vigentes limitaciones y medidas de prevención, tanto decretadas por el Ejecutivo como por las diferentes comunidades autónomas.
“El virus puede volver y sacudirnos de nuevo en una segunda ola, y entre todos debemos evitarlo a toda costa. Tenemos responsabilidad individual y colectiva. Estamos vigilantes, pero también orgullosos de lo que hemos conseguido juntos. Lo justo es conceder el protagonismo a todas las personas que han protegido a nuestro país”, ha expresado el presidente del Gobierno, que ha considerado que la recuperación debe llegar “lo más rápido posible”, para lo que se están tramitando, ha dicho, medidas y leyes con el objetivo de renovar la economía “para hacerla más inclusiva y sostenible” y “poner en pie un nuevo Estado del Bienestar”.
“Necesitamos hacer las cosas de una manera diferente al pasado”, ha defendido Pedro Sánchez, quien ha insistido en que “Europa debe salvar a Europa” y ha reiterado la necesidad de “unir fuerzas”, porque “gastamos demasiado tiempo en crear confrontaciones entre nosotros que son dañinas cuando surgen problemas de verdad” y “no podemos aceptar como algo natural que la política se convierta en un generador de odio”.
“La unidad ha evitado contagios, ha salvado miles de vidas y puede y debe salvar empleos. No tengamos miedo a avanzar unidos. Estoy convencido de que el mejor homenaje a los fallecidos es hacer un país más justo”, ha manifestado el presidente del Ejecutivo en la antesala de una normalidad diferente, necesariamente nueva, que deberá construirse sobre lo vivido durante más de tres meses insólitos que parecen haber durado siglos. Como una desasosegante ensoñación de la que resulta urgente despertar.
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