Aunque su potencial uso en el ámbito de la salud mental se conoce desde mediados del siglo XX, la investigación de terapias con sustancias psicodélicas quedó paralizada tras la prohibición decretada en EEUU durante la Administración Nixon.
No fue hasta entrado el siglo XXI cuando se retomaron estas líneas de investigación cuyos resultados empiezan a ver ahora la luz: Australia aprobó el pasado mes de febrero el uso de medicamentos psicodélicos que contengan las sustancias psilocibina (presente en los conocidos como hongos alucinógenos) y MDMA (éxtasis), que a partir de 1 de julio se podrán prescribir para el tratamiento, respectivamente, de depresiones resistentes que no mejoren con otros tratamientos y del síndrome de estrés postraumático. Canadá había hecho lo propio un año antes, una corriente a la que también se han sumado ya varios estados norteamericanos.
“El uso de psicodélicos para tratar a pacientes con trastornos mentales todavía no está permitido en España porque para eso se tienen que acabar los ensayos clínicos que estamos realizado y que la Agencia Europea del Medicamento o la española aprueben su indicación. Ahora está en curso un ensayo fase 2 con MDMA y otro fase 3 con psilocibina. Probablemente queden al menos dos o tres años para la aprobación de su uso en España”, ha explicado el doctor Óscar Soto-Angona, psiquiatra del Programa de Depresión Resistente en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicodélica (SEMPSi), durante su participación en la mesa redonda La nueva revolución psicodélica: ampliando las fronteras terapéuticas en salud mental, enmarcada en el programa científico del 25º Congreso de la Sociedad Española de Patología Dual, que reúne estos días en Sevilla a más de 1.500 psiquiatras, psicólogos y profesionales sanitarios vinculados al ámbito de la salud mental.
El potencial del MDMA
El doctor Soto-Angona ha destacado que el MDMA ha demostrado “un potencial terapéutico enorme y mucho mayor que los antidepresivos actuales” para tratar el estrés postraumático, lo mismo que la psilocibina en el abordaje de la depresión.
En concreto, según un estudio publicado en la revista Nature, la psicoterapia asistida con MDMA en pacientes con Trastorno de estrés postraumático grave favorece la remisión del trastorno en alrededor de un 67% de los casos.
Según otro estudio publicado en The New England Journal, la tasa de remisión en psicoterapia con psilocibina en pacientes con depresión resistente rondaría el 30%.Y éstas no serán las únicas sustancias psicodélicas.
“Ya hay otras sustancias que están generando mucho interés, como el 5-MeO-DMT, que es un psicodélico muy diferente, con una acción muy rápida, que también se está trabajando ya en varios ensayos clínicos para evaluar su uso para la depresión; o la ayahuasca, que se está investigando también para la depresión resistente o para duelos patológicos”, ha enumerado antes de afirmar que estas sustancias también han demostrado resultados prometedores en el abordaje de determinadas adicciones: “Una de las líneas de investigación más importantes es precisamente esta. Ya se conocía, por ejemplo, el potencial del LSD para tratar el trastorno por uso de alcohol. Y ahora se está investigando el uso de la psilocibina para tratar los trastornos por uso de tabaco y alcohol; y ya hay también algunos estudios provisionales analizando el potencial de la ayahuasca para tratar la adicción a la cocaína”.
Un cambio de paradigma para la psiquiatría
Como ha puntualizado el experto, el uso de estas sustancias se enmarca dentro de la psicoterapia asistida con psicodélicos. “No hay que entender las sustancias psicodélicas como un fármaco que quita el síntoma, sino como un catalizador de la psicoterapia que permite tratar de una manera mucho más global el trastorno mental”, ha matizado el psiquiatra, que ha asegurado que en esta terapia los resultados no dependen solo de la sustancia en sí, sino también de la preparación que ha recibido el paciente, de la forma en que se enfrenta a este proceso y del contexto (quién le acompaña, dónde se encuentra, la música que escucha…): “El uso controlado de los psicodélicos es lo que es terapéutico: tomarlos tras una serie de sesiones de preparación, aprovechar la toma para trabajar una serie de cosas, luego integrarlas, etc.”.
Según ha destacado el doctor Óscar Soto-Angona, uno de los puntos fuertes de estas sustancias es que favorecen los mecanismos de neuroplasticidad y permiten cambiar patrones de comportamiento y creencias que estaban muy arraigadas en una persona. “Permiten a las personas asomarse a una experiencia diferente a la que está experimentado día a día. Y aquí la psicoterapia tiene mucho que decir a la hora de integrar estas nuevas experiencias para crear nuevos mecanismos de comportamiento y nuevas creencias adaptativas. Por ejemplo, en una persona que está deprimida y que piensa que el mundo es un lugar esencialmente hostil, que no merece ser amado, que nadie cuida de él; estas sustancias permiten recoger una información más veraz de la realidad y cambiar esos esquemas cognitivos por otros que se ajustan más a la realidad y que son más adaptativos”, ha ejemplificado.
Revolución y cautela
Con todo, para el psiquiatra del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, lo más importante de estas sustancias es que podrían suponer una revolución y un cambio de paradigma en el campo de la Psiquiatría: pasar de, únicamente, aplacar o atenuar los síntomas, a encontrar la solución a esos síntomas para que desaparezca la causa.
“Es una revolución muy importante en la forma en que se abordan los problemas mentales. Por un lado, se pone en el centro a la psicoterapia y se trabajan los problemas mentales de una forma holística. Por otro, la perspectiva es que estos tratamientos sean curativos, es decir, que sean tratamientos que se administren en una o dos ocasiones y que permitan a la persona recuperarse de sus síntomas y no necesitar ningún tratamiento después”, ha enfatizado el experto, que no obstante ha hecho un llamamiento a la cautela porque por el momento solo se trata de tratamientos experimentales.
“Todavía no disponemos de evidencia suficiente y queda camino por recorrer para poder implementar estas terapias de manera generalizada y segura”, ha concluido.
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