Los médicos internistas han llamado la atención sobre la importancia de vigilar el riesgo cardiovascular en poblaciones especiales, como los jóvenes, las mujeres y los nonagenarios, “sin caer en el nihilismo preventivo o terapéutico”. Así lo han expresado durante el 42º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y el 37º Congreso de la Sociedad Gallega de Medicina Interna (SOGAMI), celebrado recientemente en Santiago de Compostela.
En el encuentro, varios especialistas han destacado que es clave la detección precoz de la hipertensión arterial (HTA) entre los jóvenes para evitar lesiones graves en órganos diana; valorar el riesgo cardiovascular de las mujeres jóvenes para que no estén infradiagnosticadas e infratratadas y promover la modificación de los estilos de vida hacia otros más cardiosaludables, evaluándolos en los ancianos. En este último caso, consideran que es preciso fundamentar el manejo clínico en la capacidad funcional de cada paciente, y no en su edad.
El riesgo cardiovascular se ha investigado poco en jóvenes y en mayores, y existen pocos datos sobre cómo tratarlo en estos grupos, una realidad que se abordó en una mesa redonda moderada por los doctores Miguel Camafort Babkowski y Emilio Sacanella Meseguer, ambos del Hospital Clínic de Barcelona.
“La prevalencia de hipertensión arterial (HTA) en el joven de 18 a 39 años varía en función de la zona estudiada, siendo más frecuente en varones que en mujeres. La prevalencia global en EEUU y en España es de alrededor del 7-12%, y se incrementará debido al aumento de la obesidad y los estilos de vida menos cardiosaludables”, explicó el Dr. Pedro Armario García, especialista del Hospital Sant Joan Despí Moisés Broggi (Barcelona).
“Básicamente, existen tres factores que conducen a la elevación de las cifras de presión arterial (PA) normal: genéticos, como antecedentes de HTA en familiares de primer grado; perinatales, como bajo peso al nacer, historia de HTA gestacional o preclamsia en la madre; y ambientales, entre los que son muy importantes la obesidad y los cambios de estilo de vida no favorables, como la alimentación y el sedentarismo”, detalló el Dr. Armario.
Un aumento del riesgo del 75%
Respecto a las personas con cifras de PA óptimas (>120/80 mm Hg), las que tienen una presión arterial normal alta presentan un aumento del riesgo cardiovascular del 75%, y en los casos de HTA establecida triplican dicho riesgo. Los sujetos con inicio de HTA en la edad joven presentan un riesgo mayor de desarrollar lesiones en el corazón (un órgano diana), como la hipertrofia ventricular izquierda, la disfunción diastólica o la calcificación coronaria.
Su detección temprana puede reducir el riesgo, ya que permite “introducir precozmente cambios favorables de estilo de vida, tanto en los casos con PA normal alta como en los casos de HTA establecida, con la finalidad de prevenir lesión de órgano diana y o complicaciones cardiovasculares o renales”, recalcó el experto.
Por su parte, el Dr. José Ignacio Cuende Molero, del Complejo Asistencial de Palencia, consideró que la enfermedad cardiovascular en mujeres y jóvenes es un tema de actualidad, porque está infravalorada y su detección en estos colectivos no es fácil. Aunque en estas edades el riesgo en las mujeres es inferior al de los varones, hay condiciones que lo incrementan, como determinadas patologías ginecológicas y obstétricas. Además, las enfermedades reumatológicas crónicas inflamatorias, más prevalentes en la población femenina, también elevan este riesgo.
“Es importante hacer una evaluación adecuada, porque, según sea el nivel de riesgo cardiovascular, hay que tomar determinadas medidas terapéuticas, como la antiagregación o la toma de hipolipemiantes. Si no se valora bien el riesgo cardiovascular en las mujeres, puede haber un infratratamiento y una infrautilización de técnicas diagnósticas en ellas”, alertó el especialista.
El desafío de la población nonagenaria
Mientras, la Dra. Carmen Suárez Fernández, del Hospital Universitario La Princesa de Madrid expuso que, en general, los nonagenarios son “una población más sana que los octogenarios”. De hecho, este grupo etario se ha multiplicado un 250% desde 2000 a 2021, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), y las previsiones para los próximos años es de un mayor crecimiento. Además, la esperanza media de vida para 2048 en las mujeres españolas se situará en 90 años, según el INE.
“La principal causa de muerte de los nonagenarios no es la enfermedad cardiovascular, sino las infecciones. Mientras que existen evidencias que apoyan el tratamiento de la hipertensión y la terapia anticoagulante para la prevención del ictus embólico, en presencia de fibrilación auricular, no existen claras evidencias que apoyen el beneficio del tratamiento para descender el colesterol”, indicó la especialista, quien remarcó tres mensajes claves para su manejo: “La edad per se no es razón para prescribir o desprescribir un tratamiento, sino que debe valorarse la funcionalidad y las preferencias del paciente; no es lo mismo iniciar una terapia preventiva que retirarla y es importante generar información sobre el beneficio de la prevención cardiovascular en este grupo etario”.
A este respecto, el Dr. Gómez Cerezo, miembro del Grupo de Trabajo de Riesgo Vascular de SEMI, señaló, en relación con el riesgo cardiovascular: “Toda la información que se deriva de los registros de los estudios tipo ensayo clínico tiene que ver fundamentalmente con adultos, predominantemente varones, y hay poca expresión de registros en mayores, jóvenes, adolescentes, niños y, en algunos casos, en mujeres. Pero, sobre todo, hay poca proporción de inclusión de sujetos jóvenes y personas de edad avanzada en los estudios. Y esto justifica que tengamos menos cifras y que solo recientemente haya habido un aumento de la preocupación por encontrar datos en estas poblaciones, que tienen comportamientos diferenciales”.
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