Ana Santero: “Mi sueño es que mis niños sean seres humanos de calidad”

Está segura de que la solución llegará, y que el hogar en el que crecen felices los diez niños y niñas que en este momento forman la familia encontrará el modo de seguir cumpliendo su cometido, de seguir actuando como el paragüas bajo el cual los pequeños tendrán el desarrollo pleno que les estaría vedado fuera de allí, en las difíciles calles hondureñas o en un entorno sin las suficientes garantías de protección.

La crisis y un interminable retraso en la llegada de las ayudas comprometidas por el Gobierno del país centroamericano están dificultando enormemente la financiación del proyecto, que nació en 2003, cuando Ana Santero, que llevaba unos años trabajando por los demás en América Latina, se topó con Elena, una bebé prematura que pesaba sólo un kilo y 200 gramos y que, fallecida su madre y sin incubadoras, estaba condenada a morir. La niña, que ya tiene 12 años, inspiró a la psicóloga salmantina para abrir un hogar en el que ofrecer a los niños en situación de abandono y desatención un hogar, una familia en la que crecer, no solo con las necesidades básicas cubiertas, sino con el afecto indispensable para un correcto desarrollo.

“Mi sueño es que mis pequeños sean seres humanos de calidad; no me importa que tengan grandes cosas, ni grandes profesiones, solo que sean seres humanos de calidad”, cuenta Ana. Ha vuelto a Salamanca. Necesita recaudar fondos para asegurar el sostenimiento de La Casa de los Ángeles, y sabe que su presencia ayuda a alcanzar este objetivo.

El próximo viernes, 20 de noviembre, la asociación que se constituyó en Salamanca para respaldar la labor que realiza en Honduras inaugurará su tradicional rastrillo solidario, una cita que supone una importante fuente de recursos para el proyecto, especialmente en estos momentos “de dificultad”. Será algo más pronto de lo habitual -un mes antes de la Navidad- y en un espacio diferente, un local cedido para la ocasión en el número 12 de la calle José Jáuregui, muy cerca de la ubicación de los últimos años, el Ateneo de Salamanca, ya cerrado.

Mantenimiento diario y educación

Como siempre, los fondos que se recauden en esta venta solidaria que se prolongará hasta el 29 de noviembre se destinarán “al sostenimiento diario de la Casa y a la educación de los niños”. Ya son diez, de edades comprendidas entre los 12 meses de “La Chiqui” y los 12 años de Elena, el primer ángel de este hogar situado a 15 kilómetros de Tegucigalpa. Curiosamente, las dos comparten muchas cosas, como el hecho de haber sido prematuras y de pesar, a su nacimiento, apenas un kilo y 200 gramos. También la fortuna de haberse cruzado en el camino que recorría Ana Santero respondiendo “a una llamada” que hace ya 16 años la sacó de su zona de confort para llevarla, a miles de kilómetros de Salamanca, junto a los más vulnerables.

Tanto tiempo alejada de su familia de origen y tantas dificultades enfrentadas, muchas veces en solitario, no han mermado la energía y el entusiasmo con el que sigue tirando del carro, y aunque reconoce que en ocasiones asoma cierto cansancio, es rotunda sobre el futuro del proyecto: “Los niños son mi vida, y sin ellos no la concibo. Y ellos tampoco. Somos una familia”. 

Como tantas otras, esta familia necesita ahora más apoyo que nunca. A la espera de una ayuda gubernamental concedida, pero que no acaba de llegar -y ya ha pasado un año- la solidaridad es la que conforma los cimientos de La Casa de los Ángeles, esa casa que ha permitido a sus pequeños ocupantes zafarse de una vida en la calle, en el mejor de los casos. El rastrillo que abrirá el viernes -de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 21:00 horas- es una de las maneras posibles de colaborar con un proyecto que les garantizará para siempre “un hogar y un futuro”.

La Casa de los Ángeles de Honduras