La Plataforma de Afectados por Hepatitis C de Salamanca (Plafhc) se ha sumado hoy a los actos organizados en todo el país con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Hepatitis con una mesa informativa en la Plaza Mayor en la que, además de informar sobre la enfermedad y las vías de transmisión y prevención, ha estado muy presente el lema que defiende la entidad desde hace meses: Tratamiento para tod@s, incluyendo “a los niños y a la población reclusa”
Según recuerda el colectivo, en la actualidad la hepatitis C es una enfermedad “prevenible, si existe una voluntad política seria que gestione estrategias preventivas y de detección”, y “curable, porque cuando la prevención no ha sido efectiva existen antivirales de última generación que eliminan esta infección en los pacientes que han podido acceder a los tratamientos”.
Por ello luchan desde hace tiempo las asociaciones de afectados surgidas en todo el país, entre ellas Plafhc Salamanca, desde donde se exige que se generalice el acceso a estas nuevas opciones terapéuticas, actualmente garantizado para los enfermos con fibrosis en grados 2, 3 y 4 por un plan nacional de desarrollo desigual, según las comunidades autónomas, y cuya aplicación efectiva reclaman estos colectvos. “Es la acción la que puede evitar que se apaguen 4.000 voces diarias a causa de la hepatitis, es la acción la que evitará que se produzcan 12 muertes diarias en nuestro país asociadas al virus de la hepatitis C (VHC)”, recuerda la plataforma salmantina.
Su portavoz, Esther Mate, ha explicado a Salud a Diario cuál es la situación actual en Castilla y León en relación al acceso de los pacientes a estos nuevos antivirales, con los que se consiguen altas tasas de curación. “Salamanca es una de las que mejor funcionan. Aunque va la cosa lenta, poco a poco vamos consiguiendo los tratamientos, aunque sea haciendo reclamaciones. Pero en otras zonas de la Comunidad la verdad es que la situación está fatal; es mentira que no tengan limitaciones económicas, como se recoge en algunos medios. Sí las tienen y, de hecho, se reúnen dos veces al mes para ver si aprueban tratamientos o no”, sostiene Mate, quien indica que Salamanca es “un pequeño oasis”.
En lo que sí son generalizadas las críticas es en el incumplimiento de uno de los compromisos adquiridos por la Administración regional con el colectivo de afectados: la incorporación a todos los hospitales de área de un fibroscan, un equipo que permite determinar el grado de fibrosis hepática de los pacientes con hepatitis C. “Seguimos sin la técnica, también en Salamanca, y nuestra gente tiene que seguir esperando por las pruebas”, señala la portavoz de la Plafhc, quien también niega que, tal y como afirmó la Administración sanitaria, se esté tratando de localizar desde Atención Primaria aquellos casos de enfermos tratados sin éxito con la terapia convencional para proporcionarles los nuevos tratamientos. “Hay personas con analíticas en las que se determina que no funcionó el tratamiento y que el virus no se negativizó y que no han sido llamadas”, sostiene Esther Mate.
De algunas de estas cuestiones habló la propia Esther Mate, junto a José Luis Sánchez y Tito González, también miembros de la plataforma salmantina, en una entrevista emitida hace unas semanas en el espacio que cada 15 días cede a Salud a Diario el programa Capital Salamanca, de Radio Intereconomía, y que hoy recuperamos, con motivo del Día Mundial de Lucha contra la Hepatitis:
¿Qué está sucediendo ahora mismo en Salamanca en relación al acceso a los nuevos antivirales?
Se aprobó un plan nacional que debería haber empezado a funcionar a partir del 1 de abril en el que se contempla que los afectados con fibrosis F2, F3 y F4 deberían comenzar a tratarse de forma inmediata con los nuevos tratamientos, es decir, libres de interferón, quitando uno de los casos. Podemos confirmar que en Castilla y León esto no está sucediendo. Los tratamientos se están dando a cuentagotas, y es la presión de las Plafhc de Castilla y León y a nivel nacional la que está haciendo que los tratamientos se vayan intensificando más en los pacientes, la que está haciendo que, mediante la lucha que realizamos desde hace meses, no sólo los tratamientos se den de forma más mayoritaria -aunque todavía iguen siendo para una minoría- sino también que, por ejemplo, todos los hospitales de Castilla y León vayan a tener un fibroscan, que no lo tenían. En el caso de Salamanca, era vergonzoso que no tuviéramos un fibroscan, que para que la población lo pueda entender, es como si usted fuera a hacerse una prueba de rayos X a su hospital y no la tuvieran. Es imprescindible tener esa maquinaria para determinar el grado de fibrosis, es decir, el grado de deterioro que tiene el hígado y, a partir de ahí, poder empezar a tratar a los pacientes.
Han conseguido participar en la comisión que analiza el desarrollo del plan nacional en Castilla y León. ¿Han logrado más avances?
El plan nacional es un plan de mínimos. Como todos saben, las competencias a nivel sanitario las tiene cada comunidad, y en España cada comunidad autónoma funciona como un país diferente, es decir, que la realidad que tenemos en Castilla y León es diferente a la que tienen los mismos enfermos en Andalucía o en Castilla-La Mancha. Aquí se hizo un grupo de trabajo para bajar ese plan de mínimos a Castilla y León, es decir, para ver cómo se realizaba lo establecido en el plan nacional. La Plafhc de Castilla y León consiguió que dos personas representasen en ese grupo de trabajo la realidad que viven los pacientes. Fue imperativo para nosotros decirles que en una mesa de trabajo en la que se reunían personas de equipos multidisciplinares -farmacéuticos, internistas, hepatólogos…- tenían que estar representados los pacientes, y con la presión que hicimos conseguimos dos representantes en esa mesa de negociación. Hemos conseguido que el plan que se va a desarrollar en Castilla y León se modifique sustancialmente y, aparte del fibroscan en todos los hospitales de área, hemos conseguido también que se dote de mayor personal a los sanitarios, porque, por ejemplo, en Salamanca tenemos cinco hepatólogos para tratar todos los casos de hepatitis C. Si contemplamos que la población, según la OMS, está infectada en un 3%, hacemos unos poquitos números y nos sale una población afectada, solamente en Salamanca, de 4.800 personas.
Han hablado de la realidad de los pacientes. ¿Qué han transmitido en esa mesa para conseguir todo esto?
Tengo la suerte de estar en esa mesa de negociación con un compañero de Valladolid que es muy bueno negociando, y lo que no se consiguió ese día se pudo lograr a través de un escrito bastante amplio que se hizo. Por ejemplo, habían contemplado que los F0 y los F1 iban a seguir tratándose con la terapia antigua, de interferón y ribavirina. Muchos de nosotros hemos pasado por ese tratamiento, así que pasé dos noches sin poder dormir porque no había conseguido que ese punto se quitara en la mesa de negociación. Ahora puedo decir que ese punto se ha quitado.
Una nueva muestra de que la unión hace la fuerza…
Totalmente, porque si el movimiento de Plafhc que se está generando en toda España no se hubiera llevado a cabo, dudo mucho de que hoy en día la gente tuviera acceso a tratamientos que valen 35.000 euros.
Ahora hablamos del asunto del dinero, pero el desarrollo de estos nuevos antivirales se ha comprado con hitos históricos en el ámbito farmacéutico, como la aparición de la penicilina. ¿En qué medida estas terapias han supuesto un antes y un después con respecto a las opciones convencionales?
Han sido muy importantes a varios niveles. En primer lugar, creo que los pacientes españoles -y yo estoy muy orgullosa de ser española, en ese sentido- somos los primeros del mundo que hemos dicho no. Y hemos salido a la calle y hemos protestado para que se dé un tratamiento. En España nunca había ocurrido, en los 40 años que llevamos de democracia, que una enfermedad tenga una curación y ésta se niegue a los pacientes. Por eso se salió a la calle y hemos conseguido que los tratamientos bajen de precio. Hemos conseguido que mucha gente que se iba a morir tuviera acceso a esos tratamientos, que son imprescindibles, porque con anterioridad a ellos la opción que había, de interferón y ribavirina, era terrible. En primer lugar, tenías que seguirlo muchísimo más tiempo; el grado de curación era ínfimo y los efectos secundarios, terribles, tanto a nivel físico como psicológico.
Han conseguido, como decían, que el precio de estos antivirales baje mucho. Ha pasado de unos 60.000 a unos 35.000 euros por persona, pero aún así es muy alto. ¿Que supone para los enfermos que el precio condicione de alguna manera el acceso a estos nuevos tratamientos?
Todo, porque supone el que tenga dinero se podrá curar y el resto está a expensas de que un médico decida si merece el tratamiento o no. Este tratamiento tiene que llegar a todos, porque lo que no podemos permitir es que se curen unos y otros no. Estamos de acuerdo con que se trate a los F3 y F4, porque son los prioritarios, pero tenemos que empezar a trabajar desde el F0, porque así evitaremos contagios y que esto continúe. Esta enfermedad hoy sí la podemos erradicar, podemos acabar con ella, y no puede ser una cuestión de dinero. Te estás jugando la vida, y es terrible que sepas que te puedes curar y que si no te tratan hoy, posiblemente mañana ya no te puedan tratar. Es una injusticia.
De hecho, la determinación del acceso a estos tratamientos depende del criterio médico. ¿Está funcionando este criterio, tal y como se afirma desde la Administración?
Es por criterio médico, pero el problema está en que ellos tienen un presupuesto y, claro, tienen que escoger. El problema sigue siendo el dinero. Yo estoy seguro de que todos los hepatólogos, estomatólogos e internistas y todos los profesionales que están tratando a los afectados por hepatitis C querrían quieren dar estos tratamientos a todos. El problema es que si para tratar tienes 4 millones de euros, como ha habido en Salamanca, es hasta donde da, y queda mucha gente sin el tratamiento. Gentea para la que, si no la tratas, posiblemente mañana ya sea tarde.
¿Pero por qué en unos países, como España, el tratamiento cuesta 35.000 euros y en otros sólo 600?
Pues es muy sencillo. Hay una mafia farmacéutica que se dedica a especular con la vida de las personas. Un tratamiento que en producción vale 189 euros nos lo cobran a 60.000, y nos lo bajan a 35.000. Las presiones de los países lo que hacen es que ese tratamiento, por ejemplo, en La India, pueda costar 600 euros, o 900 en Egipto. Desde luego, nadie se puede creer que por motivos humanitarios la multinacional baje el precio de los tratamientos. Sencillamente, el Gobierno indio ha presionado y ha dicho: “Señores, o nos lo ponen a este precio o sacamos un fármaco que va a tener los mismos efectos, es decir, una copia literal del suyo, y bajamos el precio a nuestra gente”. ¿Qué ocurre? Que políticamente se debes gestionar más la Sanidad, tanto del país como a nivel europeo. Estamos hablando de que ahora mismo la multinacional está dirigida por gente que antes especulaba con la vivienda, ha especulado con la comida en países del tercer mundo y ahora ve que la gallina de los huevos de oro es la medicación. Ahora lo están haciendo con los tratamientos de la hepatitis C. En breve puede salir una medicación que cure el cáncer y van a hacer exactamente lo mismo. Si Europa consiente que esta gente siga especulando con la vida de muchísimas personas -porque estamos hablando de que están muriendo 12 personas al día por no llegar a estos fármacos- mañana lo harán con otras medicaciones.
¿De qué manera se podría frenar este mercado del medicamento?
Pues es muy sencillo. Si tuviéramos unos políticos que tuvieran la más mínima responsabilidad de lo que es ser un político, de que les estamos votando todos para que hagan lo mejor para la vida humana, y presionasen a las multinacionales y les dijeran: “Se acabó, señores, o nos ponen esta medicación a este precio o no se la vamos a comprar y vamos a hacer lo que ha hecho el Gobierno indio”. Pero hay políticos que están metidos dentro de esas multinacionales, y hay políticos que saben que cuando acabe su mandato van a tener acceso a órganos directivos de esas multinacionales. Son las puertas giratorias. Está pasando con el gas, con las eléctricas y ahora la medicación.
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