Son innumerables los científicos que le nombran cuando explican sus trabajos, en los que cada vez está más presente la vertiente genética. Porque hablar del doctor Rogelio González Sarmiento es hablar de genes. Aunque ahora también es hacerlo de investigación en su sentido más amplio y aglutinador. Hace unos meses asumió la dirección científica del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL) para convertirlo “en el faro y el motor” de la investigación que se desarrolla en Castilla y León. Catedrático Medicina Molecular de la Universidad de Salamanca y miembro del equipo del Centro de Investigación del Cáncer (CIC), González Sarmiento se refiere al IBSAL como un proyecto “coral”, y apela al ingenio y a la vocación para espantar las sombras que se ciernen sobre la evolución científica en España por culpa de los recortes.
¿Qué supondría para el IBSAL lograr la acreditación del Instituto de Salud Carlos III?
El reparto de los cada vez más escasos fondos que hay para investigación en Sanidad va a ir preferentemente a institutos biosanitarios, así que la acreditación nos permitiría tener un mayor acceso a esos fondos para potenciar la investigación en Salamanca.
Uno de los enfoques novedosos del instituto es que incorpora también a los profesionales de Atención Primaria. ¿Cómo está resultando esta combinación de esfuerzos?
En Salamanca tenemos la ventaja de tener unos profesionales de Atención Primaria que hacen investigación, con lo cual es muy fácil integrarlos. En este sentido, ya se han sumado los grupos de los centros de salud que ya tenían sus líneas de investigación, como La Alamedilla y Garrido, pero también estamos intentando hacerlo con grupos de gestión sanitaria. Queremos que el instituto no sea solamente de investigación clínica y de laboratorio, sino que también se puedan incorporar profesionales de la epidemiología, de la gestión sanitaria…
¿A qué condicionantes se puede enfrentar un proyecto ambicioso, como el del IBSAL, en un momento de recortes en los fondos para investigación?
Lamentablemente, en España estamos volviendo a la década de los 70 en cuanto a financiación para la investigación, y lo que estamos haciendo es volver a ingeniárnoslas para intentar mantener un nivel mediano en este ámbito. Siempre se alude a los ránkings de los hospitales y de las universidades, pero, indudablemente, es imposible que nos pidan ránkings cuando no tenemos una financiación equiparable con centros y universidades de otros países. Sin embargo, yo me acuerdo de cuando volví de Estados Unidos. El coste de la investigación en Genética en España era cinco veces mayor que en ese país, pero poco a poco fuimos saliendo adelante. Así que lo que estamos haciendo ahora es acordarnos de lo que hacíamos en la década de los 80 para volver a aplicar la misma metodología; es decir, rascar de donde podamos, reutilizar las cosas al máximo, siempre que eso sea compatible con la calidad y el rigor científico, y tirar para adelante como se pueda.
¿Se han notado los recortes en financiación en los últimos años?
Mucho.
¿De cuánto menos podemos estar hablando en relación a los fondos de los que dispone Salamanca?
Pues yo creo que por lo menos un 30%. A pesar de que, todo hay que decirlo, la Junta de Castilla y León ha mantenido programas de financiación en el ámbito biosanitario. Indudablemente, dentro de la dotación económica de cada proyecto también se han producido recortes, pero por lo menos hay un poquito de dotación, porque en otras comunidades ni siquiera se han mantenido esos programas.
¿Esta situación ha obligado a paralizar algún proyecto o a revisar los objetivos marcados inicialmente?
Sí. Los objetivos que nos planteamos son menos ambiciosos, ya no solamente porque la cantidad de dinero de que disponemos para hacer nuestros experimentos es menor, sino porque también va disminuyendo el personal con el que contamos. Es decir, tenemos menos becarios, menos personas que se pueden dedicar a la investigación… Se nota a todos los niveles.
¿Cuántos proyectos engloba ahora mismo el IBSAL?
Pues no sé decir el número exacto, pero sí que en la última convocatoria de la Junta de Castilla y León de fondos de investigación para Sacyl, el 47% de los proyectos concedidos eran del Hospital Universitario de Salamanca.
Así que Salamanca continúa siendo un referente en la Comunidad…
Salamanca sigue siendo referencia en investigación en Castilla y León y nuestra idea es que el IBSAL se convierta, de alguna manera, en el faro y el motor de la investigación en toda la Comunidad. Estamos estableciendo contactos con otros hospitales y con otros institutos del resto de la región para coordinarnos y potenciar la investigación en toda Castilla y León.
¿Resulta más fácil encontrar fondos para estructuras como el Centro de Investigación del Cáncer (CIC)?
El Centro del Cáncer busca la financiación en los mismos sitios donde lo hacen los demás. Desde el CIC hemos intentado tener un poco más de financiación a través de donaciones privadas y de otras instituciones. Lo que pasa es que en nuestro país no existe la cultura de la financiación de este tipo. Por otra parte, fundaciones que antes invertían mucho dinero en investigación lo están recortando; lo que nos dicen es que ahora invierten mucho más en dar de comer a la gente y en apoyar a familias que lo necesitan, y cuando te dicen eso… Es un problema muy serio.
¿Existe riesgo de que España sufra un freno en el terreno investigador?
No es que haya riesgo, es que ya estamos frenados. El freno ya es un hecho.
¿Y qué consecuencias puede tener eso para la sociedad española, para los pacientes y los ciudadanos en general?
Afortunadamente, la investigación esta tan internacionalizada que los avances que se consiguen fuera también vienen a España. El problema se plantea desde el punto de vista del prestigio científico, de la formación de nuestro personal y de la calidad de nuestra asistencia, que también depende de la investigación que se haga. Porque aunque ahora, a corto plazo, estemos subsanando todo eso, a medio plazo se notará, y va a disminuir la calidad asistencial, porque va a bajar la calidad de la investigación que se hace en el país. Y eso es algo que vamos a ir viendo poco a poco.
¿Hay alguna perspectiva de mejora o nos hemos metido en una dinámica en la que parece que no pasa nada por todas esas pérdidas?
Yo creo que el problema de este país es que la sociedad está dormida. En España estamos invirtiendo muchísimo dinero en reflotar bancos, que dedican ese dinero que todos invertimos a mantener los beneficios de sus accionistas. Y el beneficio de los accionistas es un beneficio individual, que no va a la sociedad. Entonces, mientras la sociedad continúe apostando por rescatar bancos y porque determinadas personas sigan teniendo beneficios, el resto nos quedaremos a verlas venir.
En contra de quienes advierten sobre la fuga de cerebros, hay quien opina que marcharse a otros países forma parte de la trayectoria de los científicos…
Claro. Los investigadores tenemos que irnos fuera. Eso es un axioma. Lo que pasa es que, como país, tenemos que ver que estamos formando profesionales, que estamos gastando un dinero en su formación como graduados o licenciados, en su formación como doctores y como investigadores, pero que los están aprovechando otros países. Es lo mismo que si invirtiéramos dinero en formar políticos para que luego se vayan todos a Inglaterra a ejercer la profesión de político. Es un ejemplo, pero lo que estamos haciendo es eso. El problema es que formamos a los investigadores con los impuestos que pagamos nosotros, mientras que los réditos no revierten en quien paga los impuestos, sino que benefician a ingleses, alemanes y americanos. Es una estrategia suicida.
¿Con qué presupuesto cuenta el IBSAL en este momento?
En este momento contamos con un presupuesto muy pequeñito. Para empezar, el IBSAL no tiene presupuesto finalista, es decir, no hay ninguna institución que dé dinero al instituto. La Consejería de Sanidad, a través de Farmaindustria, aporta los fondos para mantener el equipo de gestión del día a día, porque ni el director, ni el subdirector, ni el secretario del IBSAL cobramos un euro por ejercer nuestra función. Lo estamos haciendo porque creemos que es importante para la Sanidad. Luego hay un porcentaje de los fondos que se consiguen por proyectos de investigación o por ensayos clínicos del hospital que revierte en el IBSAL y se intenta que sirva para cofinanciar los sueldos de las personas que trabajan en grupos de investigación. Pero en este momento no tenemos más financiación.
¿Y no produce muchos quebraderos de cabeza ponerse al frente de este barco?
Bueno, yo creo que lo hay que hacer es mirar las cosas con ilusión, y si esto sale adelante, es un proyecto muy importante para Salamanca, para los salmantinos y para Castilla y León, y por eso hay que intentarlo.
Aparte de la acreditación del Instituto de Salud Carlos III, ¿con qué metas afronta el nuevo curso?
Lo afronto de manera colectiva. Lo afrontamos todos como un grupo, como IBSAL. Es más, dentro del equipo directivo hay dos personas fundamentales para que el instituto funcione, que son Ángeles Almeida y Miguel Marcos, que han realizado una actividad impresionante para que el IBSAL llegue donde está ahora y que siguen implicados en que continúe. Son dos personas que trabajaban con Jesús San Miguel durante los primeros años y a quienes he pedido por favor que sigan, porque es fundamental que lo hagan. En primer lugar, lo que intentamos es mantener lo que tenemos. En segundo lugar, que no se noten las ausencias de los investigadores que se marchan, y en este sentido vamos a intentar potenciar grupos que hasta ahora estaban un poquito más en la sombra. La idea es establecer colaboración entre los investigadores del hospital, los de la Universidad y los del CSIC. Otro objetivo que tenemos para el próximo año es abrirnos a Castilla y León. Ya estamos en contacto con el IOBA (Instituto de Oftalmobiología Aplicada de Valladolid) y queremos establecer un contacto importante con el ICICOR de Valladolid (Instituto de Ciencias del Corazón de Valladolid), para que la Cardiología de la región vaya también coordinada de alguna manera. También queremos establecer convenios el Instituto de Investigación Sanitaria de León.
¿Y estos contactos están resultando fructíferos?
Sí. Desde el punto de vista político, que es muy importante en estas cosas, la visión que tienen en este momento los gestores de Sanidad de la Junta es que hay que apostar por la idea de un instituto potente en Castilla y León. Hoy en día, para hacer estudios en Biomedicina, es muy importante el número de pacientes. Si los hospitales de la región colaboramos aportando pacientes, conseguiremos resultados mucho más importantes a la hora de divulgarlos en el ámbito internacional. Pero ocurre lo mismo con los ensayos clínicos. Si en ellos somos capaces de incluir pacientes no solamente de Salamanca, sino también del resto de Castilla y León, lograremos tener muchos más ensayos clínicos aquí y mejorar la asistencia sanitaria de los pacientes de la Comunidad.
¿En estos momentos destacaría alguna línea de investigación dentro del IBSAL?
No. A mí me gustaría pensar en el proyecto que ahora estamos poniendo en marcha como un proyecto coral. Indudablemente, hablar de investigación en Castilla y León es hablar de investigación en cáncer. Pero para eso está el Centro de Investigación del Cáncer, al cual yo también pertenezco, y que va a seguir manteniendo su independencia y sus líneas de trabajo. Pero me gustaría que el IBSAL fuese mucho más coral; es decir, que aparte de ayudar al CIC en todo lo que podamos y de intentar potenciarlo para que sea referencia en investigación en cáncer, también potenciemos la Cardiología, la Cirugía, la Endocrinología, la Reumatología… No me gusta señalar, porque lo que queremos es potenciar la investigación biomédica en Castilla y León, y vamos a apoyar a cualquiera que la haga, incluso aunque sea a nivel de gestión, dentro de nuestras limitaciones.
Antes me hablaba de la financiación del IBSAL por parte de la Junta a través de Farmaindustria. ¿En qué medida sigue colaborando la industria farmacéutica con la investigación?
Farmaindustria tiene una financiación finalista que va a la Junta, que a su vez invierte una parte muy importante de ese dinero en mantener la gestión del IBSAL. Pero se renueva cada año. Es decir, que si el próximo año no se hace, nos quedamos sin gestión en el instituto.
Sin ánimo de transmitir un mensaje alarmista, ¿existe riesgo de que el IBSAL no evolucione?
El riesgo existe, claro. Pero vamos a ver, las cosas evolucionan o no dependiendo de las personas que están en ellas.
Para ser más claros, ¿existe riesgo de que desaparezca?
De que desaparezca no. A corto plazo, ese riesgo no existe.
¿Con qué espíritu afronta la tarea de ponerse al frente del instituto?
Yo llevo muchos años colaborando con prácticamente todos los servicios hospitalarios, con lo cual para mí lo que supone es la plasmación de algo que he intentado desde el año 1989, cuando volví a Salamanca. Me supone mucha ilusión que tengamos la capacidad de coordinar todo eso, hacerlo una realidad y potenciarlo, porque de alguna manera implica la plasmación de algo que veníamos haciendo desde hace mucho tiempo en el Hospital Universitario de Salamanca.
¿Cuáles son las necesidades más prioritarias para el instituto?
Lo primero era acreditarnos, porque eso supondrá que cuando el Carlos III reparta fondos nosotros vamos a tener un mayor acceso a ellos. Lo segundo importante es que mis compañeros del hospital empiecen a hacer cada vez más ensayos clínicos a través del IBSAL, y en ese sentido, con el poco dinero que tenemos queremos ayudar a los diferentes servicios hospitalarios a entrar en ensayos clínicos con la industria farmacéutica. Y la tercera preocupación es… que pase la crisis económica.
También me refería a otras necesidades, como las de equipamiento…
En relación con el equipamiento, las instituciones que forman parte del IBSAL, es decir, la Universidad de Salamanca, el CSIC y el hospital, en los últimos años han podido adquirir equipos a un nivel muy importante. Lo que nos preocupa es su mantenimiento. Disponemos de equipamiento, y la Consejería de Sanidad apuesta por el IBSAL en lo que puede. Pero me preocupa mucho más que se están empezando a estropear equipos y no tengamos dinero para mantenerlos. Y es una pena que, con toda la inversión que hemos conseguido con fondos FEDER para adquirir material, de aquí a cinco años esos equipos queden obsoletos y estropeados. Eso sí sería necesario, empezar a desarrollar programas de mantenimiento de equipos.
¿Y de personal?
A nivel de personal me preocupan mucho los jóvenes. Llevo muchos años formando jóvenes investigadores y uno se va dando cuenta de que muchos se van planteando si merece la pena o no comenzar a hacer investigación, cosa que antes no se planteaban. Y lo están haciendo por las salidas. Porque antes había un porcentaje de doctores que sabían que iban a tener una carrera investigadora en España. En este momento, el porcentaje es mínimo. Si tenemos en cuenta que la Usal solo repone diez de cada 100 jubilados y que el CSIC lo está haciendo a un nivel parecido… Uno puede imaginarse que el futuro de nuestros jóvenes es terrible.
Y con este panorama, ¿qué le diría a un estudiante que tiene la pulsión de dedicarse a la investigación hoy en día?
Pues yo creo que el consejo que tenemos que dar a nuestros jóvenes es que quien la sigue la consigue. Y que el mundo no se acaba en Salamanca.
Otra vez la idea de marcharse…
Pero bueno, en mi generación nos fuimos todos fuera. De hecho, el núcleo del Centro de Investigación del Cáncer fuimos investigadores que nos formamos en Salamanca y que nos fuimos todos fuera. Cuando yo volví de Estados Unidos estuve a punto de volver a marcharme, porque no había plazas en Salamanca. Me quedé aquí de puro azar. Y estamos volviendo a la década de los ochenta. Lo que digo es que quien tiene ilusión acaba colocándose y haciendo cosas. Además, los investigadores tenemos la ventaja de que lo que nos gusta es el laboratorio, y nos da lo mismo que esté aquí, que en Inglaterra, que en Siberia. Hombre, luego la calidad de vida y la familia también influyen. Pero al que tiene vocación le da lo mismo un sitio que otro.
¿Pero es verdad que en otros países se ve mejor el horizonte investigador?
Hay recortes en todas partes. Lo que pasa es que el porcentaje que se ha recortado en España no es igual al de Estados Unidos, por ejemplo. Sobre todo porque en otros países, como EEUU, Inglaterra y Alemania, las empresas privadas invierten en investigación, mientras que en España, como no tenemos tejido industrial, no tenemos quien lo haga. Y como nuestros bancos están más preocupados por recapitalizarse y por seguir dando dinero a sus accionistas, no tenemos fondos para que quienes tienen capital en España lo inviertan en investigación.
¿Y qué diría a los ciudadanos para que crean en la investigación y exijan más apoyo para institutos como el IBSAL?
Me plantea una cuestión que, como ciudadano, es muy difícil, porque yo creo que lo primero que tiene que buscar la sociedad es que la Sanidad funcione bien, que la Educación funcione bien y que la gente tenga para comer todos los días. Entonces, es muy difícil en estos momentos decirle a la sociedad que el mantenimiento de institutos de investigación biosanitaria es fundamental. Pienso que, como investigadores, lo primero que tenemos que transmitir a los ciudadanos es que hay que mejorar la calidad de vida de la sociedad. Y lo que sí les podemos decir es que en institutos como el IBSAL, como el CIC o el IOBA de Valladolid lo que hacemos es apostar por investigar para mejorar la calidad de la vida de las personas. Pero claro, mientras no tengan para comer, ya podemos nosotros investigar para que no se mueran de tuberculosis… Sí es cierto que si no seguimos investigando y manteniendo niveles sanitarios adecuados, la gente se volverá a morir de tuberculosis, lo que generará una paradoja: dejarán de morir de cáncer porque habrán muerto antes de tuberculosis. Y habremos dado un paso atrás muy importante. De hecho, el otro día leí que aumentaba la incidencia de tuberculosis resistente. Y angustia mucho al profesional sanitario que no estemos invirtiendo en investigación en nuevos fármacos contra esta enfermedad, porque en el momento en que las cepas resistentes empiecen a extenderse -y lo harán, porque en la medida que desciende la calidad de vida aumenta la tuberculosis- empezará a morir gente de tuberculosis. Eso es lo que hay que transmitirle a la sociedad. Que o invertimos en investigación sanitaria y en Sanidad o vamos a volver al siglo XIX.
Como científico, debe ser frustrante ver cómo, mientras uno está ocupado en estudiar y descubrir cosas nuevas, empiezan a volver problemas que se creían superados…
Un ejemplo: si la asistencia sanitaria se deteriora, aumentará la mortalidad infantil. Nuestros niños no se mueren recién nacidos porque tenemos una asistencia sanitaria que permite que no haya mortalidad neonatal. En el momento en que baje la calidad asistencial o en el que las personas no puedan acudir al hospital para que les atiendan un parto aumentará la mortalidad. O si dejamos de vacunar a los niños… Ahora volvemos a tener sarampión. En el fondo es porque, lamentablemente, las comunidades autónomas no se han puesto de acuerdo en el calendario vacunal. Es decir, hay unos señores que tienen hijos que no son capaces de ponerse de acuerdo para que toda la población se vacune de manera igualitaria. Hemos perdido la idea social de bienestar para todos. Es terrible. También hay que decir que se ha abusado. Tanto por parte del usuario como por parte del profesional sanitario. Pero hacia donde vamos… Es trágico.
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