“Esto es una lucha del día a día, y sin ayuda es muy difícil salir”. Carlos Pedraz y Antonio Cruz son tajantes, quizás porque han experimentando en su propia piel las asperezas del camino hacia la desintoxicación. Ellos lo han conseguido gracias a la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Salamanca (ARSA), en la que ahora ejercen como presidente y vicepresidente para ayudar a otros enfermos a salir del túnel. No han sido los únicos en lograrlo, por supuesto, entre otras cosas porque la entidad lleva 36 años tendiendo la mano a quienes deciden romper con el alcohol y sus ataduras.
Muy atrás ha quedado ya ese año 1977 en el que el que el colectivo empezó a funcionar, aunque se constituyó formalmente un año después, como recuerda María Moya, trabajadora social. En estas más de tres décadas ha ido cambiando ligeramente el perfil de las personas que traspasan su puerta para superar el alcoholismo. Cada vez hay más jóvenes sumidos en el pozo -incluso menores, aunque la edad mínima para acceder a ARSA es de 21 años-, y cada vez llegan más mujeres -son ya casi el 50% de los usuarios-. Otras cosas no han variado tanto. “Igual que hacían antiguamente, un porcentaje muy elevado de alcohólicas sigue bebiendo a escondidas”, aseguran los representantes de una agrupación que en estos momentos cuenta con unos 160 socios. “Atendemos a muchas más personas, pero no todo el mundo se asocia. De hecho, no es necesario hacerlo para disfrutar de los servicios que ofrece ARSA”, aclara Carlos Pedraz.
El nivel de asistencia a las terapias semanales que organiza la asociación lo confirma. Hay una los lunes por la mañana, a la que acuden “unos 50 afectados” y otra los jueves por la tarde, para facilitar el seguimiento de quienes trabajan. Esa sesión se llena, sobre todo durante los meses de invierno, cuando llega a reunir a un centenar de personas. A pesar de todo, el presidente afirma: “No viene ni una cuarta parte de los enfermos que hay en Salamanca”.
Es difícil hacer un cálculo de la incidencia del alcoholismo en la provincia. Antonio Cruz hace una pequeña aproximación citando a José Juan Ávila, psiquiatra de la Unidad de Tratamiento Ambulatorio de Alcoholismo (UTA), cuyo equipo trabaja estrechamente con ARSA. “En una conferencia contó que cada año pasaban por consulta unos 2.000 enfermos, de los que 200 recibían atención médica porque ellos querían y, de ellos, el 80% se rehabilitaba”, comenta.
El propio doctor Ávila, junto con la psicóloga de la unidad y las trabajadoras sociales -una de la UTA y otra de la asociación- dirigen unas terapias a las que suelen asistir los familiares de los pacientes, que en esas reuniones pueden hablar de sus problemas con quienes mejor los entienden, porque los sufren parecidos.
Pero la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados va más allá de esas sesiones. Al final, se acaba convirtiendo en un punto de encuentro entre compañeros y amigos siempre presentes, incluso en esos momentos de debilidad en los que el enfermo teme caer en la tentación. “Estamos en la sede todos los días, de lunes a viernes; aquí venimos a las terapias, a los talleres -los hay de informática, repostería, guitarra y manualidades- o a jugar la partida en el bar -libre de alcohol, claro-. Las horas que pasábamos en el bar ahora las pasamos aquí”, cuenta el presidente de ARSA, cuya sede, que abre de 9 a 14 y de 16.30 a 21 horas, está situada en el paseo de San Vicente.
Jornada de puertas abiertas
El colectivo espera ser declarado pronto Asociación de Utilidad Pública. Será el reconocimiento oficial de una realidad, la de una asociación cuyos miembros viven con intensidad su recuperación y la de los compañeros. “Yo lo he conseguido, y cada vez que ves que una persona tira para adelante, te llevas una alegría… Como si fueras tú. También pasa si ocurre lo contrario y caen… Es un disgusto”, confiesa Carlos Pedraz. Pese a todo, tanto él como el vicepresidente de ARSA dejan claro su mensaje: “Se puede salir del alcohol”. Sin embargo, hay cosas que no ayudan. Como la permisividad que observan ante algunos eventos festivos respaldados por el Ayuntamiento, y en los que la accesibilidad a las bebidas alcohólicas se multiplica. “Eso te hunde. Que tú estés luchando para que la gente no consuma alcohol porque has vivido los problemas que ocasiona, y veas cómo otros lo promocionan…”, lamentan los representantes de la entidad, que se muestran rotundamente “contrarios” a citas como la Feria de Día o la Nochevieja Universitaria. “Si está prohibida la venta y el consumo de alcohol en la calle, que lo esté con todas las consecuencias, sin excepciones”, reclaman.
No les gusta que se den facilidades, porque saben que no es difícil caer en el abuso, y que hay muchas personas que ya lo han hecho, aunque no lo reconozcan. “Hay bebedores de todo el día, pero también de fin de semana. Incluso bebedores de un día al mes, que esperan ansiosos a que llegue. Porque la barrera de la enfermedad se traspasa en el momento en el que pasas de beber porque te apetece a beber porque lo necesitas”, recuerdan los representantes de ARSA.
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