Cualquier madre, padre o educador intentarán educar a los niños en la prevención de los grandes males de la adolescencia y juventud: conductas agresivas, trastornos alimenticios, consumo de alcohol y otras drogas, y el resto de adicciones que tanto sufrimiento producen hoy a nuestros jóvenes, dejando secuelas de futuros inciertos, enfermedades físicas y psicológicas, e incluso la muerte.
Algo básico con lo que todos deberíamos crecer es la autoestima, el aprecio a uno mismo, la visión de nuestros propios valores positivos; es lo que ayudará en la edad adulta tomar decisiones con seguridad.
¿Cómo conseguir transmitirlo? Es fundamental ayudar al menor a ver su equivocación sin criticar su persona; por eso, hay que elegir cuidadosamente el vocabulario que se usa para que no se sienta menospreciado, tan importante como hacer hincapié en los aciertos y mostrárselos.
También es decisivo dar libertad al pequeño para que aprenda a ser responsable y vaya adquiriendo autonomía. Desde luego hay que supervisarles y comenzar dando tareas en consecuencia con su edad y su desarrollo. Con explicaciones claras y concretas para que sean fáciles de hacer correctamente y motiven su autoestima.
Siempre hay que mostrar que cada elección tiene sus consecuencias. Los adultos podrán opinar, pero no elegir por ellos, para que puedan aprender a desenvolverse en un futuro. Si queremos que cuando llegue a la edad adulta la persona sea consciente de sus actos, debe tener responsabilidad y así poder reconocer y solucionar sus errores.
Es imprescindible que haya normas y consecuencias si no se siguen, no sólo por los niños, también por los modelos a seguir, los adultos, que deberán reforzar, no sólo con palabras, sino con sus actos.
La capacidad crítica se fomenta escuchando sus opiniones, procurando un ambiente en el que se sientan cómodos, sin miedo de expresar lo que sientan. Así podrán lograr no depender del criterio de los demás, motivo por el que hay que tratar de no imponer la opinión del adulto, a pesar de ser quien tenga la última palabra, y dejar abierta la puerta del diálogo.
La mejor forma de asumir los propios errores es aprendiendo a tolerar la frustración, algo bastante complicado de enseñar a nuestros pequeños, porque saber esperar y aceptar negaciones a lo que ellos creen acertado no es fácil de hacer para los niños, pero si no lo consiguen en esta etapa cuando lleguen a ser adultos continuarán teniendo actuaciones infantiles.
La paciencia, constancia y perseverancia de los adultos es fundamental para que estos actores, impensables unos sin otros, vayan tomando forma en nuestros niños y adquieran la capacidad de relacionarse con ellos mismos y los demás de una manera positiva.
* Esther Pichardo Dorado es especialista en Atención Psicológica a Domicilio y miembro de Saluspot
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