Los datos no engañan. El 60,5% de las familias en pobreza en España antes de la crisis ha visto empeorada su situación laboral, según Save the Children. El PIB español caerá entre un 15% y un 22%, según los expertos, con una deuda que superará el 115% del PIB.
El freno de la actividad económica traerá un aumento de desempleados –según el FMI, España cerrará el 2020 con un 20,8 de paro– que disminuirá lentamente a medida que esa actividad se vaya recuperando.
Los datos sanitarios, según el Ministerio de Sanidad, a fecha 5 de agosto: 305.767 casos totales de contagios, con 127.670 hospitalizados, de los cuales 11.831 han estado en UCI, y un total de 28.499 fallecidos. Si vemos la curva de contagios y muertes por SARS-COV-2 tras el confinamiento, con parada de la actividad, ésta disminuye hasta su aplanamiento.
En medio de esta situación, cada país ha adoptado diferentes medidas, bien priorizando la salud o bien para disminuir el derrumbe económico; en el primer caso podemos enmarcar a España, Italia, Francia, Dinamarca, Bélgica y Noruega, en Europa, y en el segundo, a Países Bajos, Alemania y Suecia en nuestro entorno, al igual que Brasil y Estados Unidos.
En todas las declaraciones universales, en las constituciones o en las cartas magnas, el derecho a la salud aparece entre los primeros derechos fundamentales. Los Estados están obligados a tomar todas las medidas necesarias para preservar este derecho.
Muchas veces en esta columna hemos analizado la situación de nuestra Sanidad pública, la necesidad de fortalecer la Atención Primaria como primer contacto de la población con el sistema y la necesidad de asumir un papel preventivo. “Nos pilló el toro”. El virus entró a galope en la población, sin medios para detectarlo, sin medidas de prevención para evitar su propagación, sin seguimiento epidemiológico de los contagiados por falta de recursos, y hubo que confinar bajo el Estado de Alarma; eso produjo la paralización total de la actividad económica, basada en la industria del turismo y la construcción, fundamentalmente.
Hay que preservar la salud de los ciudadanos con medios, con recursos y con profesionales. Si las sanidades de este país hubieran estado preparadas, no ya con respiradores –que ningún país tiene en sus almacenes miles de respiradores por si acaso–, pero sí en la capacidad de detección y monitorización de la pandemia, que no se hizo por falta de profesionales y medios en la mayoría de las comunidades autónomas, se habría evitado el confinamiento y la paralización de la economía. Si con una situación de debilidad sanitaria se permite la actividad normal, el número de muertos, la crisis social, sanitaria y económica hubieran sido peores.
Hay que modernizar el país y reindustrializarlo, pero, ante todo, se debe proteger a quienes más sufren estos golpes, y eso se logra con una potente economía que no base su PIB mayoritario en un sector.
Espero que aprendamos de nuestros errores. Si el sistema sanitario es potente, se le dota de presupuesto adecuado, las repercusiones de una pandemia desconocida no serán tan devastadoras y podrá establecerse un equilibrio entre el control de la misma y la actividad económica. Soy de los que piensa que si nuestra Sanidad hubiera sido, de verdad, la mejor del mundo, no estaríamos como estamos. Cuídense este verano.
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