Pero esta idea, lógica, se utiliza de forma perversa por la industria farmacéutica para bloquear la llegada de genéricos o similares y poner precios abusivos a los medicamentos, impidiendo cualquier competencia en el mercado.
Si en la primera parte de estas entregas sobre la industria farmacéutica hablaba del modelo de precios irracional que gobierna el mercado, en esta parte analizaré el abuso que realizan con las patentes de medicamentos.
Alegan que los altos precios se justifican por los costes de investigación, éstos no se conocen porque son secretos; de esta forma, las compañías, con una total falta de transparencia, pueden fijar los precios que estimen oportunos y estar en una posición dominante frente a cualquier negociación de precios con los Estados. Evitando la competencia, los gobiernos que compran los medicamentos sólo pueden decidirse por un solo proveedor; éste es el propietario de la patente, el titular del producto, y pondrá el precio que estime oportuno, valorando lo que el comprador es capaz de pagar, llevando el precio al límite más alto posible.
Algunos países utilizan y tienen reguladas en su legislación las licencias obligatorias, que permiten la explotación de una patente por un tercero sin el consentimiento del titular cuando el interés público lo justifica. Esta flexibilidad fue reconocida en el año 2001 por la Organización Mundial del Comercio (OMC) a través de la Declaración Ministerial de Doha, donde se apoya el derecho de los países miembros de la OMC a proteger la salud pública y promover el acceso a los medicamentos para todos. Pero los países ricos esta posibilidad no la utilizan, entre otras cosas, por la presión de la propia industria.
¿Qué estrategias emplea la industria farmacéutica para frenar la aparición de genéricos o similares, continuar con su monopolio y el aumento de precios?
Estas estrategias son muy diversas. Una de ellas es entablar grandes litigios entre los laboratorios para frenar la aparición de genéricos y dilatar al máximo su exclusividad. Así, pasan años en los tribunales hasta que se resuelven los conflictos, tiempo suficiente para obtener grandes beneficios.
Otras veces, la marca original del medicamento se pone de acuerdo con la que va a producir el genérico para que sus precios sean similares durante un tiempo, con lo que el precio de venta es casi el mismo en los dos; en estos casos, el laboratorio original puede llegar a pagar al del genérico para que no baje el precio.
Pero la más endiablada de las estrategias es la de la patente múltiple, que afecta a la marca, el proceso, el principio activo, la indicación, la forma farmacéutica, las incompatibilidades, etc… Una auténtica obra de ingeniería protectora que impide la competencia en el mercado de un determinado medicamento.
“Un anticuerpo monoclonal ilustra un ejemplo de un fármaco que cuenta con un complejo entramado de patentes que blindan el medicamento en todas sus dimensiones. Desde el propio anticuerpo hasta sus métodos de obtención, sus indicaciones, las formas de administración, técnicas de diagnóstico del tumor o, incluso, posibles combinaciones con otros fármacos. Nos encontramos ante un fármaco que empezó a patentarse en 1992 y que todavía en 2015 registra nuevas solicitudes. De todas ellas, Genentech afirma que todavía tiene vigentes, al menos, 40 patentes de este anticuerpo, por las cuales ha mantenido litigios con otras compañías intentando retrasar así la entrada de los biosimilares. Se da, además, el caso de varias patentes que han renovado su vigencia con la introducción de pequeñas modificaciones. El propio anticuerpo monoclonal, por ejemplo, fue patentado por primera vez en 1994, y se volvió a patentar siete veces más hasta 1998″(Medicamentos para el cáncer: Altos precios y desigualdad. Pág.31).
¿Y qué se puede hacer ante estos precios abusivos y la manipulación torticera e interesada de la regulación de las patentes?
Continuará…
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