La salud mental y su atención empiezan a ser algo muy preocupante por la gran cantidad de personas que se están viendo afectadas y la precariedad del sistema de salud para hacer frente a estas necesidades. Son múltiples los factores que influyen en la salud mental de las personas, pero los determinantes sociales tienen un gran peso.
Hace unos días, el periódico La Vanguardia resaltaba en su portada este titular que, he de confesar, me dejó sobrecogido: “El suicidio ya es la principal causa de muerte en los jóvenes”.
Pocos días después, la cantante María Isabel, la que cantaba Antes muerta que sencilla, comunicaba que dejaba la música por la gran ansiedad que padece. En los Juegos Olímpicos, Simone Biles y Naomí Osaka han padecido estrés y fuertes presiones que han debilitado su salud mental, haciéndolas sufrir durante la competición, siendo las primeras en alzar la voz ante estas situaciones.
En la vida real soportamos infinidad de situaciones que generan enorme ansiedad y deterioran nuestra salud mental, y cuya única solución no es la pastilla de ansiolítico, en la que estamos a la cabeza de su consumo en Europa.
El miedo a no cumplir con las expectativas que han marcado para nosotros nuestros padres, parejas, amigos, entrenadores, etc. es el comienzo de las presiones y la ansiedad. La frustración que genera el “no logro”, “el fracaso”, el mismo hecho de recibir un “NO” por respuesta nos llevan a estados preocupantes por la incapacidad de manejar estas situaciones tan básicas y frecuentes en la vida para las que no nos han preparado. Ahora se empieza a reivindicar la formación psicosocial en las escuelas para que se enseñe, desde la infancia hasta la adolescencia, a manejar las situaciones de estrés, ansiedad y frustración. Porque en la vida no logramos siempre todo lo que nos proponemos y muchas veces nos van a decir “no”.
Son múltiples los determinantes que influyen para desequilibrar nuestro estado de salud mental. El trabajo precario o estar desempleado, no poder pagar los gastos de vivienda, comida o ropa como aspectos esenciales de nuestra vida, hacen que el estado de bienestar desaparezca. Estar en una “cola del hambre” para poder recibir lo esencial y mínimo para alimentar a tu familia no ayuda a fortalecer nuestra salud mental. Sí, los pobres son más vulnerables a todo, también a los trastornos mentales, y en España tenemos un 21% de personas en el umbral de la pobreza, casi 10 millones. En esto también la mujer sale desfavorecida, porque tiene más riesgo de enfermar.
Ya se han levantado voces en algunos grupos políticos, que han incorporado a sus agendas la salud mental, indicando la necesidad urgente de enfrentarse y dar soluciones a este asunto. Hay que trabajar en los determinantes que influyen en la salud mental, pero, al mismo tiempo, hay que facilitar el acceso de las personas que necesitan atención mental al sistema sanitario de forma rápida, con profesionales multidisciplinares que aborden esta problemática en su conjunto y desde la Atención Primaria.
Hoy sigue siendo un privilegio recibir una atención psicológica adecuada, puesto que solo la tiene quien se la puede pagar. Es el momento de sacar la atención a la salud mental de la UCI, rescatarla como un pilar esencial de la salud y del bienestar de las personas.
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