No sé si ustedes son de los que emplean internet muy a menudo para buscar y acceder a información, darse de alta en boletines que resultan de interés, seguir las noticias o quizá para adquirir productos y servicios. Si lo hacen, seguro que en más de una ocasión el tiempo dedicado a conseguir lo que persiguen se ve aumentado por uno o varios pasos necesarios para demostrar que el que está al otro lado de la pantalla realizando la petición es, ‘de verdad de la buena’, un humano.
“Introduzca éste código”, “introduzca estas letras (con ayuda auditiva, por si acaso)” o, en los más sofisticados, “introduzca la respuesta a este cálculo o esta pregunta…”.
Recientemente me encontré durante el mismo día teniendo que probar una y otra vez, en distintas páginas, mi condición de humana. Empezó a irritarme, e inmediatamente recordé otra estupenda fuente de frustración, en forma de llamadas que resultan interminables dando varias vueltas alrededor de una estupenda grabación que nos dicta las opciones que tenemos disponibles… grabación con la que con frecuencia nos enfadamos o desesperamos, porque lo único que anhelamos es hablar por favor con alguien, con una persona de carne y hueso, que pueda escucharnos y, si todo va bien, hasta entendernos (y quién sabe si, de algún modo desde ahí, cuidarnos).
Y por ello estas líneas de hoy… Porque a pesar de que lo que realmente queremos en nuestro fuero interno es relacionarnos los unos con los otros, de uno a uno, no dejamos de utilizar los estupendos y grandísimos avances tecnológicos, además de para unirnos (como demuestra la aldea global de internet), para separarnos más y más; continuamos creando procesos que ponen más distancia entre nosotros (párense a pensar en las organizaciones en las que trabajan y rápido se acordarán de esos estupendos procesos que continuamente generan conflicto) y, al reducir la calidad de nuestras interacciones, nos hacemos todo muchísimo más difícil a nosotros mismos y nos aislamos de a poquito.
Si parece, por tanto, que nos importa, y mucho, que sean humanos (o no harían tanto hincapié en que lo demostremos) los que entremos en contacto los unos con los otros y nos relacionemos entre nosotros, no estaría de más que en las situaciones en las que nos encontremos, y ante el diseño de nuevos procesos o mejoras, en aras de la eficacia y la eficiencia nos aseguremos, ante todo, de preservar la calidad de la relación de humano a humano. Quizá así comiencen a cambiar algunas cosas.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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