Ayer se me estropeó el teléfono. Llevaba ya tiempo dando signos de extenuación, pero ayer, definitivamente, sucumbió. Me alegra decir que no sucumbí con él, aunque lo cierto es que consiguió generarme suficiente ansiedad. No sucumbí, porque de un tiempo a esta parte llevo cultivando, con mucha paciencia y muchos retrocesos, un ritmo de vida más lento.
Tanto es así que ahora cuando pierdo los papeles suele tener que ver con el hecho de sentir que me están metiendo prisa o que necesito hacer algo demasiado rápido, sin dedicarle el tiempo apropiado. Ni tanto ni tan calvo, creo.
Lo dicho, no sucumbí, pero esto no quiere decir que permaneciera incólume a lo que podía suponer no tener teléfono al día siguiente. Mi mayor ansiedad –paradójicamente y, al tiempo, lo más esperable en estas circunstancias– procedía de pensar en la cantidad de tiempo que iba a tener que emplear para resolver el tema de volver a tener un teléfono operativo. Comprarlo, decidir qué tipo de contrato, volcar toda la información a un ordenador y después al nuevo dispositivo, aprender a usar algo nuevo que funcionaría de forma diferente en algún grado… En fin, todo lo que va aparejado al cambio.
Como de costumbre en mi caso, se añadía la ansiedad de la posible pérdida de todos los datos, puesto que a pesar de haber tenido suficientes oportunidades para aprender, carecía de copia de seguridad. Si el teléfono no volvía a encenderse podía darlo todo por perdido y dedicar mi valioso tiempo a recuperarlo a cuentagotas.
He tenido suerte (más bien creo que días de gracia para que, de una vez por todas, cambie algunos hábitos), pues he conseguido mantener el teléfono funcionando más o menos durante algo más de tiempo. A pesar de ello, en el impasse de falta de operatividad, me he bajado, como en la obra de teatro, del ritmo habitual que la vida moderna nos ofrece a algunos, los de las sociedades avanzadas.
Qué difícil no poder contestar inmediatamente, que nadie pueda localizarnos, tener que volver a quedar como en los viejos tiempos: “Me acerco, pero por favor, estate atento, porque desde el momento en el que salga de casa no tendré forma de comunicarme contigo y tu telefonillo no funciona”…
He de decir que para ahorrarme la posibilidad de no encontrar a quien le ha dado aliento a mi teléfono, me llevé prestado otro, por si acaso. Todo, antes que pasar por circunstancias habituales durante la primera mitad de mi vida (no encontrarse, esperar, tener que cambiar de planes…), pues mi primer teléfono móvil llegó a mis manos cuando tenía 21 o 22 años. ¡Qué difícil! Y lo dice alguien que se considera una privilegiada por disfrutar de un ritmo de vida considerablemente más lento y despreocupado que el que percibo habitualmente a mi alrededor.
Lo peor de todo este enganche tecnológico -y no crean que reniego de los avances tecnológicos- es que parecemos haber perdido la capacidad de discernir quién está al servicio de quién. Similar al chiste de Mafalda en el que ella dice a su papá algo parecido a: “Parecía que el cigarrillo se os fumaba a vos”.
Ayer estuve viendo parte de un estupendo documental titulado Planetary, que recomiendo adquirir a todo el interesado en disfrutar de una hora de reflexión. En él decían que la palabra que mejor describía a la sociedad occidental era soledad; estamos “solos y aislados los unos de los otros, aun rodeados de muchos”. Aparecían imágenes de grandes ciudades, transportes colectivos… todo el mundo junto y ninguno revuelto, como si no hubiera nadie más al lado, como si fueran objetos inanimados o fantasmas (algunos, hasta lo parecían). Un mundo en el que corremos y siempre tenemos prisa, pero no sabemos muy bien para qué tenemos prisa, ni que es aquello que pretendemos alcanzar.
Me acordé entonces del tremendo coraje de una participante en una reunión que facilitamos recientemente. Fue la primera vez que escuchaba algo parecido en un contexto de empresa y me encantó poder oírlo… También me dio miedo, pensé que rápidamente pasarían a silenciarlo, aunque -y celebro al grupo el respeto que mostró- no fue así. Parafraseándola, pues no recuerdo las palabras exactas, dijo: “Estoy harta, y me extraña que nadie más levante su voz de igual manera, pues estoy segura de que muchos más piensan lo mismo y sienten igual. Nos pasamos el día corriendo, con prisas. Prisas para no se sabe muy bien hacer ni conseguir qué, múltiples reuniones a las que ir, montones de correos para escribir y contestar… corriendo. Es agotador, y lo peor de todo es que creo que posiblemente hasta es innecesario”.
Quizá la mayor reflexión para mí no sea ya si lo decimos o no, y en qué contextos, que es importantísimo. Tampoco lo que conseguiríamos si tuviéramos tiempo de calidad para dedicarnos a las cosas y personas importantes, en todos los ámbitos de nuestras vidas. El principio de la reflexión, para mí, es lo silenciosa y enormemente infiltradas que están la prisa y la conectividad constante (y a qué estamos conectados) en nuestras vidas.
Desde mañana pondré cuerpo, corazón y mente conscientes con objetivo de mandar a paseo a la prisa y reducir mi dependencia de la conectividad.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
Recordamos que SALUD A DIARIO es un medio de comunicación que difunde información de carácter general relacionada con distintos ámbitos sociosanitarios, por lo que NO RESPONDEMOS a consultas concretas sobre casos médicos o asistenciales particulares. Las noticias que publicamos no sustituyen a la información, el diagnóstico y/o tratamiento o a las recomendaciones QUE DEBE FACILITAR UN PROFESIONAL SANITARIO ante una situación asistencial determinada.
SALUD A DIARIO se reserva el derecho de no publicar o de suprimir todos aquellos comentarios contrarios a las leyes españolas o que resulten injuriantes, así como los que vulneren el respeto a la dignidad de la persona o sean discriminatorios. No se publicarán datos de contacto privados ni serán aprobados comentarios que contengan 'spam', mensajes publicitarios o enlaces incluidos por el autor con intención comercial.
En cualquier caso, SALUD A DIARIO no se hace responsable de las opiniones vertidas por los usuarios a través de los canales de participación establecidos, y se reserva el derecho de eliminar sin previo aviso cualquier contenido generado en los espacios de participación que considere fuera de tema o inapropiados para su publicación.
* Campos obligatorios