El derecho a la muerte digna, igual que a la vida, no están garantizados en este país. En el primer caso, todo depende del momento y el lugar en el que te encuentres. Así, a la vez que tenemos un alto porcentaje de población en riesgo de exclusión (vida poco digna), cuando ésta toca a su fin, las personas no tienen claro cómo va a ser éste, se les quita la posibilidad de decidir y casi todo depende del médico y del equipo sanitario que te toque.
La muerte sigue siendo tabú, porque el poder, así, consigue que sigamos siendo sumisos. La principal y casi única resistencia sigue siendo la de la jerarquía católica, a la cual ni el PP ni el PSOE se atreven a desobedecer.
Tras el impresionante impacto mediático de algunos casos como el de Sampedro o el de Andrea, la mayoría de la población acepta y defiende la muerte digna y la eutanasia. Pero éstas siguen siendo ignoradas en la legislación y en la práctica diaria.
Según el Ministerio de Sanidad, un 76% de la población española es favorable a la eutanasia y la muerte digna, y sólo un 15% está decididamente en contra. A pesar de esta cifra tan unánime, la situación está empantanadam y los partidos mayoritarios no tienen previsto nada al respecto, porque cuando la ley permita que cada uno decida libremente cuándo y cómo morir y que, en caso de enfermedad sin solución, pueda recibir ayuda sanitaria para hacerlo, se habrá terminado con el chantaje y el tabú de la vida como propiedad divina y administrada por la jerarquía católica.
También es verdad que estamos ante un fenómeno nuevo. Es reciente el hecho de que la Medicina ha sido capaz de alargar (y amargar) la vida en la parte final de nuestras vidas. El problema de ser obligados a prolongar la vida sin ningún sentido es -y por lo tanto, el rechazo a ello- también nuevo.
Podemos, en el programa para las elecciones generales, presentó al respecto la medida 120: “Aprobaremos una ley que posibilite la libre disposición de la propia vida y que regule el marco de la toma de decisiones al respecto. Igualmente, derogaremos el apartado 4 del artículo 143 del Código Penal. Promoveremos un debate entre la ciudadanía y los profesionales de la salud sobre el grado de autonomía de las personas en la toma de decisiones relativa a los últimos momentos de la vida, acerca del testamento vital y de la muerte digna”.
La ley tiene que aceptar como normal aquello que la ciudadanía ya ve como algo completamente normal. Finalmente, tenemos que mencionar el testamento vital, poco conocido por la gente, como una buena herramienta para plantearse el final de la vida y asumir, en parte, el control de este momento.
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