De forma conjunta, la Asociación Española de Pediatría y la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica han difundido un comunicado en relación al consumo del aceite de palma y el ácido palmítico en la alimentación infantil. En el documento aclaran que el consumo de grasas concierne de forma diferente a los niños menores de dos años y a los mayores de esa edad y los adultos.
El aceite de palma es un aceite vegetal rico en grasas saturadas, fundamentalmente ácido palmítico, que se emplea frecuentemente en alimentación. Es un aceite que no procede de cultivos transgénicos y que, en su forma refinada, no aporta sabor, es muy estable y no se enrancia ni oxida fácilmente, como apuntan estos especialistas. Además, mantiene bien sus propiedadess organolépticas cuando se eleva la temperatura, por lo que se utiliza en alimentos que se cocinan o preparan a altas temperaturas.
Estos hechos, junto a su rendimiento (produce diez veces más aceite por unidad de área que otras cosechas de semillas oleosas), y su precio, han hecho que sea el aceite vegetal más usado en el mundo (constituye aproximadamente el 30% de la producción mundial de grasas y aceites). Los pediatras recuedan que existe una recomendación expresa de limitar el consumo de grasas saturadas por sus potenciales efectos perjudiciales para la salud, en especial, en relación con la enfermedad cardiovascular y la obesidad. “Fuera de una recomendación general de limitar el consumo de grasas saturadas (sean de origen vegetal, como es el caso, o de origen animal), no existen datos específicos concluyentes sobre el consumo de aceite de palma o del ácido palmítico y variables de salud”, destacan.
Además, estos especialistas confirman que las recomendaciones de consumo de grasas para la población (mayores de 2 años) es que el consumo total sea inferior al 30% del aporte calórico total, de las cuales, las grasas saturadas deben constituir menos del 10% (por ejemplo, para una dieta de 2.000 kcal, esta cantidad se traduce en un máximo de 20-22 gramos de grasas saturadas al día).
Contaminantes en el proceso de refinamiento
La alerta de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) hacia una referencia específica, no tanto a las características nutricionales del aceite de palma, sino a los contaminantes generados en el proceso de refinamiento, revisando los límites máximos que se generan en el mismo. En la actualidad se está trabajando en la reformulación o mejora de la composición de los alimentos, y que contempla el empleo de aceites con un perfil nutricional más saludable. Al respecto, los pediatras consideran necesario demostrar que las alternativas que se propongan sean seguras para la salud, y factibles desde el punto de vista de garantizar las características organolépticas de los alimentos, hasta la fecha no conseguido.
En este comunicado hablan del papel de las grasas en la alimentación del lactante y del niño pequeño (hasta los dos años). “Las necesidades de energía del lactante y del niño pequeño son elevadas, y la grasa constituye aproximadamente el 50% del contenido energético de la leche materna y de las fórmulas infantiles”, precisan. Esta grasa está en forma de triglicéridos, en los cuales, los ácidos grasos saturados y no saturados se unen a una molécula de glicerol. “No está indicada la restricción del consumo de grasas en estas edades, y el empleo de dietas pobres en grasas se asocia efectos negativos sobre el crecimiento y el desarrollo a largo plazo”, añaden en su documento.
El ácido palmítico es el ácido graso más abundante en el organismo y tiene distintas funciones además de la producción de energía, entre otras, la capacidad de unirse a determinadas proteínas necesarias para algunas funciones del sistema nervioso, para la formación del surfactante pulmonar o para garantizar la unión celular.
Las fórmulas infantiles
Los pediatras insisten en que la leche materna es el alimento ideal en el lactante y el modelo sobre el que se elaboran y desarrollan los sustitutos de la leche materna. De todos los ácidos grasos saturados de la leche materna, el ácido palmítico es el más abundante ya que constituye entre el 20 y el 25% de los ácidos grasos de la leche, de los que una parte importante está colocada en la posición 2 del triglicérido (conocida también como beta). En cuanto a las fórmulas infantiles, sustitutos de la leche materna cuando no se dispone de ésta, tienen un contenido en ácido palmítico en cantidades similares a las de la leche materna, aunque en su mayor parte en la posición 1 y 3 del triglicérido.
En el resumen del documento, estas dos sociedades científicas creen que el consumo de grasas concierne de forma diferente a los niños menores de dos años y a los mayores de esa edad y adultos. En menos de dos años, el consumo de ácido palmítico es importante, pues su contenido en el organismo es elevado y tiene funciones específicas. Por ese motivo está presente en las fórmulas infantiles y en otros alimentos infantiles. “Es un ingrediente imprescindible, y el aceite de palma es una fuente importante de ácido palmítico”, apuntan en relación a los menores de dos años.
En niños mayores de esa edad y en adultos se recomienda controlar la cantidad y calidad de la grasa consumida. El aceite de palma está contenido en muchos productos manufacturados de consumo habitual por sus características organolépticas. La recomendación de consumo, para estos especialistas, se encuadra dentro del total de grasas saturadas (sean de origen vegetal o animal), teniendo en cuenta sus potenciales efectos negativos sobre la salud cardiovascular. La alerta está relacioanda con los contaminantes que pueden producirse durante su manipulación y no sobre sus efectos nutricionales.
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