La alimentación es un derecho. Todas las personas deberían poder ingerir los nutrientes necesarios para llevar una vida sana y activa. No obstante, no siempre se tienen los medios ni las condiciones óptimas para su acceso. Ejemplo de ello son las personas con disfagia, es decir, con problemas para tragar alimentos sólidos o líquidos.
En España se estima que más de dos millones de personas padecen disfagia, pero aproximadamente el 90% de los casos no están correctamente diagnosticados ni tratados. Por eso, en el Día Mundial de la Alimentación, que se conmemora hoy 16 de octubre, el Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid (CPLCM) exige mejorar el diagnóstico de la disfagia para que los pacientes tengan acceso al tratamiento de manera temprana.
La disfagia es un síntoma que se caracteriza por la dificultad de tragar o deglutir alimentos sólidos o líquidos de manera eficaz y segura. “Se trata de un problema muy prevalente, sobre todo en las personas mayores, pero también en pacientes con enfermedades neurodegenerativas (alzhéimer, párkinson, esclerosis múltiple, esclerosis lateral amiotrófica…), enfermedades raras, procesos oncológicos o infecciosos o daños neurológicos, como el ictus”, explica Salvador Jiménez, logopeda especializado de disfagia del CPLCM.
Complicaciones derivadas de la disfagia
Esta afección está directamente relacionada con una alimentación ineficaz y supone un riesgo para la integridad de la persona, ya que provoca complicaciones importantes como la pérdida de peso, desnutrición, deshidratación o neumonías por aspiraciones que aumentan la morbilidad. Además, deben tenerse en cuenta aspectos psicológicos, sociales y económicos que influyen en el bienestar de estos pacientes y sus familias.
Sin embargo, su detección aún sigue siendo un desafío. Tan solo un 10% de los casos se diagnostican correctamente. Por ello, desde el Colegio de Logopedas de Madrid sostienen que es necesario visibilizar este síntoma en todos los niveles asistenciales, incluirlo en la historia clínica e informes y formar a los profesionales sanitarios para conseguir un abordaje y detección precoz de sus complicaciones, puesto que influyen directamente en el estado de salud de la persona afectada.
Signos de alarma y diagnóstico de la disfagia
La disfagia pasa desapercibida por los propios pacientes. Salvador Jiménez puntualiza que “la reducción en la ingesta de comida y bebida, mayor tiempo para comer, dolor al tragar, imposibilidad para tragar, carraspeos excesivos, tos, voz húmeda, etc., son algunos signos de alerta que deben hacer sospechar de la posibilidad de disfagia”. Y, en estos casos, es clave consultar al médico para que pueda derivar a un especialista que determine cuanto antes si se trata de disfagia y el paciente pueda acceder de manera temprana al tratamiento adecuado y rehabilitación.
La historia clínica y un examen físico minucioso son una buena base para detectar la disfagia. “Saber si existen enfermedades que puedan provocar esta disfagia y conocer los síntomas que el paciente expresa nos ayuda a entender el origen y el tipo de disfagia que pudiera tener. Además, contamos con test más concretos que determinan la seguridad y la eficacia de la deglución, así como con pruebas diagnóstica complementarias (estudio videofluoroscópico, endoscopia, evaluación fibroscópica de la deglución…) que nos ayudan a valorar el trastorno funcional y prescribir el tratamiento dietético y/o rehabilitador más adecuado”, indica este logopeda.
Tratamiento temprano
La deglución debe cumplir dos principios básicos: eficacia en la ingesta de líquidos y los nutrientes necesarios para una correcta hidratación y nutrición y seguridad, es decir, que no existan complicaciones respiratorias. Por tanto, el tratamiento de la disfagia debe estar orientado a conseguir ambos objetivos.
Según Salvador Jiménez, una vez diagnosticada la disfagia, “es fundamental comenzar el tratamiento lo antes posible para intentar recuperar, en la medida de lo posible, la funcionalidad y procurar una mejor calidad de vida a la persona”.
El tratamiento de la disfagia se realiza de manera multidisciplinar, incluyendo a médicos, enfermeras, cuidadores, dietistas y logopedas. Los logopedas tienen un papel muy importante, desde la identificación de los signos y síntomas de la disfagia hasta el tratamiento y la aplicación de cuidados al paciente.
Entre las estrategias de rehabilitación deglutoria destacan los cambios posturales, modificaciones en la dieta, adaptación de las texturas, estrategias de deglución seguras y ejercicios orales o faríngeos. En todas ellas interviene el logopeda. Además, los logopedas pueden educar en prácticas de alimentación seguras a los cuidadores: comer a velocidad lenta, en volúmenes de mordisco y trago pequeños, y observar las señales del paciente para parar o continuar.
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