Erica Sloan ha visitado recientemente el CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas).
Lo ha hecho como ponente del congreso internacional sobre metástasis organizado por los investigadores del CNIO Eva González-Suárez, Héctor Peinado y Manuel Valiente, con el apoyo de la Fundación La Caixa. Allí ha hablado de cómo el sistema nervioso y situaciones como el estrés se relacionan con el cáncer.
¿Por qué empezó a estudiar la relación entre sistema nervioso y cáncer?
Empecé estudiando metástasis, y después pasé a investigar cómo las fibras nerviosas controlan los virus. Al hacerlo observé que las células del sistema inmunitario localizadas situadas cerca de los nervios se infectaban más, y eso empeoraba la respuesta defensiva. Como había trabajado en metástasis me pregunté qué pasaría si en vez de tener un infección vírica tuvieras cáncer. ¿Cómo afectan los nervios a las células tumorales? Así empezamos a estudiar el efecto en el cáncer de los neurotransmisores —las sustancias que emplean las neuronas para comunicarse—.
¿Observaron pronto algún efecto?
Encontramos que el cáncer se difunde más rápidamente en los animales estresados. Fue hace diez años. Después seguimos estudiando cómo los neurotransmisores que actúan en condiciones de estrés hacen que las células tumorales sean más invasivas. Descubrimos que cuando hay mucho estrés los vasos sanguíneos en los nódulos linfáticos [donde se fabrican las células del sistema inmunitario] se remodelan, de manera que no solo las células tumorales se vuelven más invasivas, sino que hay más vías por las que pueden salir del tumor primario y diseminarse.
Usted investiga la relación entre estrés, cáncer y sistema inmunitario, es decir, las defensas del organismo. ¿Cómo afectan los cambios que ha descrito a nuestra respuesta inmunitaria?
Las células defensivas responden al estrés de manera muy diferente a las tumorales. Si las células tumorales se vuelven más invasivas, las células del sistema inmunitario hacen justo lo contrario: se quedan quietas. Una célula inmunitaria sana circula por el organismo buscando a otras células inmunitarias, para responder coordinadamente si detectan una amenaza. Pero si hay estrés los neurotransmisores frenan las células inmunitarias, de manera que no interaccionan con las demás y no pueden montar una respuesta defensiva.
Así que el efecto es doblemente negativo.
Por eso creo que la señalización a través del sistema nervioso simpático [que implica la producción de neurotransmisores que transmiten un tipo de señal nerviosa] es tan importante en cáncer. Actúan sobre las células tumorales y las del sistema inmunitario, generan cambios vasculares y probablemente también otros efectos, que ya están observando otros grupos.
¿Significa que el estrés aumenta el riesgo de cáncer?
El término riesgo implica influir en la posibilidad de que aparezca un cáncer, y no, por ahora no tenemos pruebas de ello. De lo que hablamos es de que el estrés aumenta la progresión del cáncer una vez que ya existe.
Pero a menudo se quita importancia al estrés.
Sí. Tendemos a ver el estrés como una debilidad, a pensar que solo es algo que ocurre en nuestras mentes. Pero el estrés no está solo en nuestra mente, realmente se transmite al organismo, también al microambiente tumoral. No debería sorprendernos, todos sentimos que el corazón late más rápido cuando estamos ante una amenaza.
¿Hay un biomarcador que pueda alertar de que se padece demasiado estrés?
Parte del problema es que no hay una métrica externa de lo estresante que es cada estímulo. Distintas personas sometidas al mismo estímulo responden de manera distinta. Por eso el mejor biomarcador es la manera en que la señalización molecular del estrés afecta a la expresión de los genes, por ejemplo, a genes con un efecto protector sobre la salud o lo contrario, a genes que hacen que un cáncer empeore. Otros grupos han identificado decenas de genes que se apagan o encienden cuando hay niveles extremos de estrés.
Ha descubierto que un fármaco de tipo betabloqueante, usado contra la hipertensión, también tiene un efecto contra el cáncer.
Los betabloqueantes impiden que el sistema cardiovascular escuche una señal de estrés. Amortiguan la respuesta al estrés y estabilizan el corazón. Nosotros hemos hecho varios estudios con mujeres con cáncer de mama. En uno seguimos a las pacientes durante años y vimos que en las que tomaban el betabloqueante carvedilol el cáncer se diseminó menos, y su supervivencia fue mayor. Esos hallazgos indican que hay explorar más a fondo el uso de carvedilol para ralentizar la progresión del cáncer. Es un fármaco que ya se usa en oncología para paliar los efectos de la quimioterapia sobre el corazón.
Volviendo al estrés, es difícil no sentirlo ante un diagnóstico de cáncer. ¿Cómo se evita?
Tener un cáncer realmente es estresante, eso es así; la cuestión es, ¿podemos tratar no solo el cáncer, sino al paciente en su conjunto? Porque eso también influye en su salud. Quizás el mensaje no es para el paciente, sino para todo el sistema que lo trata.
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