Las desigualdades educativas matan más que el tabaco. Esa es la demoledora conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores que este jueves han presentado su trabajo en la XLI Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología y el XVIII Congresso da Associação Portuguesa de Epidemiología (APE), que se celebra en Oporto. Edición tras edición, las desigualdades sociales y de género forman parte de la programación de este encuentro científico con el objetivo de fomentar la perspectiva de género y socioeconómica en el campo de la investigación epidemiológica y en los estudios relacionados con la salud.
Con respecto a las desigualdades en educación, utilizando el registro de mortalidad y los datos de exposición de la población de España para el periodo 2016-2019, los investigadores estimaron que se produjeron un total de 64.960 muertes anuales (35.920 hombres y 29.040 mujeres) atribuibles a la desigualdad educativa, frente a las 54.772 muertes anuales atribuibles al tabaquismo en nuestro país (45.865 hombres y 8.907 mujeres). Es decir, que la mortalidad asociada a las desigualdades socioeconómicas en España es mayor que la mortalidad por el consumo de tabaco.
Sin desigualdades, la mortalidad asociada a ellas se reduciría en casi un 20%
Tal y como explica Sergi Trias-Llimós, investigador Ramón y Cajal del Centro de Estudios Demográficos de Barcelona y autor principal de este estudio, las personas con un nivel educativo más bajo presentan tasas de mortalidad más altas. Esto se debe a múltiples factores, como que las personas con un nivel educativo más alto suelen tener mejores ingresos, más recursos materiales y más conocimiento sobre salud y bienestar, entre otros. “Todo ello contribuye a que las clases sociales más altas gocen de mejor salud y, por tanto, de una mayor esperanza de vida”, apunta.
De hecho, según los cálculos de Trias-Llimós, si no existieran las desigualdades, si todo el mundo tuviera el nivel educativo de los grupos sociales más favorecidos, se podrían llegar a evitar un 18% de las defunciones asociadas a esta inequidad.
En el caso de los hombres, se evitarían principalmente muertes causadas por enfermedades cardiovasculares, respiratorias, cánceres e infecciosas. En cuanto a las mujeres, la mayoría de las muertes que se evitarían estarían relacionadas con enfermedades cardiovasculares, infecciosas y endocrinas.
“Estas desigualdades son un desafío para la salud pública. En muchas ocasiones se estudian desde una única perspectiva y hay que analizarlas desde distintos prismas para poder involucrar a quienes ponen en marcha las políticas públicas”, considera el investigador. “Aunque las políticas de salud pública generalmente se han centrado en cambiar los estilos de vida, este estudio muestra que la eliminación de las desigualdades estructurales tendría un impacto muy relevante“, añade.
Retrasos en los diagnósticos que ponen en riesgo la salud de las mujeres
Además de la posición socioeconómica, el género es otro de los factores determinantes de las desigualdades en salud. No solo determina la diferente exposición a los riesgos, también los comportamientos relacionados con la salud, el acceso al sistema sanitario e incluso el diagnóstico y el tratamiento.
Por ejemplo, los trabajos que requieren mayor esfuerzo físico son típicamente realizados por hombres, lo que les expone a mayor riesgo de accidentes laborales. En contraposición, las mujeres suelen llevar a cabo las tareas relacionadas con los cuidados, lo que las expone a productos químicos relacionados con la limpieza o a movimientos repetidos.
“Hombres y mujeres accedemos de manera diferente al sistema de salud y el sistema de salud también responde de manera diferente, ya que el conocimiento que se aplica en la práctica clínica parte de una investigación que ha priorizado el conocimiento sobre la salud de los hombres y ha perpetuado estereotipos de género“, señala Elisa Chilet, investigadora y docente de la Universidad Miguel Hernández de Elche, que en este congreso ha impartido un curso sobre las desigualdades en salud con perspectiva de género.
Una diferencia en el diagnóstico de hasta 4 años
Chilet expone citando un estudio publicado en 2019 en Nature Communications que, de media, las mujeres reciben los diagnósticos hasta cuatro años más tarde que los hombres, aunque se desconoce si estas diferencias se deben a la genética, al medioambiente, a los criterios de diagnóstico o a una combinación de varios factores. Pero los retrasos en el diagnóstico no son las únicas consecuencias de estas desigualdades, también lo son el infratratamiento en las enfermedades del corazón, una mayor prescripción de analgésicos, más diagnósticos depresivos y ansiosos y, por el contrario, infradiagnóstico de otras patologías mentales.
“Se tiende a interpretar los síntomas y quejas de las mujeres como exagerados y a atribuirlos a causas psicosomáticas y no físicas”, explica la investigadora, que también hace referencia a los dolores incapacitantes que sufren muchas mujeres durante la menstruación. “Tienen que escuchar una y otra vez eso de que el periodo duele y no se ha considerado un problema de salud importante a estudiar”, afirma.
Asimismo, Chilet se muestra muy crítica con la actitud paternalista con la que, en ocasiones, el personal médico encara el momento del parto. “Se parte de la premisa de que las mujeres deben ser estoicas durante el parto a pesar del dolor”, dice.
Avances importantes (pero lentos) frente a la desigualdad
Pese a estas desigualdades considera que los y las profesionales de la salud cada vez son más conscientes de que la situación debe cambiar, y han surgido distintas iniciativas desde la práctica clínica para que tenga en cuenta las cuestiones de género. “Sin embargo, teniendo en cuenta que hace más de 30 años que estamos discutiendo sobre estos sesgos, el avance es lento”, puntualiza.
Ante esta realidad, la experta cree que la epidemiología puede jugar un papel fundamental aportando información sobre las diferencias en la prevalencia de las enfermedades entre sexos, los comportamientos de riesgo o el acceso a la atención médica por parte de hombres y mujeres. “La investigación que no incluya la perspectiva de género será una fotografía parcial de la realidad que nos llevará a soluciones que no benefician de manera equitativa a la población”, advierte.
Un encuentro con cerca de 800 profesionales
Alrededor de 800 profesionales se reúnen en Oporto desde el martes en el marco de la XLI Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología y el XVIII Congresso da Associação Portuguesa de Epidemiología (APE). A través de 16 mesas espontáneas y un millar de comunicaciones se están abordando cuestiones como la vigilancia del cáncer, la mala conducta científica, salud y vulnerabilidad social, salud urbana y cambio climático, enfermedades infecciosas, COVID-19 y sus secuelas, género y salud, salud materno-infantil, VIH, salud mental o ecoansiedad.
El viernes 8 de septiembre a las 12:00 horas, una mesa sobre cómo la epidemiología ha contribuido a las opciones en las políticas de salud pondrá el broche final a esta edición del congreso.
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