Cada año, 200 millones de personas afrontan el periodo final de su vida como consecuencia de una enfermedad en fase avanzada, progresiva, incurable y que no responde a un tratamiento específico. Concretamente en España, más del 70% de la población va a pasar por un proceso de enfermedad avanzada que requerirá de cuidados paliativos.
Ante esta realidad, el I Congreso de Economía Plateada, que se celebrará los días 17 y 18 de marzo en Mérida y cuyos ejes serán el envejecimiento activo y saludable, la dependencia y el final de vida, analizará la necesidad de promover comunidades y ciudades compasivas y cómo mejorar los cuidados al final de la vida más allá del ámbito sanitario.
Según el presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), Rafael Mota, la atención en el final de vida no solo es cuestión de profesionales sanitarios o de los servicios sociales. “La muerte es, en la actualidad, el gran tema tabú. Hoy en día la sociedad en su conjunto suele mirar para otro lado en cuestiones como la muerte y el sufrimiento. Por tanto, se trata de concienciar y capacitar a los ciudadanos en el acompañamiento y cuidados de las personas más vulnerables de nuestro entorno”, destaca el Dr. Mota.
Por su parte, la directora general de la Fundación New Health, Isabel Donado, sostiene que el proceso de morir “tiene una gran implicación social y familiar; las necesidades de las personas en situación de enfermedad avanzada son multifactoriales, y los aspectos biológicos, psicológicos, familiares y sociales se presentan de manera entrelazada e influyen los unos en los otros”.
Atentos a la cronicidad
El aumento de la esperanza de vida y el progresivo envejecimiento de la población traen consigo un incremento gradual de la prevalencia de algunas enfermedades crónicas, que están ampliando las situaciones de discapacidad y dependencia. De hecho, tres de cada cuatro muertes se producen por la progresión de uno o más problemas crónicos de salud, y entre el 1% y el 1,5% de la población padece enfermedades crónicas complejas en fase avanzada con necesidades de cuidados. “Envejecimiento, soledad y dependencia van de la mano. Todo esto hace que los sistemas sanitarios y sociales actuales se vean incapaces de acoger la demanda existente, poniendo en peligro la sostenibilidad de los mismos. Por tanto, es necesario apostar por modelos de atención integrada que incluyan a la comunidad”, subraya el presidente de SECPAL.
En este contexto, Isabel Donado explica que los cuidados paliativos son, cada vez más, una necesidad ética y también económica: “Se ha demostrado que cuando se implantan programas integrados de cuidados paliativos, huyendo del modelo hospitalocéntrico para ir a un modelo basado en la atención domiciliaria y ambulatoria, se ahorra entre un 20% y un 30% de los costes, que son mayoritariamente hospitalarios. Las personas van al hospital, no porque necesiten que las curen, sino porque no tienen quién las cuide”.
La importancia de una respuesta especializada
Se calcula que al menos el 40% de los pacientes que fallecen con necesidad de cuidados paliativos son complejos, es decir, requieren una atención paliativa especializada, mientras que el resto puede ser atendido por profesionales de Atención Primaria formados en este ámbito.
“Los profesionales de los centros de salud son quienes mejor conocen la biografía de las personas que padecen una enfermedad crónica avanzada en situación de final de vida y a sus familiares. Ahora bien, en situaciones de mayor complejidad, esta atención debe ir complementada y coordinada con la atención hospitalaria y la que prestan los equipos específicos de Cuidados Paliativos”, explica el Dr. Rafael Mota. Por eso, este experto entiende que una atención de excelencia en cuidados paliativos debe pivotar entre la Atención Primaria y Hospitalaria.
En la misma línea, Isabel Donado apunta que se trata de diseñar “un modelo accesible, capaz de atender la complejidad y económicamente sostenible”, porque “si no damos una respuesta especializada al final de la vida, la inmensa mayoría de la población continuará muriendo mal, con gran sufrimiento y a un coste evitable”.
Ciudades compasivas
El movimiento de ciudades o comunidades compasivas es una iniciativa internacional promovida por la sociedad científica Public Health and Palliative Care International (PHPCI). “Se basa en la necesidad de que las comunidades tomen conciencia y se responsabilicen de la promoción de su propia salud, incluyendo los procesos de la enfermedad crónica, avanzada o al final de la vida. Como elementos clave, destacan la sociedad como impulsora del cambio, la compasión como eje transversal y la creación de redes de cuidados desde la comunidad”, explica Rafael Mota.
En España, varias organizaciones impulsan este movimiento, entre ellas, la Fundación New Health, que ha elaborado una metodología específica denominada Todos Contigo para el desarrollo de ciudades compasivas, a la que se han adherido varias ciudades españolas, como Badajoz, Sevilla o Getxo. Isabel Donado, directora general de la entidad, detalla que estas ciudades están configuradas “como un modelo integrado de atención sanitaria, social y comunitaria, con estructuras compartidas, acciones específicas de sensibilización, formación e intervención y un sistema de evaluación completo con indicadores de estructura, actividad, procesos y resultados”.
Ambos profesionales coinciden en que una ciudad compasiva es aquella en la que, sobre todo, sus ciudadanos se implican en el acompañamiento y cuidado de las personas que sufren.
“Madrid, Vitoria, Santurce, Vic o Zarautz son otras ciudades que cuentan con experiencias muy interesantes. Todas tienen en común considerar a la comunidad como un elemento clave y esencial para poder ofrecer una atención óptima a las personas en situación de final de vida y sus familiares”, concluye el presidente de SECPAL.
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