La situación causada por la pandemia por COVID-19 está teniendo como consecuencia el agravamiento de patologías mentales previas y la aparición de numerosos casos de ansiedad que pueden avanzar hacia la cronificación. Además, el hecho de no poder acompañar al familiar en su enfermedad y en el proceso de muerte puede derivar, para muchas familias, en dificultades para elaborar el duelo. Los expertos piden más recursos y mayor atención a este problema creciente.
Los efectos de la COVID-19, más allá de los síntomas y el proceso de enfermedad propio del virus, también empiezan a presentarse en las consultas de salud mental, principalmente con pacientes con cuadros de ansiedad, ante los que hay que intervenir con celeridad para evitar que deriven en cuadros de depresión, estrés postraumático y duelos complicados de elaborar. Así lo advierte el psiquiatra del Centro Asistencial San Juan de Dios de Málaga, Álvaro Doña, que añade que desde que se levantó el estado de emergencia están viendo también agravamiento en patologías mentales previas tras haber permanecido estos pacientes aislados durante el confinamiento y con las dificultades de la situación actual.
La COVID-19 irrumpió a finales de febrero cambiando la vida de todo el mundo y el estrés, la tensión y el miedo provocado por esta situación, lejos de ser transitorios, se está sosteniendo durante mucho tiempo. “Es el precio que estamos pagando, puesto que lo que estamos viendo es mucho cansancio, apatía, síntomas ansiosos y depresivos en muchos pacientes”, explica Doña, adelantando que esta oleada de pacientes que empiezan a llegar -y que aumentará previsiblemente en los meses sucesivos- se parece mucho a la que llegó con la crisis económica del 2008 debido al nivel de incertidumbre al que estamos sometidos como sociedad. “Generalmente, se hacen análisis muy planos sobre la afectación de esta crisis, con mensajes muy generales sobre las consecuencias. Sin embargo, esta pandemia nos afectará a cada uno en función de las circunstancias que nos haya tocado vivir, de manera diferente”, puntualiza el psiquiatra de San Juan de Dios.
La vivencia de la pérdida
Como en todas las crisis, la vivencia de la pérdida es una de las consecuencias más complejas, y en esta pandemia se han producido diferentes pérdidas que derivarán en necesidades diversas. Según, Álvaro Doña, “Primero, nos encontramos con personas que han perdido a sus familiares o allegados a causa del virus, lo que ya es suficientemente duro. Al ser una enfermedad infecciosa, por prevención no han podido acompañar al familiar en el proceso de morir, lo que está generando mucha sensación de culpa, y esto dificulta y alarga el proceso de duelo”.
Además, añade que “somos una sociedad mediterránea en la que los velatorios son actos multitudinarios donde nuestro círculo nos muestra su apoyo, nos hace ver que no estamos solos frente al dolor. Pero en los meses más duros, apenas dos personas podían velar al fallecido, sin ninguna compañía ni apoyo, y esto ha generado un dolor extra. Pero es que, además, el resto de la familia que no veló al fallecido ha tenido que elaborar ese duelo sin realizar el ritual de despedida tal y como estamos acostumbrados, algo que resulta muy complejo”. A pesar de la dureza de la situación, el psiquiatra aconseja a estas personas intentar darle un sentido a ese sufrimiento, pensar que el sacrificio de no haber podido acompañar a su familiar hasta el final ha podido servir para proteger otras vidas y evitar la propagación de la enfermedad.
Otra pérdida que ha dejado la COVID-19 ha sido la de muchos empleos, de negocios o de poder adquisitivo como consecuencia de los ERTE. Por ello, Doña refiere de nuevo la similitud con la crisis de 2008, indicando que la pérdida del empleo, el cierre de un negocio o un cambio drástico en el poder adquisitivo familiar conlleva que muchas personas sientan una pérdida del sentido vital, un gran vacío existencial que, al mantenerse en el tiempo, puede derivar en trastornos depresivos.
Distintas maneras de afrontar el miedo
Los datos sobre contagios, fallecimientos, secuelas, etc. han sometido a la sociedad a un miedo continuado, pero no todo el mundo lo afronta o resuelve de la misma manera. Y la primera de ellas, es la negación. “Teóricamente, podríamos decir que negar la existencia de la enfermedad podría ser una reacción frente al miedo. Cuando hay una evidencia tal, a todos los niveles, de la existencia de la pandemia y sus daños, negar su existencia puede resultar una estrategia de supervivencia ante el miedo”, explica el psiquiatra del centro San Juan de Dios de Málaga.
Pero también está el otro extremo, en el que se sitúan personas mayores o de riesgo que se encuentran aterradas y que se autoconfinan y aíslan frente a ese temor. A ello, hay que sumarle otro miedo del que, según Doña, se habla muy poco y que hay que visibilizar también, y es el que tienen muchas personas a ser vehículo de contagio, es decir, personas que temen contagiarse y, a su vez, ser el foco de contagio para sus seres queridos. Esto podría cristalizar en un futuro cercano en ansiedad, síntomas de estrés postraumático, fobias o trastorno obsesivo-compulsivo si no se interviene.
Procesos acelerados de cambio
En esta pandemia, en la que el patógeno y su comportamiento eran desconocidos, se han producido continuos cambios en los protocolos de atención o prevención, y esto ha creado una sensación de incertidumbre mantenida y de falta de control para muchas personas. Como ejemplo, el psiquiatra malagueño apunta cómo al principio algunas voces recomendaron usar guantes al salir de casa y, poco tiempo después, se desaconsejó porque su uso genera confianza y puede llegar a ser contaminante si entra en contacto con la cara.
Otro aspecto de cambio acelerado ha sido el del teletrabajo. Doña explica que en poco tiempo, muchas personas han tenido que aprender a manejar las aplicaciones de videollamada o reuniones on line y que su aprendizaje a ritmo forzoso ha supuesto una gran carga de ansiedad para un segmento de la población no familiarizado con las tecnologías. Para otros muchos, a esto se le ha sumado la ayuda a los hijos durante sus jornadas lectivas, impidiendo centrar su atención total en una misma tarea. Por último, muchas personas que han estado o están teletrabajando ven como sus horarios no tienen fin, algo que hace mucho daño, según el psiquiatra, “porque revierte en la pérdida del descanso, en un estado de tensión continuo y en una incapacidad de hacer planes, que es lo que nos tranquiliza: conocer si tenemos un rato para hacer la compra, llevar al niño al pediatra o salir a correr. Estamos viviendo una situación donde es muy difícil organizar nuestro tiempo”. Todo ello desemboca en altos niveles de ansiedad y, sobre todo, cansancio.
Resiliencia y relativización como herramientas para evitar los trastornos
La evolución de la experiencia en el ‘contexto COVID-19’ tiene muchos paralelismos con la evolución que han presentado otras catástrofes previamente estudiadas, pues “los primeros días fueron jornadas heroicas marcadas por mensajes positivos: hacíamos gimnasia en casa con el vecino de enfrente, nos pasábamos chistes por el móvil, nos decíamos unos a otros que esto se acabaría, que seríamos mejores personas después del virus… Aparece una sensación de ‘luna de miel’ como defensa, lo que nos ayudó a movilizar recursos psicológicos para afrontar la pandemia”, explica. Sin embargo, cuando esas expectativas no se han cumplido en los plazos deseados y la lucha se alarga, sucede el agotamiento, “porque luchar permanentemente y en muchos frentes, agota: luchamos por reabrir nuestro negocio, por recuperar nuestro empleo, por ver a nuestros familiares, por salir a la calle, para que el virus no entre en una residencia de mayores; para que no salga de una UCI…”.
Sin embargo, Doña apunta una clave fundamental para afrontar esta situación, que es conectar con el pensamiento de que este sometimiento del ser humano al azar que el virus ha puesto de manifiesto, ha existido siempre. “Vivimos en una sociedad que da la espalda a la muerte, como si no existiera, y el virus nos ha recordado que podemos morir en cualquier momento, que puede sucederle a uno de los nuestros. La clave está en comprender que la muerte forma parte de la vida y no dejar que se escape el tiempo que tenemos que vivir”. El psiquiatra del San Juan de Dios recomienda trabajar la resiliencia, no negar el miedo, sino asumirlo sin dejar que gobierne la situación, relativizando la sensación de amenaza. “Hemos seguir siempre las instrucciones que nos ofrece Salud Pública, huir de la obsesión, de los rumores y los bulos y relativizar el miedo. De lo contrario, se puede desdibujar la línea entre lo que puede ser un comportamiento sano y otro más cercano al trastorno”, concluye.
“Una de las grandes víctimas de la pandemia”
En la misma línea, el psicólogo clínico en Support – Clínica Universitaria de Psicología y Psiquiatría de UIC Barcelona Miguel Garriz ha afirmado que la “salud mental de la población se está deteriorando” a raíz de la pandemia y que los casos de estrés y ansiedad “están aumentando”.
Garriz ha atribuido esta situación a múltiples factores desencadenados a raíz de la covid-19 como la pérdida de puestos de trabajo, los ERTE o la muerte de personas queridas y ha citado también el teletrabajo, “uno de los implicados en el incremento del estrés según los estudios y los testimonios de muchos pacientes”. Para este especialista, trabajar desde casa genera “un conflicto de roles que a menudo deriva en una sobrecarga y en la dificultad para ejercerlos adecuadamente, lo que unido a la ausencia de contacto social provoca una mayor presencia de alteraciones emocionales”.
Miguel Garriz, que también ejerce en el Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Parc de Salut Mar de Barcelona, ha asegurado que “lo que parece claro es que la salud mental de la población será una de las grandes víctimas de esta pandemia” y “seguramente no se va a poder evitar”. En su opinión, para reducir el número de afectados “es importante reforzar los mecanismos de lucha contra el virus y sus consecuencias a través, sobre todo, de la mejora del sistema sanitario público y de las medidas de protección social”.
En este sentido, ha lamentado que la red pública de atención a la salud mental “sufre una precariedad crónica que hará difícil atender debidamente a los problemas que se deriven de esta pandemia, por lo que es urgente que sea dotada de recursos tanto a nivel de atención primaria como especializada”. Además, a nivel individual, según Garriz, “cada uno puede poner en marcha medidas de autocuidado mental y físico que pueden tener un impacto notable en cómo vivimos la situación actual pero lamentablemente para muchas personas esto no será fácil”.
Los médicos, grandes afectados
Más de un tercio (35%) de los profesionales sanitarios que fueron atendidos en el servicio telemático de apoyo psicológico (TAP) durante la pandemia son médicos, seguidos muy de cerca enfermeras (34%) y auxiliares de enfermería (12%). Esta iniciativa, de la que forma parte la corporación médica, se puso en marcha para atender a los profesionales de la salud en situación de sufrimiento emocional afectados por la situación de Covid-19.
Auspiciada por la Fundación Galatea (del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña), los Consejos Generales de Colegios Oficiales de Colegios de Médicos, de Enfermería y de Psicología de España junto al Ministerio de Sanidad y la Fundación Bancaria La Caixa, se trata de una plataforma telemática específica de atención en salud mental que desde el inicio ha realizado más de 2.900 intervenciones, atendiendo a casi 900 profesionales, con una media de 4 intervenciones por profesional, según los datos facilitados por la Fundación Galatea.
Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra mañana sábado, 10 de octubre, la Fundación para la Protección Social de la OMC pone de relieve el refuerzo de la atención a las necesidades de apoyo emocional y atención psicológica a los médicos que lo requieran con motivo de la pandemia, tanto desde el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIME), como desde otros dispositivos activados a tal fin; así como este servicio de apoyo telemático psicológico.
Problemas de ansiedad, estrés, alteraciones emocionales o trastornos del sueño son algunas de las patologías que ha sufrido el colectivo médico durante la pandemia de Covid-19 debido a la gran presión asistencial y al trabajo en condiciones límites que padecen miles de profesionales. De los profesionales sanitarios atendidos por el TAP destaca que el 86% de las solicitantes de este servicio son mujeres y que el 47% trabaja en el ámbito hospitalario frente al 21% de Atención Primaria y un 11% en residencias y centros sociosanitarios.
“Conscientes de los efectos de esta situación en la salud mental de los médicos, la Fundación para la Protección Social de la Organización Médica Colegial (FPSOMC) y los Colegios de Médicos han reforzado sus dispositivos de prevención, promoción y protección a la salud del médico para atender a los profesionales con trastornos psíquicos derivados de esta crisis sanitaria”, ha asegurado el Dr. Serafín Romero, presidente de la FPSOMC.
En este sentido, la FPSOMC ha recordado que desde el PAIME colegial se han flexibilizado los horarios de atención y los canales de comunicación, también online, además de la consulta presencial para poder atender a los médicos con trastornos psíquicos durante la pandemia.
Para el Dr. Serafín Romero “ahora más que nunca es necesario un programa como el PAIME para poder ayudar a los profesionales médicos que presentan malestar psíquico y emocional derivado de estar sometidos a una situación especialmente compleja nunca vista antes con la pandemia de COVID-19”. Tal y como ha explicado, cuidar de la salud mental de los profesionales sanitarios es velar por la atención sanitaria de los ciudadanos en un contexto como el actual. “Nuestro lema ‘cuidando de ti, cuidando de todos’ cobra aún más sentido”.
La Dra. Enriqueta Ochoa, psiquiatra y miembro de la Comisión Técnica del programa, asegura que en la fase más complicada de la pandemia los médicos se han volcado en el trabajo, pero cuando la situación ha mejorado se han empezado a observar las reacciones contenidas. “Aunque estemos acostumbrados a situaciones de alta demanda, ésta es extraordinariamente compleja. En este sentido, es importante trabajar en la prevención de los posibles trastornos que pueden aparecer en este colectivo profesional” – explica.
Por ello, desde el PAIME se ha trabajado para mantener su estabilidad emocional, y cuando ésta se ve alterada, ayudarles a manejar de forma adecuada las emociones y sentimientos que pueden aparecer, para prevenir la aparición de trastornos mentales y si así ocurre, tratarlos lo antes posible para evitar se cronifiquen.
Testimonio PAIME: “Los valientes somos los que hemos pedido ayuda”
“Entré en un bucle de desgaste emocional y depresión. Me hago adicta a una sustancia. Y es ahí cuando me facilitan el número del PAIME, llamo me derivan a una psiquiatra y a partir de ahí empiezo a entrar en el Programa”. Este es el testimonio anónimo de una facultativa beneficiaria del PAIME recogido en la webserie “Quién ayuda al que ayuda”.
Tras sufrir una depresión y un problema adictivo, como el relatado, recibió el apoyo de la Fundación para acceder a este programa a través de su Colegio e ingresar en un centro especializado.
“Empecé en un programa de terapia de grupo que me ayudó muchísimo. En este proceso se aprende mucho de uno mismo y de la fuerza que uno tiene. Nunca creí que podría recuperar mi vida, tú eres lo más valioso que tú tienes. Y los valientes somos los que hemos pedido ayuda”, explica (Ver vídeo).
Más inversión global
Según la experiencia adquirida en emergencias pasadas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que las necesidades de apoyo psicosocial y en materia de salud mental aumenten considerablemente en los próximos meses y años. Por ello, la OMS hace un llamamiento para que se incrementen las inversiones a favor de los programas de salud mental, que considera “infra financiados desde hace años”.
En la misma línea, desde la Federación Mundial para la Salud Mental (WFMH) destacan que la emergencia sanitaria mundial por COVID-19 ha repercutido en la salud mental de millones de personas y se han generalizado los niveles de ansiedad, miedo, aislamiento, distanciamiento social y restricciones, incertidumbre y angustia emocional: “Esta situación requiere que no se niegue a nadie la atención. El apoyo psicosocial y los planes nacionales de salud mental deben abordar las consecuencias de la pandemia y su impacto en los ciudadanos”. Así, el lema de la WFHM para esta efeméride es ‘Salud mental para todos: Mayor inversión-Mayor acceso’.
En este sentido, desde Fundación Manantial explican que, actualmente, solo el 3% del gasto en salud pública mundial se destina a la salud mental, a pesar de que hay estudios que indican que, por cada euro aportado, el sistema de salud ahorra 18. “La prevención es costo-efectiva porque, además del sufrimiento, se evita el gasto en ingresos hospitalarios, tratamientos farmacológicos y el deterioro en el funcionamiento psicosocial, consiguiendo frenar la cronicidad y que, en especial la gente joven, pueda llevar una vida activa laboral, social y familiar”, destacan desde la entidad.
Generar redes de apoyo en la comunidad
Cuidar de la salud mental de la población no se basa solamente en una perspectiva médica. Además del apoyo clínico profesional que precisan las personas con diagnóstico en salud mental, el espíritu colaborativo vivido durante la pandemia es fundamental desde la perspectiva comunitaria: “Necesitamos sentir que no estamos solos, sino que pertenecemos a una comunidad que nos cuida y a la que también podemos aportar algo. Trabajar con el entorno es esencial en los procesos de rehabilitación de las personas con problemas de salud mental porque, cuanto más tupida sea esta red de apoyo, más posibilidades hay de que las personas se recuperen”, detallan en Fundación Manantial.
Sin embargo, en la entidad lamentan que el estigma sigue siendo la principal barrera que impide el acceso a la salud mental en nuestro país: “Mucha gente no pide ayuda y ni siquiera conoce la red sociosanitaria. La ansiedad, la angustia o la depresión continúan asociándose a la vulnerabilidad y la debilidad, y no nos atrevemos a hablar de ello. La sensibilización social es clave para cuidar nuestra salud mental, adquirir herramientas de cuidado y, por supuesto, mejorar el acceso a los dispositivos de ayuda en salud mental cuando sea necesario”.
La ayuda del fisioterapeuta
El tratamiento con fisioterapia contribuye a mejorar problemas de salud mental como el estrés o la ansiedad, que se han visto agravados por las situaciones de incertidumbre y cambios provocadas por la pandemia de COVID-19.
Así lo ha asegurado el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM), con motivo de la conmemoración, el próximo sábado, 10 de octubre, del Día Mundial de la Salud Mental, que este año se centra en visibilizar las carencias que la pandemia ha dejado en los tratamientos de estas patologías.
De esta forma, el CPFCM recuerda que, si bien el estrés y la ansiedad producen dolor físico que puede ser tratado con fisioterapia, el fisioterapeuta tiene también competencias para identificar situaciones en las que los factores psicosociales influyen en los síntomas del paciente y poder hacer así una valoración del paciente y de los factores que pueden influir en la salud mental. “Una vez realizada la valoración, podrá decidir la derivación del paciente a otros profesionales de la salud y el establecimiento de pautas y recomendaciones”, explican desde la comisión de Salud Mental de la Institución colegial.
En este sentido, desde este grupo de trabajo subrayan la importancia de la fisioterapia para “ayudar a modular y reconocer situaciones estresantes y pensamientos dañinos que alteran nuestro esquema corporal, nuestro estado de salud y dificultan nuestra vida diaria, ayudando a los pacientes a que sean conscientes de estos elementos y puedan trabajar en ello recurriendo a los profesionales adecuados y aportando desde la fisioterapia a mejorar algunas de las consecuencias físicas que conllevan los problemas de salud mental”.
Y es que, tal y como explican los fisioterapeutas, “algunas de las situaciones que ha traído la pandemia como la falta de contacto físico, el sedentarismo y mantenimiento de posturas en las largas jornadas de teletrabajo o las condiciones del entorno del hogar no adaptado a las nuevas circunstancias, originan alteraciones musculoesqueléticas, que a su vez provocan más tensión, ansiedad, dolor y un estado de ánimo bajo en la persona”.
Ante esta situación, el fisioterapeuta es uno de los profesionales competentes a la hora de guiar al paciente en los beneficios del ejercicio y el movimiento para conseguir un estado más estable, disminuir el dolor, y mejorar las limitaciones físicas, lo que ayuda a mejorar la capacidad para gestionar situaciones complicadas. “Aunque a raíz de la pandemia ha quedado claro, más que nunca, el importante papel que juega el ejercicio en la salud mental, todavía hace falta más concienciación y educación sobre los beneficios del ejercicio y que la población aprenda a valorar la salud mental de igual forma que hace con el aspecto físico”, indican desde la Comisión de Salud Mental del CPFCM.
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