“Este es mi sitio, todavía habitado“, indica Henar Valdivieso, mientras señala su espacio de experimentos en el laboratorio que su grupo ocupa en el Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG). Lo dice como aferrándose al hecho de que todavía consigue robarle algo de tiempo a las múltiples tareas y obligaciones que la apartan de la gran pasión de su vida, la investigación.
Llegó a ella casi por descarte, porque estudió Biología y tenía clarísimo que no quería dedicarse a dar clases en un instituto, pero enseguida descubrió que la Ciencia era lo suyo, sin lugar a dudas. Al fin y al cabo, siempre le gustaron los enigmas, los problemas matemáticos, el análisis y la búsqueda de soluciones… Henar Valdivieso es profesora del Departamento de Microbiología y Genética de la Universidad de Salamanca (USAL), y desarrolla su faceta científica en el IBFG, un centro mixto de la USAL y el CSIC, donde dirige el Grupo de Tráfico Vesicular y Síntesis de Glucano en Schizosaccharomyces pombe.
Utilizando esta levadura como modelo de estudio, su equipo trabaja actualmente en el conocimiento de los mecanismos de transporte intracelular de proteínas. A la larga, estos avances “podrán tener interés médico”, posiblemente en el campo de las enfermedades neurológicas, aunque como recuerda la profesora Valdivieso, los investigadores básicos no buscan aplicaciones, sino que son los encargados de hacer “los ladrillos” con los que un día los arquitectos podrán hacer “casas bonitas”. Es, quizás, la parte menos vistosa de la investigación, pero a ella le apasiona hasta el punto de reconocer que, a pesar de los recortes en la financiación, de la brutal burocracia que deben asumir hoy día los investigadores en detrimento de su labor científica y de la incertidumbre que atenaza la Ciencia, volvería a elegirla sin dudarlo ni un segundo.
La profesión de científico no suele salir a relucir cuando a uno le preguntan qué quiere ser de mayor. ¿En qué momento descubrió que le interesaba la ciencia?
Quizás mi caso es un poco particular. Cuando preguntas ahora a los jóvenes si a alguno le gustaría realizar un trabajo de este estilo hay quien te dice que la investigación le llama la atención desde pequeñito. No fue mi caso. Yo lo que sabía era lo que no quería hacer, y no quería dar clases de instituto. Sin embargo, la Biología no ofrecía muchas más salidas, así que o te preparabas unas oposiciones para impartir clases de instituto o conseguías una beca para hacer una tesis, lo que te abría la puerta a entrar en la universidad.
“En el 90% de los casos no obtienes el resultado que esperas,
y eso es frustrante, pero la vez que lo consigues
eres la persona más feliz del mundo”
Realmente, yo no conocía muy bien qué era la investigación, y no tenía vocación científica. Sabía que no tenía vocación docente, lo cual es curioso, porque resulta que ahora soy profesora en la Universidad, pero como la vida da tantas vueltas, nunca se puede saber. La investigación me fue gustando cuando la fui conociendo. Por eso creo que están muy bien las becas de colaboración que existen ahora como introducción a la investigación, porque ponen en contacto a los estudiantes con los laboratorios antes de que hayan acabado la carrera.
Eso quiere decir que en la carrera tampoco se descubre mucho qué es esto de la Ciencia…
Bueno, se hacen las prácticas, pero es algo mínimo. Esas becas suponen un primer contacto. Hay alumnos que creen que les gusta y luego se dan cuenta de que no, y otros que entran porque tienen buenas notas y lo consideran un mérito más y luego descubren que les encanta. Ese fue mi caso. Yo no tenía vocación de científica, pero tampoco docente, así que entré en un departamento para hacer lo que entonces era la tesina y me di cuenta de que disfrutaba muchísimo, porque era como resolver enigmas. A mí siempre me interesaron las Matemáticas, porque se trataba de buscar la solución a determinados problemas, lo que pasa es que no me gustaban tanto como para dedicarle mi vida a ellas. Sin embargo, me di cuenta de que esto era así, resolver un enigma, observar, plantearte hipótesis y buscar la forma de demostrarlas, diseñar tus experimentos y desarrollarlos… Luego puede que el resultado no sea el esperado, el 90% de las veces no lo es, pero aun así…
¿Y eso no resulta frustrante y desalentador?
A mis alumnos les digo que hay que repetir las cosas muchas veces; si sale mal, para ver si sale bien, y si sale bien, para confirmarlo. Y en el 90% de las ocasiones no obtienes el resultado que esperas. Eso es muy frustrante, sí, pero la vez que lo consigues eres la persona más feliz del mundo. Eso compensa. A mí me compensa. A los que nos dedicamos a esto nos compensa.
No tenía claro lo de dedicarse a la investigación, ¿pero sí a la Biología?
Pues tiene gracia, pero yo dudé entre estudiar Biología o Filología Inglesa, que son campos completamente diferentes. Me encantaba el inglés. Entonces lo que se estudiaba era francés, y yo fui de las primeras promociones que estudiaron inglés, que era voluntario. Era algo nuevo y a mí me llamó la atención, así que me apunté y me gustaba muchísimo. Pero al final me decanté por Biología. Estos estudios han ido cambiando a lo largo de los años; hay planes en los eran como dos especialidades, lo que nosotros llamamos “de bota” y de “de bata”, es decir, de campo o de laboratorio, y otras veces cambian y todo el mundo estudia todo. A mí me gustaba la Biología, pero la rama de la Bioquímica, la Genética y todo eso, no la de las plantas y los animales. Ahora existe Biotecnología, y hubo otra carrera de Bioquímicas; si yo hubiera tenido ocasión habría optado por eso, pero entonces no existía, y a mí eso de estudiar las arañas… Yo era de laboratorio.
Dice que siempre le gustaron los enigmas, que se apuntó a las clases de inglés porque era algo nuevo… El afán de descubrir parece una constante…
Sí, siempre me ha gustado lo que despierta mi curiosidad. Fíjate, el latín también me encantaba: veías una frase y se trataba de resolver lo que quería decir aquello. Descomponer esa frase y ver lo que significaba me gustaba mucho.
A veces en el surgimiento de esas pasiones tienen mucho que ver los maestros, los profesores… ¿Cómo es usted como docente?
Yo intento estimularles. Les hablo de la investigación, de la carrera científica, y les digo que todos los profesores de universidad deberíamos ser investigadores, aunque es verdad que no podemos. Lo cierto es que la vida del profesor de universidad que también investiga no es tan cómoda, más bien lo contrario. Muchos no lo hacen sencillamente porque no quieren. Pero también es verdad que muchos han investigado durante muchos años, les gusta y quieren continuar haciéndolo, pero no pueden, porque a las universidades nos han ido cortando la financiación de una manera salvaje.
¿Recuerda sus comienzos en la carrera y como investigadora?
Soy de la promoción del 80 al 85, y viví una época de cambios en el Departamento al que yo me vinculé, el de Microbiología y Genética. Tradicionalmente, usamos microorganismos modelo para estudiar problemas biológicos más generales, pero entonces se hacía fundamentalmente bioquímica microbiana. Más o menos en ese momento volvió al departamento un profesor que había aprendido en EEUU técnicas de biología molecular, como las relacionadas con la clonación, que en aquella época era lo último. A algunos nos enseñó lo que él había aprendido, y entonces hubo que incorporarlo al laboratorio, pero con poco dinero. Lo que en EEUU eran unos aparatos con unos cristales especiales para hacer una secuenciación del genoma, aquí eran unos cristales que el profesor pidió a un cristalero que hiciera. A aquello le metieron 2.000 voltios y explotó, claro.
Se incorporaron nuevas técnicas, pero de un modo más rudimentario…
Claro. El fenol lo destilábamos con un alambique, por ejemplo. Así que, aun siendo la que más rápido terminó la tesis de la promoción, tardé cinco años y medio en finalizar un trabajo que debería haber realizado en cuatro años. Desde hace mucho tiempo, el Departamento de Microbiología y Genética de Biología es centro mixto con el CSIC, de donde venía en buena medida su empuje. Don Julio Rodríguez Villanueva, que falleció el año pasado, fue el fundador, y a todos nos metió en la cabeza la idea de que para ser un buen científico había que irse al extranjero. No era eso que se dice ahora de “es que los jóvenes se tienen que ir…”, como una especie de lamento. Antes era: “Si quieres seguir y ser un buen científico, te tienes que marchar”. Punto. No se te permitía quedarte.
“España ha perdido mucho dinero en formar a personas con las mejores capacidades y que se van a producir a otros países o acaban en trabajos
para los que no habían necesitado invertir tanto tiempo y esfuerzo”
¿Por qué ahora se habla entonces de fuga de cerebros y de pérdida de talento? ¿Es que antes era más fácil volver?
Bueno, volvías cuando tenías algo. Hay gente de mi edad que ha hecho postdocs (contratos postdoctorales) de nueve años en el extranjero. Esto se lo dices a los jóvenes y no les entra en la cabeza. Muchos de los que se consideran ahora desterrados llevan menos tiempo fuera del que pasaron algunos que no se consideraban así. Volvías cuando había una plaza, pero es que había muchas menos que ahora. Ha habido unos años en medio en los que sí fueron mejor las cosas, pero entre nuestra época y la actual el panorama está igual, o incluso antes peor. Ahora muchos hacen un postdoc en Madrid o en Barcelona, o incluso en el IRNASA, al lado del río. Antes tenías que irte al extranjero, y la vuelta era más fácil dependiendo de lo que consideres “antes”. Hace 10 años, sí; hace 25 o 30, no.
¿No estamos poniendo las cosas en perspectiva? ¿Histórica, al menos?
Claro, porque todo depende de lo atrás que te vayas. Es verdad que ha habido unos años mejores, pero cuando yo estudié prácticamente solo obtenía beca el número 1 de la promoción. Ahora dicen que las becas están mal porque solo las consiguen dos de cada promoción. Lo que pasa es que en medio ha habido años en los que la lograban seis. Se mejoró, afortunadamente, y hubo un periodo muy bueno, pero hemos vuelto atrás, y toda esa gente que se formó en los años del boom y a la que se le dio la oportunidad de formarse ahora no puede volver. Y no se trata ya de su frustración personal, sino de que este país ha perdido muchísimo dinero en formar a esos científicos, personas que son las mejores de cada promoción y tienen las mejores capacidades, pero que se van a producir a otros países o acaban en trabajos para los que no habían necesitado invertir tanto tiempo y esfuerzo. Antes también lo hacías, pero como no se formaba a tantos, al final regresabas, aunque tardaras tres años, cinco o nueve.
¿Entonces el panorama sí es tan negro como lo pintan?
Es negro. La única esperanza que queda es que, como muchos estamos a punto de jubilarnos, en algún momento tendrán que abrir las puertas y sacar plazas. El miedo es que no las ocupe el que esté mejor formado, sino el que esté más cerca.
¿Diría que las oportunidades son todavía peores para las mujeres?
En mi campo he podido ver desigualdades, pero lo cierto es que no más en la Ciencia que en la calle. Igual que digo eso, reconozco que he tenido alguna compañera de instituto que destacaba muchísimo y era muy inteligente y que se encontró con bastantes impedimentos por ser mujer cuando quiso entrar en un departamento en Valladolid. Ahora ocupa un alto puesto en una gran multinacional y, sin embargo, tuvo problemas para entrar en la universidad. Claro, si se rasca tanto como se hace ahora surgen cosas. Por ejemplo, cuando fui a entrar en el departamento para hacer la tesina me entrevistó el catedrático, y me hizo una entrevista que ahora sería cuanto menos cuestionable. Me preguntó cosas como que qué era mi padre. Cuando le dije que agricultor, me preguntó que si mis hermanos habían estudiado, que dónde vivía, que si estaba “en algún piso de esos de estudiantes”… Le contesté que en una residencia de monjas y eso ya le gustó, y entonces me preguntó si tenía novio. Me dijo muy claramente: “Es que cuesta mucho formar a una persona, y las mujeres después se casan y lo dejan”. A mí eso me sentó muy mal, pero a lo largo de los años, muchas veces le he tenido que dar la razón, desgraciadamente. Porque a día de hoy hay chicas jóvenes que acuden a las manifestaciones del 8 de marzo y luego no desarrollan todo su potencial porque tienen novio y no quieren irse a vivir muy lejos de donde está él. ¿Entonces quién pone el machismo, la sociedad o tú misma?
¿Es una cuestión de actitud?
Es verdad que resulta más fácil para un hombre encontrar a una mujer que deje su trabajo y se vaya con él fuera que al contrario, es decir, que sea el novio el que deje su empleo para irse con ella. Los hay, y cada día más, afortunadamente, pero es mucho más raro. Y también es cierto que la mujer quizás se juega más el día que decide irse. Pero al final eres tú la que decides.
“Hay chicas que acuden a las manifestaciones del 8 de marzo
y luego no desarrollan todo su potencial porque tienen novio
y no quieren irse a vivir muy lejos de él”
Esta sección se llama Ellas investigan… Sin género de dudas. ¿Cree que es una afirmación válida?
Yo creo que a la hora de conceder una beca o contrato no se tiene en cuenta si la persona es chico o chica, sino el expediente. Luego, a la hora de hacer las tesis, todo depende de tu dedicación, de la suerte que tengas con tu proyecto… Y a la hora de irnos de postdoc, de si estamos dispuestas o no a marcharnos lejos porque allí está el centro más interesante; de si estás dispuesta a estar lejos de tu familia muchos años o no. Como he comentado antes, a lo largo de mi carrera he visto pequeños detalles, como escuchar, en un proceso de oposición: “Es que éste es padre de familia”… Y tú pensabas: “Bueno, ¿y tú qué sabes si yo estoy manteniendo a mi madre y a mis hermanos?”. Quizás esos detalles no eran determinantes, pero lo oías.
¿Tiene algún referente femenino que la haya guiado en la profesión?
Pues la verdad es que no. Mis jefes de tesis y de postdoc eran hombres, y la mayoría de mis compañeros también. Como curiosidad, puedo contar que cuando leía los artículos científicos de otros laboratorios había una mujer cuyo trabajo me gustaba mucho, Ira Herskowitz. Estando en California, fui a un seminario suyo, y me quedé planchada al descubrir que Ira Herskowitz era nombre de hombre. ¡Yo que iba ver a esta señora, que era para mí un referente, y resultó que era un hombre! Me gustó cuando en 1983 le dieron el Premio Nobel a Barbara McClintock por los transposones, y siempre he oído hablar de Margarita Salas, pero es que en mi época la mayoría de los referentes cercanos eran hombres, había menos mujeres.
En principio parece que existen las mismas oportunidades, pero los datos muestran que, cuando se sube en el escalafón de la carrera científica, en los puestos más altos hay muchas menos mujeres.
Pero también es verdad que muchas veces es la mujer la que no quiere, porque son puestos de mucha presión. Yo he sido testigo de casos en los que dicen: “Es que yo soy madre, no puedo dedicarme a ser directora de un centro”. Depende de la mujer.
¿Es posible ser directora y madre?
Eso depende de cómo se organice cada uno. Si las hay, es que es posible. Pero si te decantas más por tu faceta madre y tú misma dices que eso te impide desarrollar tu potencial…
¿En su caso ha tenido que elegir muy a menudo?
Yo lo tenía tan claro que para mí no ha sido elegir. Tenía clarísimo que quería dedicarme a esto, y lo demás era accesorio.
¿Diría que su decisión le ha resultado satisfactoria?
Salvo los últimos años, que me frustran bastante por la falta de financiación, en general sí. Yo hasta hace poco siempre decía que tenía la vida que quería. Ahora todo se ha puesto a unos niveles… No es solo que te den menos financiación, es que antes lo normal era que, con tu ritmo habitual de trabajo, en los tres años que dura un proyecto tú hubieras publicado un artículo y eso ya te sirviera para continuar. Ahora cada vez se exigen más artículos y de más alto índice de impacto. Pero a eso se le suma que cada vez es más difícil publicar, porque todo el mundo envía sus trabajos a las mismas revistas y la competencia es altísima. Así que si te quedas un poco atrás a lo mejor ese artículo tarda tres meses en salir, y el resultado es que te han pisado el trabajo. Encima nosotros somos cada vez más mayores, por lo que necesitas conseguir gente joven con fuerza para realizar los experimentos. Hubo un periodo en el que la financiación para becas –que ahora son contratos, en eso sí que se ha avanzado– era más fácil, pero en los últimos años cada vez ha sido más difícil conseguirlas.
“¿Cómo puedes gastar un ‘dineral’ en formar a una persona
para que haga Ciencia y tenerla toda la tarde haciendo ‘papeleo’
o mirando si las facturas están bien?”
Por otro lado, aparte de la investigación, tenemos que dedicarnos a la docencia, que es nuestro trabajo, y a mayores debemos asumir cada vez más burocracia, lo que supone una gran cantidad de tiempo perdido en hacer informes, revisar facturas… ¡Pero si a mí ni me han enseñado ni me pagan por revisar facturas! Pues tenemos que hacerlo… ¿Cómo puedes gastar un dineral en formar a una persona para que haga Ciencia y tenerla toda la tarde haciendo papeleo o mirando si las facturas están bien?
Habla de una queja repetida entre los investigadores: tienen que ser competitivos, buscar fondos, desarrollar sus proyectos… pero también estar pendientes hasta de cómo pagar los recibos de mantenimiento…
Es que resulta brutal la cantidad de burocracia que soportamos. Y ahora verás, con los escándalos de los másteres y las tesis de personajes públicos, ¡el papeleo que se nos va a venir encima! El exceso de burocracia viene de que algunos abusan del dinero público… Que busquen a un científico que se haya hecho rico a costa de dinero público que recibe para investigar. Si yo estoy toda la tarde haciendo tareas administrativas, no puedo dedicarme a pensar experimentos, que es para lo que me pagan y para lo que me ha formado este país. Por todas estas razones, en los últimos tiempos esto ha dejado de ser satisfactorio para mí. Yo solo disfruto cuando estoy en la poyata haciendo un experimento.
¿Cuántas horas del día dedica a la investigación?
¿A la investigación o a estar aquí? Porque son cosas muy diferentes. Hasta hace cinco o seis años, me podía pasar 15 horas aquí sin problema, disfrutando a lo grande y haciendo Ciencia. Últimamente estoy menos horas, no solo porque ya me encuentro mayor, sino porque me resulta menos satisfactorio, teniendo en cuenta que de todas las horas que estoy aquí cada vez son menos las que dedico a hacer Ciencia.
Aun así, su grupo tiene numerosas publicaciones en revistas de impacto.
Producimos bien, como una al año, y de un buen impacto. Es verdad que si hubieras venido hace cinco años te hubieras encontrado a cinco o seis investigadoras en el laboratorio, pero se han ido marchando porque ya leyeron sus tesis, y ahora mismo solo queda un chico con contrato, Fran, pero se le acaba en enero. También hay una estudiante de fin de grado, Elena, aunque seguramente para hacer el máster se irá fuera de Salamanca. Así que de aquí a un año, después de todo lo que he trabajado, de todo lo que he luchado y de toda la gente a la que he formado, estaré yo sola. Me queda el orgullo de que la inmensa mayoría de la gente que ha estado conmigo ha encontrado trabajo.
¿No hay motivos para la esperanza?
A lo mejor dentro de cinco años vuelve a entrar una persona joven, pero yo ya seré cinco años mayor. En este momento tengo 56 y estoy muy trabajada, he echado muchas horas aquí. Muchas. Como curiosidad, te puedo decir que sufrí un ictus hace siete años, me dieron el alta un lunes a mediodía y el martes estaba aquí, en el laboratorio. Y no me importaba. Pero si ahora tardo cinco años en conseguir a una persona, ya seré mayor. Cuando empiezan, yo les puedo enseñar las técnicas básicas, pero esto avanza muy deprisa, y estos chicos manejan técnicas que yo no sé hacer. Yo puedo leer artículos y aprenderme la teoría, les puedo guiar en la idea general del proyecto, pero ya no les puedo enseñar todas las técnicas que necesitan utilizar.
“Me queda el orgullo de que la inmensa mayoría de la gente
que ha estado conmigo ha encontrado trabajo”
En sus palabras se percibe cierta impaciencia por aprovechar la fuerza que aún tiene, como si quisiera ir más rápido de lo que va el sistema…
Claro, me gustaría tener recambio, pero el problema es que esto funciona como una cadena en la que se van poniendo técnicas a punto, y quienes las aprenden se las transmiten a los más jóvenes. Si la cadena se rompe, es muy complicado que la maquinaria pueda ponerse en marcha otra vez de una manera eficiente.
Además, las universidades llevamos las de perder, porque competimos con investigadores que no tienen que dedicar sus esfuerzos a la docencia. No somos competitivas porque tenemos que hacer dos trabajos en uno. La docencia, con el Plan Bolonia, cada vez exige más dedicación, y la investigación también. Y de estar con toda tu cabeza centrada en tus experimentos y en tu proyecto a tener que estar atendiendo otras cosas, preparar e impartir clases, corregir exámenes y seminarios, hacer informes, revisar facturas…
¿Sigue sin gustarle la docencia?
Ahora ya sí me gusta, porque no es lo mismo que en un instituto. Por lo general, en la universidad está quien quiere estar, y la asistencia a clase no es obligatoria. No es la pasión de mi vida, pero procuro hacerlo bien. De hecho, tengo la satisfacción de obtener bastante buena calificación en las encuestas de evaluación que realizan los alumnos.
No es la pasión de su vida, porque está claro que su pasión es el laboratorio…
Totalmente.
Dice que le encanta palillear (preparar los experimentos con palillos). ¿Consigue hacerlo al menos un poco todos los días?
¡Sí! (risas). Pero solo palillear, ya me gustaría a mí poder hacer experimentos al microscopio, hacer bioquímica… Ya no puedo, porque te pones a hacer un experimento, tienes una interrupción tras otra y se echa a perder. Un experimento necesita concentración.
¿Y lo echa de menos?
Mucho. Porque yo me metí en esto para dedicarme a ello, no a todo lo demás.
¿Alguna vez ha pensado que no le compensa?
No. A pesar de todo, no. Ese subidón de adrenalina que entra por la sensación de no llegar a veces es muy estimulante.
¿Y por qué se decantó por la investigación básica?
Cuando uno empieza no elige. Me gustaba el Departamento de Microbiología y Genética porque los profesores fueron buenos y lo que explicaban parecía interesante, pero claro, en Microbiología se explica sobre todo bacteriología y en el Departamento trabajaban con levaduras, es decir, nada que ver. Pero me llamó la atención. Normalmente cuando empezabas te colocaban con el investigador que en aquel momento necesitaba a una persona nueva, y a mí me colocaron con Ángel Durán, que era investigador del CSIC y me fue enseñando lo que hacían. Trabajamos en la síntesis de la pared celular con vistas a posibles búsquedas de nuevos antifúngicos. De hecho, en aquella época tuvimos un contrato con Glaxo.
“Los fallos en el tráfico intracelular de proteínas están en la base de algunas enfermedades neurológicas, y también en otras como la fibrosis quística”
Pero a medida que uno se forma va creando sus propias ideas, y muchas veces el propio trabajo te va llevando a determinadas líneas… Ahora estamos más centrados en estudiar el tráfico intracelular de las proteínas que se encargan de hacer la pared celular, que tienen que viajar desde donde se sintetizan hasta la membrana plasmática. Investigamos qué mecanismos regulan el proceso por el que las proteínas se sintetizan en el retículo, viajan al Golgi, van por los endosomas y luego unas van a la membrana y otras van a la vacuola.
¿Qué aplicaciones podría tener a la larga este trabajo?
Es importante diferenciar la investigación básica de las aplicaciones. La investigación básica busca conocer por qué las cosas son o se hacen de determinada manera. Luego alguien buscará las posibles aplicaciones. Es decir, nosotros no buscamos aplicaciones, aunque lo cierto es que los fallos en el tráfico intracelular de proteínas están en la base de algunas enfermedades neurológicas, y también en otras como la fibrosis quística. A la larga, el conocimiento sobre el control de proteínas y el tráfico intracelular podrá tener interés médico, por ejemplo en el caso de las enfermedades neurológicas, pero eso no quiere decir que lo que estamos haciendo en este momento se pueda aplicar mañana a una enfermedad en concreto.
Le pregunto porque parece que optó por la parte menos vistosa de la investigación.
A mis alumnos les digo que la investigación básica es el señor que hace ladrillos y la investigación aplicada es el arquitecto que hace una casa bonita. Y les pregunto: ¿A vosotros qué os gustaría hacer, ladrillos o casas bonitas?
La mayoría dirá que casas bonitas…
Y yo les respondo: ¿pero cómo va a hacer casas bonitas el arquitecto si no tiene ladrillos? Los ladrillos son la base, y yo creo que no hay que buscar la aplicación inmediata, porque entonces se abandonarían muchas investigaciones. A lo largo de la historia ha habido ejemplos de investigaciones muy básicas a las que encontraron una aplicación estupenda al cabo de 50 años. Si esos proyectos no se hubieran financiado, como ahora a veces parece que se quiere hacer –financiar solo lo que tenga aplicación inmediata–, se hubieran despreciado y no hubiera sido posible dar un salto cualitativo.
¿En qué proyectos está embarcado su grupo actualmente?
Como comentaba antes, estamos trabajando en los mecanismos de transporte intracelular de proteínas para averiguar cuál es el papel de algunas proteínas en esos procesos de transporte desde un orgánulo hasta otro para llegar a su destino final. Es un campo del que se conoce mucho, pero en el que también queda mucho por descubrir. Una de las ramas iniciadas por una de las estudiantes que se ha marchado se centra en estudiar cómo en esos orgánulos que sirven para transportar proteínas también se ensamblan plataformas de señalización de respuesta a estímulos estresantes. La célula recibe la señal de que tiene estrés fuera en la membrana, en la envuelta externa, pero, de alguna manera, desde los orgánulos internos también es capaz de ensamblar plataformas de proteínas de señalización y responder. Nosotros estamos viendo cómo la integridad de algunos de estos orgánulos intracelulares es necesaria para responder a daño salino, a la presencia de sales en el entorno. ¿Para qué puede servir eso? No lo sabemos. Como no hacemos investigación aplicada, desconocemos qué usos puede tener a la larga. Nuestro objetivo es entender cómo ocurre eso, para qué le sirve a la célula, cómo funciona… Claro, sí es cierto que todo lo que sea conocimiento sobre la relación de la célula con su entorno es útil, aunque no sepamos todavía para qué en concreto.
¿Sigue investigando con levaduras?
Sí, porque son como humanos pequeñitos.
No tendrán secretos para usted…
Sí, cada día. Cada vez que no sale un experimento para nosotros es un secreto, un enigma. ¿Pero por qué no nos ha salido, si nosotros creíamos saber que todo funciona así? Pues es que resulta que no funciona así.
“Quien no entienda que la Ciencia no es un trabajo,
sino un modo de vida, lo va a tener difícil”
¿Qué es para usted un buen día de trabajo?
Un buen día de trabajo es aquel en el que obtienes un resultado bonito. Es el día que en un experimento sale eso que hemos estado pensando a partir de determinados datos. Es el día más bonito del mes. O del año.
¿Ha tenido esa sensación a menudo?
Muchas veces. Bueno, muchas no, pero las suficientes para que esto merezca la pena.
Da la impresión de que ha vivido por y para la Ciencia. ¿Es capaz de salir del centro y cambiar el chip?
Malamente, como diría la cantante Rosalía. Es que quien no entienda que la Ciencia no es un trabajo, sino un modo de vida, sea hombre o mujer, lo va a tener difícil. Esto un modo de vida. A ver, que hay investigadores e investigadoras casados y con hijos, así que se puede, y yo creo que quien tiene familia sabe desconectar.
¿Si pudiera volver a elegir sería de nuevo investigadora?
Sí. De hecho, yo hice la tesis con una beca del CSIC, y hubiera querido ser del CSIC. Hace muchos años, proporcionaba más prestigio ser profesor de universidad, pero cuando yo llegué las plazas del CSIC ya empezaban a ser golosas; me presenté una vez y no la saqué, y luego obtuve la de la Universidad.
¿Su vocación viene de familia?
No. A mis padres la guerra les pilló con 12 o 13 años y no pudieron acabar la escuela. Por eso y por diversas circunstancias no pudieron estudiar
¿Y qué le dijeron cuando les contó que quería dedicarse a la Ciencia?
No sabían muy bien qué suponía eso. Mi madre me preguntó: “¿Pero eso es de maestra, como tu hermana? ¿No estarías más tranquila?”. Les conté que era lo que quería hacer y que iba a conseguir una beca. La garantía de poder conseguir una beca era ser la mejor de la promoción, así que me esforcé al máximo para ser la número uno. Acabé la carrera sin saber dónde estaban los bares ni los cines.
Es una historia muy bonita, porque hay vocaciones que llegan por tradición familiar, y cuando el talento viene de una familia humilde… Sus padres no pudieron estudiar, pero se empeñaron en que sus hijos sí lo hicieran.
Yo creo que si mis padres hubieran estudiado también les hubiera ido bien. Simplemente, a ellos no se les dio la oportunidad.
Ahora sí sabrá lo que son los bares y los cines…
Hombre, también sabía dónde estaban los de mi pueblo (Cuéllar), donde iba en vacaciones. Los de Salamanca, ¡en cuanto me dieron la beca! (risas).
¿Hay algo que le hubiera gustado hacer y no ha podido por su intensa dedicación a la Ciencia?
No. En la vida siempre estamos tomando decisiones, y al hacerlo hay cosas que se dejan de lado. Pero como yo elegía lo que me llevaba hacia aquello que me permitía seguir dedicándome a la Ciencia (que era lo que quería), no tengo la sensación de haber renunciado a esas cosas que no elegí.
Desde el punto de vista de la investigación biomédica, ¿en qué situación se encuentra actualmente Salamanca?
Sea Salamanca o sea Madrid, si no se financian proyectos, ni se permite que la gente joven se incorpore a los mismos, ni que quienes ya se han formado puedan seguir una “carrera investigadora” que culmine en la creación de nuevas líneas de investigación, la cosa está difícil. Salamanca tiene otro problema a mayores: a la hora de captar talento, es una ciudad pequeña que no llama la atención a mucha gente. Además, cuando queremos que regrese gente buena que ha estado fuera y esas personas vienen con pareja, resulta complicado, porque bastante difícil es conseguir una plaza como para encontrarle otra a la pareja. Más allá de estas circunstancias, nosotros nos jubilaremos, y si no salen más contratos y no se facilita la entrada a investigadores jóvenes, esto se secará como una planta que no se riega.
¿Es una cuestión solamente de decisión política?
La cuestión es que o se invierte en Ciencia o no se invierte. Y si no se invierte, la Ciencia se acaba.
Pero todos aseguran que apuestan por el desarrollo científico…
Sí, claro. Y de vez en cuando sale una noticia en el telediario. Pero es que la Ciencia es cara, y hace falta dinero.
Y los resultados son a largo plazo…
Claro, y eso no interesa a nivel político. A los políticos les interesa lo que rinde en cuatro años, pero esto no es así.
Siempre echamos la culpa a los políticos, ¿pero los ciudadanos no estamos un poco sordos y ciegos ante este oscuro panorama? Porque todos queremos una solución para el alzhéimer de nuestro familiar o el cáncer de un ser querido, pero tampoco exigimos que se dediquen más medios para que los avances estén más cerca…
Para nada. ¿Cuánta gente has visto salir a la calle para exigir que la Ciencia tenga prioridad? Y tampoco se puede poner la Ciencia junto a un Ministerio de Industria, como ha llegado a suceder, como si estuviéramos haciendo tornillos. ¿Qué mentalidad es esa?
¿No sería por considerar la Ciencia como motor de desarrollo económico?
Sí, pero esto no funciona como si fuera una fábrica. Hay quien dice de los científicos: “Es que se les da dinero para hacer una cosa y luego lo gastan en otra”. Si tú dices que vas a construir un puente, podrás tardar, porque a veces surgen problemas, pero acabas construyendo un puente. Sin embargo, nosotros pedimos dinero porque pensamos que una ruta de transporte de proteínas funciona así y queremos demostrarlo. Resulta que luego la célula dice que eso no es así, y tienes que desviar tu trabajo hacia otro lado.
“La Ciencia no es hacer tornillos ni puentes, es pararte a observar,
a pensar, a diseñar, a razonar… ¿Cómo vas a poner eso en un informe
que tiene unas casillas en determinado formato?”
Cuando Fleming vio que se le caía la espora del hongo en el cultivo de la bacteria y ésta dejaba de crecer, como no era algo para lo que estaba trabajando y tenía presión por publicar, podía haber tirado esa placa a la basura. No se hubiera parado a observarla y no tendríamos la penicilina. La Ciencia no es hacer tornillos ni hacer puentes; es pararte a observar, a pensar, a diseñar, a razonar… ¿Cómo vas a poner eso en un informe que tiene unas casillas en determinado formato? Eso no es Ciencia.
Se intuye cierto desencanto en sus palabras…
No con la Ciencia. Con el sistema de los últimos años.
¿Cuál considera que es su mejor logro, ese que guarda en la caja fuerte del orgullo?
Conseguir una carrera científica, haber podido dedicarme a ella, haber formado a gente y que haya encontrado trabajo… No salgo en los telediarios, si es que se mide el éxito así, pero mi éxito personal es haberme dedicado a lo que he querido y tener mi grupo de investigación independiente. Hay una frase que se le atribuye a Churchill y que me gusta mucho: “El éxito es seguir adelante de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.
¿Qué le gustaría haber conseguido al final de su trayectoria científica?
Me conformo con disfrutar del trabajo del día a día, de verdad. No soy ambiciosa en el sentido de alcanzar grandes logros. Por ejemplo, tengo méritos para haber realizado el proceso de validación para catedrática y no lo he hecho por no perder tiempo. Así de sencillo. Soy ambiciosa a la hora de tener mi grupo y que funcione, y claro, me gustaría tener el éxito de acabar lo que hayamos iniciado.
¿Qué diría a los estudiantes para animarles a que se dediquen a la Ciencia?
Lo que les digo siempre es que todo lo que sea un nivel superior de formación es bueno, aunque luego a la larga no quieran dedicarse a la carrera científica. Pero haber hecho una tesis amuebla la cabeza, te enseña a interpretar, a observar, a ser analítico, racional…
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