La cardiopatía isquémica aguda se presenta cada vez con más frecuencia en pacientes jóvenes, según los últimos análisis. Hasta la fecha existía escasa evidencia sobre su pronóstico a corto y largo plazo, por lo que, desde el Hospital Universitario Virgen Macarena, en Sevilla, decidieron realizar un registro unicéntrico observacional, descriptivo y retrospectivo de todos aquellos pacientes menores de 45 años que ingresaran en la unidad de cuidados coronarios tras el diagnóstico de síndrome coronario agudo entre enero de 2010 y abril de 2021.
Se incluyeron de forma consecutiva un total de 256 pacientes con una mediana de edad de 42 años, siendo el 82% varones. Tal y como muestran las conclusiones presentadas hoy en el Congreso SEC de la Salud Cardiovascular, el principal motivo de ingreso fue el síndrome coronario agudo con elevación del segmento ST (181 pacientes, 71%). La afectación coronaria predominante fue en forma de enfermedad monovaso (69,6%).
En cuanto a la arteria responsable del infarto, la más frecuentemente responsable fue la descendente anterior (51,9% de los casos), seguida de la coronaria derecha en el 34,8% de las ocasiones. El mecanismo fundamental del infarto, el 87,3% de las veces, fue la rotura o la erosión de placa aterosclerótica. La presencia de arteria ocluida en el momento de la realización de coronariografía fue del 61,9%. Estos resultados difieren de los obtenidos en pacientes mayores de 45 años, quienes presentaban características distintas.
Factores que conducen a los jóvenes al infarto
Ya desde la propia infancia comienza el desarrollo de la aterosclerosis dentro de nuestras arterias, acumulándose grasas, colesterol y otras sustancias en sus paredes. En la adolescencia, estas pequeñas lesiones aumentan con la acumulación de lípidos y dan lugar a la formación de pequeñas placas fibrosas. “En los años siguientes, estas placas crecerían y se agrandarían, pudiendo sufrir roturas y trombosis, que serían las desencadenantes de los eventos agudos, como en este caso, el infarto de miocardio”, explica el Dr. Diego Félix Arroyo Moñino, uno de los investigadores del estudio.
Si bien no se puede prevenir la aparición de placas de aterosclerosis en nuestro organismo, sí es posible prevenir un desarrollo excesivo de las mismas, que es lo que acabaría derivando en la enfermedad cardiovascular. Se han identificado múltiples factores que pueden llevar a este desarrollo excesivo, como son los niveles elevados de colesterol (LDL) en sangre, la tensión arterial alta, el tabaquismo, el sobrepeso o la obesidad, y la presencia de diabetes mellitus.
“Creemos que el infarto es cada vez más frecuente en jóvenes porque estamos viviendo una situación en la se ha producido un importante aumento de los factores de riesgo cardiovascular. Vivimos en una sociedad desarrollada, en la cual los malos hábitos alimenticios y el sedentarismo son muy prevalentes. Evitando estas circunstancias y, en caso de que estén presentes, controlándolas con un estilo de vida saludable, estaremos previniendo que estas placas ateroscleróticas acaben derivando en una enfermedad cardiovascular”, aconseja Arroyo Moñino.
Mayor supervivencia al infarto en jóvenes
“Como sospechábamos, el pronóstico de los pacientes jóvenes que ingresan con infarto es bueno, con una baja tasa de mortalidad tanto intrahospitalaria (1,2%) como en el seguimiento (2%). En los mayores de 45 años estas cifras suelen ser más elevadas: del 6,9% intrahospitalario”, apunta el Dr. Carlos Barea González, uno de los investigadores del estudio.
No se encontraron factores predictores de mortalidad en el seguimiento o en los reingresos, pero sí se correlacionó de forma significativa con la mortalidad hospitalaria el antecedente de dislipemia.
“Si bien es complejo extrapolar estos datos, la interpretación que le damos nosotros es que la presencia de dislipemia condiciona ya una afectación aterosclerótica importante a nivel de todo el organismo, con el correspondiente deterioro a nivel global que esto implica y que podría condicionar un peor pronóstico durante el ingreso hospitalario”, apunta Barea González.
“En el control lipídico es importante tener en cuenta que no solo debemos buscar controlar el colesterol, sino también los triglicéridos. Estos últimos muchas veces no están elevados como tal por sí solos, sino que suelen ser el reflejo de que hay ya una alteración establecida de los lípidos, por lo que también deben ser tenidos en cuenta y no olvidados. Además del colesterol y los triglicéridos, debemos recodar que existen otras partículas relacionadas con el metabolismo lipídico, que cada vez están teniendo más relevancia en nuestro medio y que seguramente su conocimiento se haga también cada vez más extenso para la población general, tales como las apolipoproteínas”, aclara.
De acuerdo con las Guías de Práctica Clínica de la Sociedad Europea de Cardiología, el colesterol-LDL (conocido popularmente como colesterol “malo”), cuanto más bajo, mejor, especialmente en personas que ya han sufrido un evento cardiovascular. En estos se persiguen cifras inferiores a 55 mg/dl y una reducción de al menos la mitad de cómo estaban dichos niveles antes del infarto. “Mantener estos niveles bajos es fundamental para evitar nuevos eventos en el futuro y, por ello, se recomienda ser muy agresivo con el tratamiento de estos pacientes, utilizando todos los fármacos disponibles en nuestro arsenal y por supuesto apoyándonos en unos correctos hábitos del estilo de vida que incluyan una dieta adecuada y la práctica de ejercicio físico regular”, concluye el especialista.
Notables diferencias en el control del colesterol según la comunidad autónoma
Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en España, causando más de 120.000 fallecimientos al año según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Estas son potencialmente evitables a través del adecuado manejo de los factores modificables de riesgo cardiovascular, como el colesterol elevado, “uno de los elementos más importantes, pero de los peor controlados, incluso entre los pacientes que ya han presentado enfermedad cardiovascular”, apunta la Dra. Raquel Campuzano, presidenta de la Asociación de Riesgo Cardiovascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Así lo corrobora un estudio de la SEC y Sociedad Española de Aterosclerosis, patrocinado por Daiichi Sankyo España, titulado Observatorio del manejo del Paciente Dislipe?mico en Espan?a. El análisis ha presentado sus datos preliminares en el Congreso SEC de la Salud Cardiovascular: A nivel nacional, solo un 36% de los pacientes con hipercolesterolemia se encontraba controlado de acuerdo con las cifras de colesterol LDL (colesterol “malo”) marcadas por las últimas Guías Europeas de Práctica Clínica. “Lo más llamativo es que, al estar las competencias de sanidad transferidas a las comunidades autónomas y, por tanto, usando estrategias de reducción del C-LDL distintas hemos identificado notables diferencias interterritoriales en el grado de control de la dislipemia”, apunta Campuzano. Las variaciones oscilan entre el 65% de pacientes controlados en Navarra y el 19% en la Región de Murcia.
Para el estudio, coordinado por los Dres. Pedro Valdivieso y Juan Cosín, se contó con la colaboración de 253 médicos, que aportaron datos agregados de 2.520 pacientes (54% prevención secundaria, 12% hipercolesterolemia familiar, 47% diabetes mellitus y 24% con insuficiencia renal crónica). La representatividad de las reuniones multidisciplinares por comunidades autónomas fue proporcional a la de la población general sobre el total de la población española.
Qué es el colesterol y cómo podemos prevenir su exceso
El hígado fabrica el 80% del colesterol que hay en el organismo, mientras que el 20%-25% restante se obtiene a través de la ingesta de alimentos de origen animal, ricos en grasas saturadas. Este 20%-25% es el escaso margen disponible para controlar tanto la cantidad total de colesterol, como la proporción de colesterol HDL (“bueno”) y la de colesterol LDL, presentes en el organismo. Para lograr mantener las cifras deseadas de colesterol, la SEC recomienda tomar las siguientes medidas:
• Practicar ejercicio físico de forma regular
• Limitar la ingesta de grasas saturadas presentes en alimentos con grasa de origen animal
• Evitar el consumo de productos procesados
• Consumir una dieta rica en verduras y frutas, pescado azul, aceite de oliva y frutos secos con moderación
• Abandonar el tabaquismo
• Tomar la medicación si así lo ha prescrito el médico
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