
Quizá por ello, los delirios de grandeza del susodicho consejero personal (solo o en compañía de su tribu) del dictador venezolano, le han puesto directamente en un pendejeo vacuo de ideales, carente de valores, carente de modelo éticos para esculpir sus sermones de referentes morales para encauzar su comportamiento bribón.
Yo, como afectada de un gravísimo y sorpresivo cáncer de páncreas (me dieron dos días de vida y ya son seis años viviendo sin dicho órgano), siento un agradecimiento inmenso hacia vos, señor Amancio Ortega, por su filantropía generosa con los españoles que luchamos por la vida (¡Vivir es lo único cierto!) siguiendo las directrices de los oncólogos, los cirujanos (en mi caso del Hospital Universitario de Salamanca) y las atenciones del resto del personal sanitario del referenciado Centro Asistencial que, pese a las carencias de material, a los recortes, yo les coloco en el epígrafe de cinco estrellas.
¡Ojalá que hubiera en nuestro país muchos Amancio Ortega que…viviendo en la abundancia, volvieran la mirada hacia otras realidades… como es la vida de los que luchamos por ella!
En cuanto a la frívola porquería adulterada que ha vomitado, que vomita, este personajillo-politiquillo, de apellido Iglesias, decirle que se largue cuanto antes a Venezuela (con su tribu podemista) para seguir limpiando las botas a su amigo el dictador Maduro, ese asesino de sueños que ha convertido un país maravilloso, próspero, en un campo de exterminio.
El mencionado aspirante a La Moncloa manifestaba recientemente que gracias a la Sanidad pública sus retoñas y su padre (funcionario en una ciudad de Castilla y León y con las mimas malas mañas que el hijo) estaban vivos. Las infantas nacieron prematuras y el seguidor de Lenin y Mao fue trasplantado de riñón. Pero el tipo se olvidó de estructurar la pirámide invertida (Quién, Qué, Cuándo, Dónde, Por qué, Cómo). Como el cáncer no logró pasarme a la “otra orilla”, ni llevarse mi creatividad, ni la memoria… le recuerdo al politiquillo chavista que su papito funcionario en pagos castellanos fue trasplantado en el Hospital Universitario de Salamanca donde yo me encontraba ingresada para que me ampliaran las pruebas de las revisiones trimestrales, que habían dado confusas en un arcaico TAC del viejo centro hospitalario.
Miembros de mi familia tuvieron que esperar casi dos horas para subir a planta, porque ese día se presentó el mencionado Iglesias hijo para ver a su papito, y lo hizo con un despliegue de guarda-chepa superior a la escolta que lleva el Rey de España. Y todo ello, con la complacencia de la entonces gerenta de hospitales, cajón desastre, que poco después tuvo que abandonar el cargo dejando todo patas arriba.
Es decir, que este pollito comunista que pretende hacer de España otra Venezuela donde sus pobladores se mueren de hambre, lleva pegado en el trasero el parche del nepotismo allá donde quiera que vaya. ¿Y con esta protuberancia este “kíkere” desabrido tiene el valor de criticar a un hombre bueno, generoso, como vos, señor Amancio Ortega?
Yo no tengo un casoplón de un millón de euros (favores compensados), sino una buhardilla de 52 metros cuadrados (sin ascensor) con 13 escalones para acceder a la misma y con los huesos machacados por las largas sesiones de quimioterapia. Aún así… soy feliz por seguir viva, poseo la misma capacidad de emoción, los mismos principios éticos y morales, el mismo espíritu de supervivencia que antes de que llegara, sorpresivamente, el cáncer de páncreas. Sí, espíritu de lucha, ese tener la sensación de tenerlo todo sin ser dueña de nada.
Gracias, miles de gracias, caballero Amancio Ortega. Que el ejemplo altruista de vos toque el corazón de esos otros ricos en plata, pero míseros en sentimientos.
Un abrazo de paz de esta guerrillera de muchas batallas.
Esta carta fue atentamente contestada por Amancio Ortega.
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