Esta semana, una vez más, he tenido la oportunidad de continuar aprendiendo según corregía exámenes que versaban sobre cambios o transformaciones en el entorno empresarial. Ahora dispongo de nuevos conceptos que me han dado mucho que pensar y me gustaría compartir. Quizá en algún momento seamos capaces de tenerlos en cuenta y hasta ponerlos en uso en nuestras organizaciones.
Estoy convencida de que podríamos obtener resultados muy diferentes a los habituales.
El que más me llamó la atención, nemawashi, ha evolucionado de su original japonés -“acto de excavar alrededor de las raíces para preparar un trasplante”- hasta convertirse en un “proceso informal de consultas previas para ayudar a la toma de decisiones que tendrán como consecuencia cambios en la empresa”.
En la cultura japonesa, donde se valoran enormemente el consenso y la armonía -aunque seguro que puedan encontrarse excepciones– este proceso ayuda a ir construyendo lentamente la aceptación de una propuesta de cambio a través de consultar, de forma informal y no oficial, a todos aquellos que pudieran verse afectados por el impacto de la decisión.
El proceso suele tener como resultado una aprobación de la propuesta oficialmente presentada más fácil y rápida, pues gracias a las aportaciones generadas al involucrar a los distintos actores en cada una de las conversaciones mantenidas previamente, se ha conseguido su compromiso con la idea o propuesta.
¿Se imaginan si esto pudiéramos ponerlo en práctica en nuestras instituciones públicas y privadas?
Es posible que el primer pensamiento que les asalte al haber leído hasta aquí sea el famoso de “para eso se necesita un tiempo que no tenemos”. Y es cierto, estoy absolutamente de acuerdo en que se necesita tiempo. Y no sólo tiempo, sino tiempo de calidad, tiempo de escucha, tiempo en el que genuinamente nos interese conocer la opinión y las reacciones de los otros sobre nuestra propuesta para, incorporándolas, dotarla de solidez.
Con lo de que no tenemos tiempo, no obstante, no puedo estar de acuerdo. Al menos no, si consideramos la vida completa de cualquier propuesta que finalmente se convierte en acciones concretas que se ponen en marcha.
En nuestra cultura occidental tenemos siempre muy poco tiempo, todo ha de realizarse rápido, todo ha de tener un resultado o retorno casi inmediato para ser considerado y, por supuesto, positivo… Día tras día somos testigos de los problemas resultantes de no haber tenido la sabiduría –o simple sentido común– de invertir el tiempo necesario al inicio y de involucrar a todas las voces, no sólo a aquellas que dicen lo que queremos oír.
Recientemente, en una sesión de coaching utilizábamos el mundo de la producción audiovisual como ejemplo para liderar, comentando la importancia de dedicar un 70% del esfuerzo a pre-producción para asegurar el fluir sin sobresaltos del resto de proceso.
En mi humilde entender, es algo similar a poner en práctica nemawashi. Emplear el 70% de nuestro esfuerzo en involucrar, solicitando su contribución, a los distintos grupos que habrán de implantar los cambios propuestos y recibir sus consecuencias no sólo contribuye a mejorarla en beneficio de todos, sino que, más importante, se sienten parte de la misma y pondrán todo su empeño en una implantación excelente.
En la iniciativa de transformación puesta en marcha en la compañía oriental sobre la que versaba el examen, no se observó el proceso tradicional del nemawashi. Tres años después, a pesar de la fortaleza financiera, continúan gestionando múltiples dificultades, entre ellas, falta de confianza de una parte de los empleados y retroceso a formas previas de funcionamiento pre-fusión de las compañías. Por eso lo de considerar el ciclo vital completo de cualquier propuesta.
Lo que más me gusta del nemawashi es que, al parecer, impide que ideas peregrinas lleguen a término. Perfecto para no malgastar tiempo ni recursos.
¡Feliz semana de verano!
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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