Se piensa equivocadamente que el miembro de la familia con un diagnóstico psicológico es el único que sufre y, por lo tanto, es el único que requiere ayuda.
Sin embargo, sus familiares y/o cuidadores no sólo no cuentan con las herramientas adecuadas para el manejo de las patologías que sufren sus miembros, sino que, a su vez, producto de lo que cada situación conlleva, son propensos a desarrollar problemáticas como la depresión o la ansiedad, debido a la sensación de impotencia que lo sucedido en su ambiente les genera.
El papel del cuidador o familiar de un miembro aquejado por una enfermedad mental no debe basarse sólo en el cuidado paliativo, sino que debe, en conjunto con el profesional tratante, convertirse en un co-terapeuta que facilite la consecución del cambio del paciente y permita su mantenimiento.
En mi experiencia profesional, he visto cómo las familias y los cuidadores con las mejores intenciones logran los peores resultados ya que, con sus diversas estrategias (la mayoría de las veces también disfuncionales) para ayudar a su familiar, generan que la patología se mantenga y en algunos casos, que empeore.
Para un cuidador, es difícil empezar a hacer cosas distintas por diversos temores, olvidando que cuando se hace siempre lo mismo, el resultado también es el mismo y terminan generalmente siendo manipulados por sus familiares. Éstos, a pesar de encontrarse en un estado incómodo, encuentran en la atención recibida una ganancia secundaria que mantiene las conductas, las emociones y los pensamientos disfuncionales.
El modelo de intervención basado en la Terapia Breve Estratégica plantea que un problema se conoce a través de su funcionamiento y de los cambios introducidos en el sistema para desmontar el equilibro patológico que tanto el paciente como sus cuidadores han adoptado. Por eso, las prescripciones (tareas terapéuticas) van enfocadas a generar dichos cambios, que permiten no sólo al terapeuta, sino también al paciente y su entorno, dimensionar cómo ha venido funcionando su condición y, a la vez, a bloquear tanto en el paciente como en sus cuidadores la puesta a cabo de soluciones intentadas que por ser fallidas, mantienen y agudizan las problemáticas.
En conclusión, un proceso terapéutico será exitoso en la medida en que todas las partes (psicólogo, paciente y cuidadores) se comprometan a hacer lo que de acuerdo a su rol les corresponde, recordando siempre que para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas diferentes.
* Nathalí Guzmán Bernal es psicóloga y miembro de Saluspot
Muy Agradecida por sus escritos…..ayudan y orientan mucho a personas que pasamos momemtos muy complicados….
Cariños a uds.
Silvana
Estas son problemáticas que en muchas ocasiones se toman a la ligera, olvidando que, un paciente en estas condiciones también requiere de un trato digno sin importar el tratamiento.
Este “paciente” aun sigue siendo una persona en medio de todos los diagnósticos y exámenes que se puedan cargar en su historia clínica. Habría que entender que esta persona no es una cosa a pulir o un aparato obsoleto que no se encuentra en donde ubicar, que es un ser sintiente que requiere del cariño, el amor y el buen trato como el que cada uno de los implicados se merece.
Personalmente pienso que, más que un compromiso o tal vez un “sacrificio” se requiere de una conciencia de responsabilidad, para entonces así, cada uno se ocupe en buscar una capacitación adecuada, tal como se haría con el cuidado de un niño pequeño, un recién nacido o tal vez de un adulto mayor (mas allá de la obligación) y así lograr una convivencia en medio de la comprensión.
Agradezco sus comentarios. Los invito a replicar este artículo entre sus familiares y amigos.
¡Saludos!