En ocasiones los profesionales sanitarios nos encontramos delante de pacientes que consultan por problemas que a nuestro juicio son banales, y que incluso pueden hacernos sentir que estamos perdiendo el tiempo. Es fácil caer en la criminalización, culpabilizándoles con frases como: “Seguro que no tenía nada mejor que hacer que venir a Urgencias”.
En parte se debe a que nuestra visión es sesgada; si acabas de atender a un paciente con un infarto y el siguiente tiene un catarro, es normal que te parezca trivial. Pero lo más probable es que se trate de una persona asustada, preocupada por sus síntomas, y que no sepa muy bien a dónde debe acudir. ¿Alguien le ha enseñado por qué motivos debe ir a Urgencias y por cuáles a su médico de cabecera? Porque yo vuelvo la vista hacia atrás y nadie me explicó nunca esas cosas…
Pero en el otro extremo de la ignorancia sanitaria se encuentra el problema más importante: aquellos enfermos que, con patologías graves, no acuden por pensar que no lo son (como los pacientes con ictus que se acuestan “a ver si se les pasa”, desperdiciando la valiosa ventana temporal en la que son tratables…).
En mi opinión, hay un gran déficit de educación sanitaria en la sociedad. Hay cientos de temas que deberían formar parte de la cultura popular, pero no lo hacen: la utilidad de los distintos niveles asistenciales (Atención Primaria, Especializada y Urgencias), así como de dentistas y fisioterpeutas (profesionales que, por haber sido excluídos de las prestaciones del Sistema Nacional de Salud, no se consultan con tanta frecuencia); la importancia del cumplimiento de pautas de antibiótico para evitar crear microorganismos resistentes; la repercusión de la dieta en la salud; la realización de ejercicio físico adecuado…
Sólo educando a la población conseguiremos un sistema sanitario eficiente y efectivo. Esa enseñanza debería llevarse a cabo por profesionales sanitarios, y comenzar en la escuela o el instituto. Debería también llegar a los barrios en conferencias y talleres divulgativos (lamentablemente, hay más información sobre pseudociencia y homeopatía que sobre asuntos con base científica) y, en resumen, incorporarse al día a día.
Harían falta profesionales y, sobre todo, tiempo. Porque en diez minutos de consulta no se puede escuchar al paciente, explorarle, explicarle su dolencia, pautarle el tratamiento y hacer promoción y prevención de la salud. El principal problema para la implantación de dicha educación sanitaria es que se trata de una medida lenta, y hacen falta más de los cuatro años que dura una legislatura para ver sus resultados.
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