Si las personas viviéramos pensando que quizás no exista un mañana, amargo o pletórico, con el que poder subsistir, gozar o sufrir… seguramente que el corazón tendría otros muchos sentires y acelerados palpitares, posiblemente no serían una roca que se mantiene firme, apoyada en el triunfo y en las cosas materiales.
Si en lugar de tanto aparentar aprovecháramos el tiempo en descubrir la verdadera esencia de la vida, los verdaderos sentimientos que surgen en aquellos que comparten, en aquellos que dan sin pedir a cambio nada… con toda seguridad que la luna in crescendo se tornaría siempre plena para alumbrar las aguas movedizas de ese mar que convierte a los más débiles en barquillos navegando contra corriente en el inmenso océano.
Si en lugar de pensar en uno mismo fuéramos capaces de actuar humanamente, de desparramar la vista, estoy segura de que lograríamos ver a todas esas personas que forman parte de un mundo transparente, sin fronteras, con el convencimiento pleno de que el partir definitivo hacia otras dimensiones es un paso más en este teatro de la vida donde cada uno interpreta su propia comedia. Y los que tanto predican desde los sillones mullidos que así tendrán asegurada la mansión o la parcela en lo que llaman el bienestar del cielo, comprendieran, por fin, que no podrán llevarse el maletín de oro, ni las rosas marchitas, ningún invierno gélido, ninguna ensoñación de lluvia en primavera.
Sí, cuando se ha vivido de cerca el frío sin ropaje, los planes de futuro, las batallas por lograr ser el primero, los sueños, incluso las quimeras… el trance de “partir hacia la nada” puede significar un salto, simplemente, que no tendrá mañana cargado de tristeza, ni tampoco ese ayer que a veces tanto esperas.
Cuando miles y miles de españoles pensaban que tenían todo el tiempo del mundo para seguir luchando por una sociedad más justa, más humana, más auténtica, menos mentirosa e interesada y descubren de pronto que no sirve el calendario, ni las ideologías, ni siquiera el reloj de arena o de pulsera… lo único que aciertas a decir hoy: estuvieron todos ahí, mayores, jóvenes, médicos, sanitarios, voluntarios, policías, guardias civiles, auxiliares y enfermeras, luchando hasta las últimas consecuencias, pero al final… por la falta de escrúpulos, de sentimientos, de conciencia, de los políticos ¡SE LOS HAN LLEVADO, DEFINITIVAMENTE, FUERA!
“No son las malas hierbas la que ahogan las buenas semillas, sino la negligencia del campesino” (Confucio).
Vos, caballerete Perico Sánchez y todos sus mariachis, han cometido, están cometiendo, el atropello y la canallada más grande de la historia de España: El asesinato de sueños.
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