Calificar de éxito sin precedentes la ‘marea blanca’ del pasado domingo en Salamanca en defensa de la Sanidad pública me resulta paradójico. Si bien es cierto que la ciudad no se caracteriza precisamente por ser la alegría de las manifestaciones, me gustaría recordarles que, allá por el año 95, nada menos que 60.000 personas recorrieron las calles de la ciudad en defensa de unos papeles/legajos sobre la Guerra Civil que muchos no han visto ni verán en su vida.
La cifra ascendió, según algunos cálculos, hasta 80.000 otra vez en el año 2005 en defensa de la unidad del mismo Archivo, que a la mayoría ni nos iba ni venía, a no ser porque se lo llevaban los demonios de los dominios catalanes. Aún así, los convocantes han respirado tranquilos tras el pasado domingo y hasta el consejero de Sanidad se ha dado por aludido; ya que, para ser sinceros, más de uno los tenía de corbata al no contar con las arengas mitineras de otras convocatorias con marcado carácter político.
A mí que 15.000 personas tomen las calles para reclamar la calidad, nada menos que de nuestro bienestar, me parece una cifra irrisoria. Porque la Sanidad nos afecta a todos sin excepción, sin edades, sin colores políticos, sin clases sociales; y que apenas un 10 por ciento de la población haya sido capaz de plantarse y dedicar una mañana soleada de un domingo a expresar su malestar por los recortes me parece hasta lamentable. Para que se hagan una idea, y por poner un demagógico ejemplo, el Santiago Bernabéu se llena prácticamente cada dos fines de semana con 80.000 personas que encima han tenido que pagar una pasta para ver un mero espectáculo intrascendente para su futuro.
Hace ya tiempo que oigo cada vez con mayor frecuencia a voces muy sensatas y acreditadas de nuestra sociedad quejarse de nuestra desidia. Ya está bien de descargar la culpa de nuestros males en una panda de chorizos y corruptos que nos fastidian la vida. Porque los responsables en última instancia somos nosotros, los anónimos, los ciudadanos de a pie, los parados, los autónomos masacrados a impuestos, los abandonados por los Servicios Sociales…
Somos muchos más. Y en conjunto, somos nosotros quienes decidimos, nosotros somos quienes elegimos. Y más allá de las cuestiones ideológicas, hay asuntos, como la educación y la sanidad, que deberían ser blancos y sobre los que no cabe discusión. Otra vez vuelve a cumplirse la máxima de divide y vencerás y, si lo piensan bien, aquí siempre perdemos los mismos. A ver si de verdad tomamos conciencia de que la unión hace la fuerza.
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