La drogodependencia o toxicomanía fue definida en el año 1964 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como: “… el estado psíquico, y a veces físico, resultante de la interacción de un organismo vivo y una droga, caracterizado por un conjunto de respuestas comportamentales que incluyen la compulsión a consumir la sustancia de forma continuada con el fin de experimentar sus efectos psíquicos o, en ocasiones, de evitar la sensación desagradable que su falta ocasiona. Los fenómenos de tolerancia pueden estar o no presentes. Un individuo puede ser dependiente de más de una droga”.
El tema del consumo de drogas es un problema delicado que implica a todos los ámbitos de la sociedad, y día a día se acrecienta el número de casos. Su abordaje terapéutico es muy complejo y es casi seguro que se escapen varios detalles en este escrito; por lo tanto, quiero que tengas presente que el objetivo principal será darte una visión a grandes rasgos de cómo la musicoterapia puede ayudar en la recuperación de la persona toxicómana. Si necesitas ayuda o tienes más preguntas, ponte en contacto conmigo o con entidades que se dediquen a ello.
Es importante subrayar que la intervención en musicoterapia estará condicionada por el marco institucional en donde se lleve a cabo la recuperación; de ahí que pueda ser diferente por sus recursos, características y objetivos. Otro ítem para comentar es que las características particulares de la intervención en musicoterapia pueden tener muchos puntos en común con el tratamiento musicoterapéutico de otras adicciones químicas o conductuales (alcohol, juego, compras, sexo, teléfono, etc.).
Un musicoterapeuta debe -primero que todo- conocer muy bien el ámbito donde desarrollará su terapia, así como también las enmarañadas características psicológicas del colectivo toxicómano, la historia personal y las secuelas. Deberá definir el abordaje (individual y/o grupal) conjuntamente con los objetivos concretos y observables, para evitar confusiones.
Dependiendo del centro, es posible que también pueda darse lugar a la participación de la familia, considerada en la mayoría de estudios científicos como de gran ayuda y contención.
Generalmente, los objetivos institucionales para la recuperación de una persona drogodependiente se basan en tres ejes principales: el abandono de la droga, el logro de la abstinencia y el mantenimiento y la planificación de actividades de la vida diaria desde una perspectiva multidisciplinar.
Por lo tanto, no se puede asegurar que la musicoterapia sea garantía de curación, pero sí de un tratamiento complementario para abrir canales de comunicación y expresión emocional que provoquen cambios en su vida, nuevos pensamientos y nuevas acciones que no estén centradas en consumir droga.
No es tarea fácil, la recuperación no es milagrosa, el equipo multidisciplinar tiene que trabajar de forma conjunta, porque lleva tiempo y son muchos los condicionantes que pueden influir: la falta de alternativas laborales y de inserción, el distanciamiento de los lazos afectivos, el desinterés por actividades productivas, estar privado de libertad, etc., hacen que sea más lenta la recuperación y en muchos casos se opte por la recaída.
En musicoterapia escuchamos y valoramos la producción del discurso sonoro de la persona drogodependiente, ofrecemos un lugar donde pueda reconocer y expresar lo que le pasa y lo que siente. El musicoterapeuta puede observar, a través de esa sonoridad, la manifestación de su personalidad, el modo de relacionarse consigo mismo, con las sustancias y con los demás y, a través de técnicas específicas, brindarle otras vivencias y otras formas de conexión con su cuerpo, con su emoción y con sus conflictos de dependencia-independencia.
Lo realmente importante es que esa persona pueda utilizar las herramientas que obtiene en los encuentros para avanzar en su proceso terapéutico y utilizarlas en su vida cotidiana. Con todo ello, además, podrá ir buscando redes de apoyo tanto familiares como sociales y dándole poco a poco un nuevo significado a su historia personal.
Mediante diferentes actividades sonoras, improvisaciones, grabaciones, audición de música significativa para los pacientes, sumado al uso de instrumentos musicales, la voz, el cuerpo y el movimiento (más la participación grupal en otras ofertas terapéuticas), tendrán la posibilidad de construir y reconstruir vínculos emocionales sanos y bregar por su realización personal.
(INFOGRAFÍA: morguefile.com)
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