“No importa cuán educado, talentoso, rico, o ‘guay’ creas que eres; cómo trates a los demás lo dice todo” (Noel Ferguson). No es lo mismo ‘creer’ en algo que ‘me gustaría que fuera así’. Cuando las organizaciones no entienden esta diferencia y dicen ‘creer’ cuando deberían decir ‘esta es la situación o estos son los comportamientos que querríamos tener aquí’, puede ocurrir cualquier cosa en un espectro…
Desde que no se genere acción alguna en conseguirlo (lo menos dañino), pasando por confundir al personal y, en el extremo menos simpático, llegar a destruir la confianza de quienes las forman.
Viene esta reflexión al hilo de lo que hacemos en nuestras organizaciones e instituciones respecto a la igualdad… Reflexión extrapolable a muchos otros temas y áreas importantes para nuestra sociedad (el cuidado del planeta, el rol de la política, la importancia del capital humano… continúen añadiendo). Llevamos años instalados en discursos, múltiples informes y escasos progresos al ritmo de un paso hacia adelante y tres hacia atrás.
Me encuentro con frecuencia en conversaciones al respecto, fascinantes y llenas de energía, con personas que quieren cambiarle el ritmo al escaso progreso e, irremediablemente, en algún momento de la conversación, nos paramos al toparnos con la misma pregunta: si la organización dice que cree en la igualdad, tiene toda la intención de contribuir a aumentarla y está poniendo medios (y no pocos) para ello… ¿Por qué los resultados terminan siendo insatisfactorios? Y aún más allá: ¿por qué todos, de una forma u otra, en mayor o menor medida, por acción u omisión y, generalmente, de forma inconsciente, contribuímos a generarlos?
Y enredándonos en la pregunta, hacemos aflorar la respuesta que conocemos intuitivamente y a la que no queremos poner palabras, pues es difícil de aceptar. Llegamos a la conclusión simple de que quizá aquello en lo que decimos que creemos no es realmente lo que creemos, sino lo que nos gustaría.
Porque si creyéramos en ello, nuestras acciones serían distintas, y los resultados también.
Lo que hacemos, lo que decimos, procede en gran medida de nuestra forma de mirar al mundo, de los filtros que empleamos, de aquello a lo que le damos valor, de nuestras creencias. Y en muchas ocasiones es invisible para nosotros. No sabemos encontrarlo, ni nos damos el espacio para hacerlo (con gran sabiduría hablaba Isabel de Casas esta tarde en nuestro círculo de coaching “del poco espacio que nos damos para ser”…). Y así, individuos y organizaciones enviamos mensajes confusos al actuar desde lo que realmente creemos… obteniendo resultados a años luz de lo que nos gustaría.
Feliz semana.
*Catalizando el desarrollo integral de personas y organizaciones
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