He pasado la mayor parte de la tarde limpiando una cajonera vieja que llevaba años acumulando suciedad y polvo.
Mientras lo hacía tuve numerosas ocasiones de comprobar con qué frecuencia no estaba en el momento presente, enfocada en lo que estaba haciendo y en quienes tenía delante o alrededor. Me sorprendí una y otra vez pensando en quiénes y cómo habrían utilizado el mueble (que estaba en una farmacia), si habrían sido familiares míos o no, y mi cabeza hiló varias historias de familia… Luego pasé a juzgar que habían tenido poco cuidado al usarlo, pues estaba deteriorado, y también juzgué que estaba perdiendo el tiempo limpiándolo, pues quién sabe si al final podría tener utilidad.
Me di cuenta de la presencia del sol cuando me molestó su calor y de la del viento, cuando se llevó el sombrero con el que intenté protegerme. De que me dolía la espalda me percaté en el sexto cajón lleno de particiones…
Lo curioso es que soy alguien que suele prestar mucha atención a los detalles más pequeños, en todo lo que veo, lo que escucho y en las situaciones en las que me encuentro. Me encanta cocinar, porque me permite pararme a percibir y a sentir.
Imagino que se debe a que me fascina lo pequeño y también a que hoy sé que, si conseguimos prestar atención, tenemos ocasión de percibir infinitamente más y con todos los sentidos. Aumenta nuestra capacidad de vivir de verdad lo que vivimos (en lugar de que la vida pase por nosotros sin que nosotros pasemos por ella), y nos ayuda también a responder mejor a lo que ocurre y a los que están presentes en aquello en lo que nos vemos envueltos.
Está claro que esta tarde, estando como estaba metida en mi cabeza elaborando, imaginando y re-escribiendo historias del pasado, me perdí muchísimo de lo que estaba haciendo. Al darme cuenta, intenté mantenerme en el presente… y así observé el cuidado (y la paciencia) que había tenido quien forrara con cartón cada uno de los huequecitos de las particiones, aprecié infinitamente más el mueble (que al principio me pareció un trasto inútil), noté cómo el calor del sol iba cediendo gradualmente con el caer de la tarde y conseguí no ahogar ni aplastar a un pequeño zapatero que por allí pasaba.
Buena semana.
P.S.: Para quienes quieran profundizar en la empatía, un vídeo estupendo (en inglés).
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