Desde que saliera a la luz el Real Decreto de NO prescripción enfermera, venimos sufriendo el sinsentido de este despropósito y no atisbamos una luz que nos diga que esto pueda corregirse. Las acciones llevadas a cabo, principalmente desde el colectivo de Enfermería, no parecen hacer mella en aquellos que deberían escuchar más a los profesionales de Enfermería y menos a la política.
En mi opinión, lejos de lo que pudiera parecer, Enfermería sigue sin ocupar el lugar que le corresponde en la sociedad ni en el sistema sanitario. Y reconozco que en buena parte somos las propias enfermeras las que no hemos sabido dar a nuestra profesión y a nuestra formación la importancia merecida como parte integrante y fundamental de los equipos multi e interdisciplinares de nuestro sistema sanitario.
Tampoco la sociedad nos valora como profesionales independientes, con cuerpo de conocimientos propio. Es cierto que hay cosas que los pacientes identifican como de Enfermería, pero más como actividades delegadas. De hecho, actuando conforme al Real Decreto, el paciente percibe una sobrecarga para el profesional médico, pero no ve que a nosotras se nos limitan las competencias.
Me pregunto a veces si realmente tenemos conciencia de nuestra propia evolución profesional desde que fuimos practicantes a lo que somos hoy, con la aplicación del Plan Bolonia. Hoy somos Grado, y muchas, también especialistas; y éste es un hecho importantísimo, porque nos coloca al mismo nivel a los que antes fuimos diplomados y a los que fueron licenciados. Ahora todos somos Grado, con lo que eso supone también en cuanto a nuestro acceso a másteres y doctorados, como ya está ocurriendo.
Desde que llegamos a las universidades como Diplomados Universitarios en Enfermería, y ahora como Grados Universitarios, nuestra formación nos capacita para desarrollar actuaciones relacionadas con la indicación y uso de fármacos y productos sanitarios en el ámbito de nuestras competencias. Esta formación no puede ser desacreditada y, por tanto, entiendo que son innecesarias las propuestas que incluyan la necesidad de nuevos procesos formativos y de acreditación, porque estamos sobradamente justificados con la formación de Grado. Esto no choca con la necesidad obvia de la formación continuada.
Pero hay otro aspecto de nuestra formación y nuestra profesión que me parece fundamental: las enfermeras diagnosticamos. Actualmente hay 235 diagnósticos enfermeros acerca de la respuesta del individuo, familia o comunidad a problemas de salud reales o de riesgo que nos dan las bases para planificar las intervenciones de Enfermería y alcanzar unos resultados de los que Enfermería es responsable.
Son respuestas humanas que el profesional de Enfermería tratará unas veces de forma totalmente independiente y otras, en colaboración con otros compañeros del equipo multidisciplinar. Estos diagnósticos están reconocidos también por nuestro sistema sanitario y, de hecho, están ahí, en nuestros programas informáticos, son con los que trabajamos, o deberíamos trabajar diariamente. Tener estos diagnósticos reconocidos y utilizados en nuestra práctica diaria es garantía de seguridad para el paciente, porque nuestro cuerpo de conocimientos no se apoya en la idea personal de cada una, sino que se asienta en la investigación y la evidencia científica.
Parece obvio que el profesional médico realiza una prescripción, una receta o una orden de dispensación, porque tiene la competencia previa para realizar un diagnóstico. Es por eso que no se termina de entender el problema que nos plantea el Real Decreto impidiéndonos prescribir en base a los diagnósticos que realizamos en nuestra práctica habitual. Si somos competentes para hacer un diagnóstico enfermero, ¿por qué no serlo para indicar, usar o prescribir aquello que es imprescindible para el desarrollo de nuestra actividad asistencial? Entiendo que si puedo diagnosticar, pero no indicar, usar o prescribir, me obligan a dejar incompleta mi actividad asistencial.
En base a protocolos y a nuestra formación en Farmacología con 6 créditos ECTS (los médicos tienen 9) tendremos que ir buscando cómo dar cuerpo a nuestras competencias, también en el ámbito de la prescripción. De lo contrario, el seguimiento, por ejemplo, de los pacientes crónicos por parte de las enfermeras de Atención Primaria puede perder parte de su esencia.
Tenemos el criterio y la formación suficiente para saber que formamos parte de un equipo interdisciplinar y sabemos cuándo es necesaria la intervención del profesional médico, porque hay problemas que debemos solucionar de forma conjunta, pero también es cierto que un decreto de prescripción razonable, podría culminar nuestras expectativas, a la vez que agilizar nuestro sistema sanitario, tan criticado por su lentitud.
No tiene ningún sentido que el paciente encuentre cada vez más trabas para recibir una atención de calidad, y para que la reciba directamente del profesional que está perfectamente cualificado para ello. Pero también es papel nuestro, como decía al principio, colocar a la enfermera en el lugar que le corresponde en la sociedad y en el sistema sanitario, profesionales con cuerpo de conocimientos propio y con un campo de actuación amplísimo, en buena parte aún por desarrollar.
Hay una frase que anda por las redes sociales y que refleja muy bien lo que la Enfermería es y quiere seguir siendo:
“La Enfermería no es Medicina de segunda, es cuidado de primera”.
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