2015 marca el punto medio de un programa de 30 años planteado por ONUSIDA para el control de esta enfermedad, y las estadísticas parecen indicar que las metas podrían ser alcanzadas con éxito.
Actualmente se estima que a nivel mundial hay alrededor de 36,9 millones de personas viviendo con VIH. El programa de ONUSIDA plantea tres grandes líneas de acción, involucrando:
1) La mejora del acceso a la medicación.
2) La disminución de nuevas infecciones.
3) La eliminación de la discriminación contra personas que viven con VIH.
Desde el año 2000, se ha conseguido reducir las nuevas infecciones hasta en un 35% y, a pesar de que en 2014 se registraron 2 millones de nuevos casos, esta cifra representó un avance respecto a los 3,1 millones que se dieron en 2010. Siguiendo esta tendencia, en España, según el informe del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, se ha encontrado también una reducción de casos nuevos, pasando de 3.666 en 2010 (133 en Castilla y León) a 3.278 en 2013 (121 en la misma Comunidad). Para 2020, el objetivo es reducir este número a 500.000 nuevas personas infectadas con VIH. Estas reducciones se han conseguido sin la intervención de una vacuna, resaltando la gran importancia de la prevención.
Uno de los obstáculos más grandes para la prevención de esta enfermedad es que ésta se basa en las acciones de los individuos y requiere que las personas tomen continuamente decisiones adecuadas sobre el cuidado de su salud en su vida diaria. Al ser actualmente una enfermedad cuya transmisión es mayoritariamente a través de relaciones sexuales, todos los programas educativos deben ser dirigidos a enseñar a las personas a cambiar sus hábitos y evitar las prácticas sexuales de riesgo.
Pruebas del sida
Evitar el contagio comienza por conocerse uno mismo. Todas las personas activas sexualmente deberían hacerse una prueba de VIH con cierta regularidad, incluso una o dos veces al año, si se trata de alguien con comportamientos de riesgo (no uso de preservativo, especialmente hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, uso de drogas intravenosas, entre otros).
En nuestro país, las relaciones sexuales fueron el medio de transmisión de más del 80% de los nuevos casos en 2013. La Medicina de Atención Primaria juega un papel fundamental en este apartado, por su fácil acceso como puerta de entrada en el sistema de salud. Estos profesionales pueden ofrecer estas pruebas y ayudar a modificar las conductas en las personas que puedan estar en riesgo y para prevenir un nuevo contagio.
Acceso a medicamentos
El impacto del avance en las terapias con medicamentos antirretrovirales desde su introducción, en 1996, ha llegado a permitir, no solo que las personas que viven con VIH tengan vidas más largas, sino también con buena calidad de vida. Las modificaciones en el número de píldoras que se deben tomar al día y en sus efectos secundarios, así como la mejoría en su efectividad, han ayudado también a asegurar una adherencia al tratamiento más adecuada y, por lo tanto, a retrasar la aparición de complicaciones.
Actualmente, de los 36,9 millones de personas infectadas, solo alrededor de 15 millones tienen acceso a estos medicamentos. Desgraciadamente, la mayoría de las personas que no pueden disponer de ellos se encuentran en las zonas del África subsahariana, donde la enfermedad muestra sus peores cifras. Se calcula que en 2014 hubo 5.600 nuevas infecciones por VIH al día y, de ellas, un 66% se dieron en esta zona. Afortunadamente, el acceso a la medicación de mujeres embarazadas es de cerca del 70%, con lo que las transmisiones de madre a hijo se reducen, descendiendo hasta un 54% las nuevas infecciones en niños recién nacidos. Este tipo de transmisión en España fue causa de solo el 0,3% de todos los casos (10) en 2013.
Las investigaciones en este campo han demostrado claramente que el inicio del tratamiento antirretroviral en las fases más primitivas de la infección, incluso antes de los primeros síntomas, ayuda a mantener los niveles del virus en sangre muy bajos y a retrasar estos síntomas, e incluso a prevenir que personas que tienen el virus en sangre lo transmitan a personas sanas.
Esto ha llevado a la inclusión del concepto de usar el tratamiento como parte de la prevención. Desde luego, una vacuna que evite el contagio sería ideal y, a pesar de que la ONU cree que puede estar disponible en sus primeras versiones en 2016, no debemos permitir que los esfuerzos y las inversiones gubernamentales en educación y prevención disminuyan, pues están dando resultados tangibles, como ha quedado demostrado.
Los datos que ha mostrado el informe anual de ONUSIDA reflejan que esta batalla está lejos de ser ganada, a pesar de que el número de muertes como consecuencia de esta enfermedad se haya reducido en un 42% en los últimos 10 años. La discriminación a las personas que viven con VIH no ha disminuido tanto como cabría esperar. En algunos países incluso se prohíbe la entrada a estas personas, y en otros los estigmas sociales las convierten en parias, no solo afectando su vida personal, sino también haciendo que estas personas no busquen ayuda o tratamiento por miedo a ser identificados como enfermos.
Como se ha dicho, la prevención depende de todos y cada uno de nosotros, y el Día Mundial del Sida debe servir para recordarnos que la falsa seguridad que ha comenzado a aparecer respecto a esta enfermedad es el peor enemigo que estos avances pueden enfrentar en los próximos años. Como dijo Michel Sibidé, director ejecutivo de ONUSIDA, este es un rival que solo podrá ser derrotado con una inversión firme y sostenida en el tiempo, en programas preventivos, acceso universal al tratamiento, atención sanitaria y apoyo a los contagiados.
*Andrés Álvarez Hodel es miembro del Grupo de Trabajo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Castellana y Leonesa de Medicina de Familia y Comunitaria (SOCALEMFYC)
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