Los Centros de Atención Especializada (CAE) a los menores desvinculados del conflicto armado de Colombia comenzaron a fraguarse en el año 2000. Los sucesivos intentos de negociaciones de paz entre el Gobierno y las guerrillas hicieron que proliferaran, hasta llegar a existir 15 en todo el país. El primero fue el que atienden los Salesianos en Cali, y poco después le siguió el de los Salesianos de Ciudad Don Bosco en Medellín.
Con el tiempo, la oferta formativa y humana integral de los centros atendidos por los Salesianos pudo con los que sólo eran hogares para los niños y no centros de formación, y no sólo se mantienen y están bien considerados por toda la sociedad colombiana, sino que incluso tienen perspectivas de aumentar el cupo de menores acogidos en sus instalaciones por el proceso de paz.
Los principios, sin embargo, nunca resultan fáciles, al abordar problemas que tienen que ver con la vulneración de derechos de la infancia. En el caso de los antiguos CAE, hace poco tiempo renombrados como Casas de Protección Especializada (CAPRE), tampoco fue una excepción. Los acuerdos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) con diversas instituciones, ONG y organizaciones internacionales no dieron los frutos deseados, al darse cuenta de que los menores debían ingresar y recuperar el nivel académico de acuerdo a su edad.
Los Salesianos, con su propuesta educativa integradora desde la pastoral juvenil, se convirtieron muy rápido en el referente para reinsertar a los menores desvinculados del conflicto armado.
Marcial Ramírez se convirtió, un 28 de abril de 2003, en el primer menor que ingresaba en el centro de los Salesianos de Medellín para niños desvinculados de los grupos armados. “Venía de las FARC, era campesino y llegaba lleno de barro hasta arriba“, recuerda James Areiza, responsable de los Programas de Protección de la Infancia de Ciudad Don Bosco.
Otro punto a favor del éxito de los Salesianos en estos años, en los que más de 2.300 menores que pertenecieron a los grupos armados han pasado por sus instalaciones y se han reinsertado en la sociedad, ha sido su apuesta por el fortalecimiento familiar, con los encuentros asiduos de los menores con sus familiares.
Todo ello ha convertido las Casas Salesianas de Protección Especializada de Cali y Medellín en territorios de paz para todos los menores, independientemente de que vinieran de las FARC, el ELN o los grupos paramilitares.
Ahora, con el histórico proceso que vive Colombia, todos están a la expectativa. Los menores tienen esperanzas de paz, pero se muestran neutros a la hora de manifestarse y, en muchos casos, hasta escépticos con los acuerdos. Eso se explica porque lo viven como una experiencia personal, y muchos han tenido comandantes que siempre les dijeron que jamás entregarían las armas.
Pero lo único cierto para todos es que la paz los acercaría a sus familias, dejarían de estar amenazados, no tendrían que esconderse y dejarían de ser señalados por haber pertenecido a los grupos armados. Para ellos, en la actualidad, la palabra libertad tiene un significado que aún no han podido experimentar por completo.
‘Niños soldado’. El proceso de paz en Colombia desde dentro
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