
No sé si padezco un síndrome de deformación profesional de periodista veterano, estoy afectado de curiosidad malsana o comienzo a sufrir manías de viejo desocupado, pero últimamente me fijo mucho en lo que se cuece en las calles por las que paseo. Hace un par de semanas, sin ir más allá, me topé casualmente con un grupo que se manifestaba ante la antigua sede de Sanidad (ahora de los Servicios Sociales) de Salamanca. Muerto de curiosidad, pregunté a uno de ellos el motivo de semejante alboroto. Su respuesta me hizo reflexionar sobre el peligro en que actualmente están muchos derechos que, hasta hace poco, creíamos intocables e irreversibles.
Resulta que, según me enteré entonces y he podido contrastar más tarde, muchos de los centros dependientes de la Gerencia de Servicios Sociales de nuestra provincia tienen una ocupación muy inferior a su capacidad, en tanto que, hasta hace poco, había que guardar interminables listas para de ser admitido. Por poner un ejemplo concreto, la residencia de San Juan de Sahagún, un excelente hogar para mayores, está hoy ocupada al setenta por ciento (85 plazas de 140). Además, solamente acepta estancias temporales. Según la Junta de Castilla y León, no se acoge a más personas debido a que se va a construir otra residencia, ya que la actual padece defectos estructurales de imposible reparación. La idea resultaría creíble si, por lo menos, la nueva estuviera en obras, pero lo cierto es que, hasta hoy, no se ha puesto una piedra, pese a que debería de inaugurarse este año.
Naturalmente, esta baja ocupación artificialmente inducida está sirviendo de pretexto para reducir personal. La Gerencia no cubre bajas, ni vacantes, ni vacaciones, incluso, según parece, las va a aprovechar para amortizar ciertas plazas. Es la pescadilla que se muerde la cola; a menos plazas, menos profesionales y menor calidad asistencial. Y como la calidad asistencial disminuye, se deriva el servicio al sector privado. Y a esto acaban llegando siempre.
Como siempre, a los mal pensados nos da el pálpito de que todas estas desgracias, estas necesidades de ahorro derivadas de la crisis, estas casualidades tan casuales, estas grandes racionalizaciones tan racionalistas y demás milongas pampeanas, acaban siempre favoreciendo al sector privado, de la misma manera que muchas de las reformas perpetradas por el señor Wert en materia de Enseñanza acaban favoreciendo al sector concertado.
De esta forma resulta, como mínimo, sospechoso, que todas las nuevas plazas de estancia de mayores se estén desviando a determinada residencia, que no es precisamente pública. Pura casualidad, sin duda.
Por todo esto, y por faenas parecidas perpetradas en detrimento de los centros de acogida para menores, se estaba manifestando el grupo con el que coincidí casualmente el pasado día 29. Tras reflexionar desapasionadamente, creo que sus integrantes tenían razón. El bajo índice de ocupación de estos centros no obedece a que las familias estén sacando de allí a los ancianos para vivir de sus pensiones. La razón podría ser más bien ideológica, y podría tener que ver con la obsesión neoliberal de acabar con lo de todos para que empresas afines puedan obtener excelentes beneficios. Yo no creo que sea lo más eficaz, ni lo más eficiente, ni siquiera lo más barato.
El sector público cuenta con excelentes profesionales, mejor organización e instalaciones más adecuadas que el privado. Es un desperdicio de dinero público mantener centros y trabajadores que no están a pleno rendimiento, mientas se desvía la prestación del servicio a un sector privado que, además, lo acaba haciendo de manera más cara y, en la mayoría de los casos, con peor calidad. Y lo demás es, exclusivamente, afán de lucro caiga quien caiga…
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