La protección que confiere la vacunación frente a la covid-19 grave es alta, incluso en la causada por la variante ómicron. Lo que sí pierden las vacunas al cabo de unos meses es la capacidad de hacer de barrera frente a la infección misma. Esto se recupera en parte con la tercera dosis. ¿Significa que habrá que seguir administrando dosis de recuerdo cada poco tiempo? Inmunólogos españoles coinciden con la Agencia Europea del Medicamento (EMA) en que no es lo adecuado.
El director de la Estrategia de Vacunas de la EMA, Marco Cavaleri, ya ha dicho que no es “una estrategia sostenible a largo plazo” y que no se puede “seguir dando dosis de recuerdo cada tres o cuatro meses [a la población general]”, aunque ha señalado que la población vulnerable “es diferente”.
El Ministerio de Sanidad español ha anunciado esta semana que quienes recibieron una dosis adicional de la vacuna de ARNm “por ser considerados de más riesgo” –grupo 7 de la estrategia de vacunación– o por estar en tratamiento con fármacos inmunosupresores –actualización 9 de la estrategia– recibirán una cuarta dosis a los cinco meses de la última.
Tercera dosis: vuelven los anticuerpos
Los inmunólogos consultados por la agencia SINC han explicado, en declaraciones para el Covid Vaccine Media Hub, qué hace exactamente la tercera dosis que ya se está inoculando.
Como señala Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología, “los anticuerpos inducidos por infección natural o por la vacuna pierden capacidad neutralizante”. Los anticuerpos neutralizantes bloquean la llave con la que el virus entra en las células, impidiendo así la infección. Con el tercer pinchazo, el organismo recupera en parte ese poder. “Hay datos que muestran que la capacidad neutralizante de los anticuerpos frente a ómicron se recupera aproximadamente al 60% tras una tercera dosis”, dice López Hoyos.
La vuelta de anticuerpos es solo temporal
El regreso de los anticuerpos dura, sin embargo, poco tiempo. “La tercera dosis refresca los niveles de anticuerpos en mucosa respiratoria y en sangre, con lo que frenan parcialmente la transmisión. Pero, después de unos meses, de nuevo se pierden estos anticuerpos”, afirma también José Gómez Rial, del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela y coordinador de Inmunología en el Grupo de Investigación en Vacunas GENVIP.
La pérdida de anticuerpos no supone, sin embargo, que la vacuna haya dejado de proteger. Carmen Martín, inmunóloga en el Centro de Hemoterapia y Hemodonación de Castilla y León, recuerda que en la respuesta defensiva del organismo no solo intervienen los anticuerpos, sino también la inmunidad celular, protagonizada por las células T. La respuesta celular ante la infección es menos visible que los anticuerpos, pero guarda memoria de ataques pasados; a ella se debe que las vacunas sigan protegiendo contra la covid-19 grave incluso sin anticuerpos detectables en sangre.
Bajan los anticuerpos, pero la inmunidad celular se mantiene
Como explica África González, catedrática de Inmunología en el Centro de Investigaciones Biomédicas (CINBIO) de la Universidad de Vigo, “si tus niveles de anticuerpos han bajado, puedes infectarte, pero tu memoria [inmunitaria] se pone en marcha –necesita entre tres y cinco días– y vuelves a producir anticuerpos y células de memoria; así tienes una pequeña infección que se resuelve pronto”. Pero si no estás vacunado o no has estado en contacto antes con el virus, “no tienes memoria desarrollada y puedes tener una infección más grave”. Y para activar la inmunidad celular, “por lo que sabemos hasta ahora, no es necesaria la tercera dosis”, sostiene Martín.
Coincide con ella Manel Juan, jefe del servicio de Inmunología del Hospital Clínic: “La vacunación es importante por la activación de la inmunidad celular, que funciona ya con la pauta completa. En la población general inmunocompetente, no es necesaria la tercera dosis para esto”.
Dos dosis ya activan la inmunidad celular
“Parece que se quiere emplear la tercera dosis para inducir anticuerpos neutralizantes e intentar frenar la infección, pero no se persigue tanto parar la enfermedad, algo que ya se consigue con la pauta vacunal completa de dos dosis”, destaca López Hoyos, quien recalca: “Lo que es relevante es que la gente no vacunada lo haga con las dos dosis, porque eso protege de enfermedad grave”.
Por eso, “en adultos de menos de 65 años inmunocompetentes, la tercera dosis solo tendría un beneficio colectivo en frenar la transmisión del virus, pero el beneficio individual sería bajo, al estar ya protegidos frente a enfermedad grave”, añade Gómez Rial. “Por la inmunidad celular, una persona inmunocompetente con dos dosis tiene un sistema inmunitario perfectamente capacitado para enfrentarse a cualquier variante del virus, como se está demostrando en la práctica”, añade.
Datos de Sudáfrica usados el pasado martes por Cavaleri en una rueda de prensa muestran que los vacunados tienen un 70% de protección frente a la hospitalización. Trabajos en Reino Unido indican que la cifra sube al 90% si se ha recibido, además, un refuerzo.
Innecesarios los refuerzos constantes
Respecto a la posibilidad de seguir administrando dosis de refuerzo a la población general, estos expertos se muestran contrarios. “Como estrategia generalizada para toda la población, es un despropósito desde el punto de vista inmunológico”, dice Gómez Rial, que agrega: “Para los grupos vulnerables puede tener sentido, pero sería muy aconsejable actualizar la vacuna a la variante ómicron y centrar la dosis de recuerdo solo en este grupo de población y con monitorización estrecha de perdida de efectividad vacunal”.
Priorizar la vacunación global
Por su parte, Manel Juan recuerda la necesidad de priorizar la vacunación en países con menos recursos: “¡Lo que aportan [más dosis de refuerzo] es poco, en comparación con la vacunación completa!”, enfatiza. “Para ómicron [el refuerzo aporta] muy poco”, indica el experto, quien insiste en que una estrategia basada en dosis de recuerdo constantes “en absoluto debería plantearse si eso nos lleva a olvidar lo realmente importante: vacunar a toda la población mundial”.
Para López Hoyos, “la estrategia de refuerzos repetidos, repetir un booster con el mismo preparado de la vacuna original frente al virus original de Wuhan, no parece tener mucho sentido si queremos inducir anticuerpos neutralizantes frente a las nuevas variantes”. Por ello, apunta, “deberían incluir al menos alguna de las variantes, como delta u ómicron; además, lo ideal sería estimular con el refuerzo la respuesta frente a otros componentes del virus, y no necesariamente frente a la proteína S”.
Riesgo de cansancio en la población
África González opina que incluso podría haber riesgos si se inoculan dosis de recuerdo sucesivas: “No tiene sentido ni es recomendable. El sistema inmunitario puede agotarse. Esto aún no lo sabemos con esta vacuna. El ensayo clínico en Israel con cuatro dosis dará información valiosa al respecto”.
Gómez Rial no cree que los refuerzos indujeran problemas de salud, porque “nuestro sistema inmunitario está preparado para responder sobradamente a multitud de estímulos al mismo tiempo”, pero advierte de que se generaría “un rechazo masivo a la vacunación y convertiríamos el éxito de programa de inmunización en nuestro país en un fracaso por abusar sin sentido de las vacunas”.
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