El 13 de enero se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Depresión, con el objetivo de sensibilizar sobre uno de los problemas de salud mental más prevalentes del planeta.
Se calcula que 280 millones de personas en el mundo la padecen, según datos de la OMS de marzo del pasado año. En España, un informe de Fundamed de 2021 hablaba de cerca de tres millones de personas con depresión: ¿cómo luchar contra esta enfermedad, cómo tratarla, qué hace que aparezca, cuántos tipos existen? De todo ello hemos hablado con Gabriel Ródenas, psicólogo clínico, además de vocal y portavoz de SEPC-ANPIR.
Abordar la depresión trasciende al propio paciente. ¿De qué manera afecta este problema al entorno de quien la padece?
Cuando hablamos de problemas de salud mental, estamos diciendo que ese cuadro clínico lleva la entidad de ser un problema cuando repercute no solo a la persona en su estado emocional, sino en las distintas áreas de su vida: si hablamos de un adulto, en sus relaciones sociales y laborales; en el caso de un niño, en el rendimiento académico… También en las relaciones familiares y de pareja, es decir, no solo afecta al paciente sino en todas sus áreas vitales.
Hemos logrado visibilizar la depresión gracias a que, de poco a esta parte, se pone el acento en la salud mental. ¿Ha mejorado su diagnóstico?
Es cierto que, sobre todo a raíz de la pandemia, se ha abierto el estigma que había sobre los problemas de salud mental, depresión, ansiedad… Pero hay que tener cuidado con decir que el hecho de que se hable más de ello implica que se diagnostique más y mejor; no necesariamente. Al fin y al cabo, la salud mental es compleja y un cuadro como la depresión, que es distinto en cada persona, tiene que ser diagnosticado por un profesional de la salud mental cualificado.
¿Se puede detectar la depresión en un primer nivel asistencial? ¿Cómo se puede conseguir y de qué forma mejoraría el pronóstico del paciente?
Para poder hacer una detección precoz es necesario evaluar e intervenir de forma precoz. En lo que respecta a la sanidad pública, donde la mayoría de psicólogas y psicólogos clínicos desempeñamos nuestra labor, sí se ha visto la importancia de la figura del psicólogo clínico en Atención Primaria. En ese nivel asistencial el facultativo que solemos tener es el médico de familia, que sí está concienciado con la salud mental, pero no es estrictamente un profesional de esa área.
El contar con un facultativo que pueda no solo detectar y diagnosticar, sino tratar la depresión en ese primer nivel asistencial es toda una ventaja: cuanto antes se trate, mejor pronóstico tiene, como lo han demostrado numerosos compañeros y compañeras que trabajan en Atención Primaria.
Igual que con problemas como la obesidad se dice que no hay un tipo de obesidad, sino muchos, ¿podemos hablar de muchos tipos de depresión?
Para hablar de depresión hay que trascender un poco el uso coloquial que se hace de esta palabra hacia la verdadera entidad clínica de la depresión, que como dice la literatura es multifactorial, multidimensional y tiene muchísimas características que se solapan entre sí. Es, digamos, un compendio de variables psicológicas, biológicas y sociales, que a veces son indivisibles.
Una misma categoría diagnóstica —es decir, que una persona cumpla una serie de criterios para un trastorno depresivo mayor— no quiere decir que se vaya a repetir en otra persona; es decir, los y las profesionales abogamos por una visión contextual del sufrimiento humano y de los cuadros psicopatológicos, y tenemos incluso que trascender las propias etiquetas de corte más biologicista y centrarnos sobre todo en intentar entender, y así lo manifiestan numerosas guías clínicas, por qué ha surgido este cuadro depresivo para que la persona pueda darle un sentido a su historia y ver qué herramientas va a necesitar para hacerle frente y recuperarse.
Esto es algo muy particular, así que, respondiendo a la pregunta, diría que hay tantas depresiones como personas hay que la padecen en el mundo, ya que cada una va a necesitar un tratamiento concreto y distinto.
Un estudio acaba de ponerse en marcha en el INCLIVA para saber hasta qué punto las experiencias traumáticas en la infancia nos predisponen a la depresión adulta. ¿Hasta qué punto trasciende lo que nos ocurrió de pequeños en la prevalencia de este trastorno?
Se ha demostrado, y la experiencia lo dice, que las experiencias traumáticas en la infancia y la adolescencia son un factor de riesgo más a la hora de desarrollar más tarde o más temprano un problema relacionado con la salud mental, ya sea depresión, psicosis u otro trastorno.
No hay que verlo como algo determinista, es decir, la aparición de un trastorno es el sumatorio de muchos factores y variables individuales, sociales, familiares…, y todos esos factores entran en juego y van a determinar si aparece o no el trastorno; por tanto, podrían influir, pero no podemos decir que sean determinantes.
Hablemos de tratamientos. Depresión suele asociarse a tratamiento farmacológico; ¿en qué casos es tratable con otras terapias y en cuáles no?
Todas las guías clínicas, y también la OMS, indican que el tratamiento de elección para la depresión tiene que ser el psicológico, es decir, la psicoterapia en cualquiera de las modalidades que han demostrado evidencias. Pero por cómo está construido el sistema —médicos en el primer nivel asistencial— y también por la creencia de que necesitamos solución inmediata a los problemas de salud mental, se tiende mucho a iniciar el tratamiento farmacológico, muchas veces sin explicar los efectos adversos que implica.
Insisto: el primer tratamiento de elección debería ser el psicológico, y el farmacológico reservarlo para cuando el psicológico no funciona y como coadyuvante. Y siempre introducido y retirado bajo supervisión médica.
Hay factores más o menos conocidos que predisponen a la depresión, como ser mujer, la edad o el estatus socioeconómico; ¿qué otros menos conocidos se convierten en factores de riesgo?
Sobre los factores de riesgo tiene que haber un cambio no solo en políticas de salud, sino también sociales. Personas que no tienen garantizadas las condiciones mínimas para seguir viviendo, el acceso a la vivienda, a un trabajo e incluso a la alimentación, tienen más riesgo de sufrir un problema de salud mental como puede ser la depresión.
Creo que es más interesante tener una visión contextual del sufrimiento humano en lugar de centrarnos en características más innatistas o de corte biológico, ya que así los profesionales de la salud mental podemos perder el foco de cómo intervenir.
La interacción social puede ser un elemento especialmente delicado en personas que están atravesando una depresión. ¿Cómo recomendaría actuar frente a una persona que la padece?
Cuando una persona desarrolla un cuadro depresivo el entorno inmediato suele ser el primero en darse cuenta, aunque no necesariamente: hay personas que pueden llevar este sufrimiento y ser poco perceptible por los suyos.
Lo que recomendaría si se tiene en el entorno a alguien con depresión es estar atento o atenta, adoptar una actitud no juiciosa y, sobre todo, disponibilidad, esto es, acompañar a la persona por si necesita un apoyo extra.
También es bueno intentar trabajar para que si la persona está aislada no se aísle más, y favorecer todos los procesos de recuperación en relación al tratamiento.
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