El mundo ya cuenta con una estrategia consensuada para enfrentar esta enfermedad, antes conocida como enfermedad del hígado graso, y una manera para medir los avances.
En una serie de publicaciones, un grupo multidisciplinar de más de 300 personas expertas de todo el mundo ha definido prioridades de investigación y acciones políticas para reducir la carga de la esteatosis hepática, una enfermedad potencialmente grave que afecta a más de uno de cada tres adultos en todo el mundo, así como una puntuación que permite evaluar el progreso de un país para abordar la enfermedad en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La esteatosis hepática (SLD por sus siglas en inglés) se refiere a una serie de afecciones en las que se acumula un exceso de grasa en el hígado, lo que a veces provoca inflamación y daños en las células hepáticas. Es la enfermedad hepática más común en el mundo y una de las principales causas de cirrosis y cáncer de hígado. A diferencia de otras enfermedades no transmisibles (ENT) con las que está estrechamente asociada (como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes de tipo 2 y la obesidad), la EH sigue sin diagnosticarse o conocerse en la población general y sin ser abordada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“La esteatosis hepática, y especialmente su forma más agresiva (esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica o MASH, antes denominada NASH), tiene un impacto significativo en la salud de las personas, lo cual sobrecarga los sistemas de salud y resulta en costes considerables”, explica Jeffrey V. Lazarus, jefe del grupo de investigación en sistemas de salud en ISGlobal, centro impulsado por la Fundación “la Caixa”. “Es un problema de salud pública que debe abordarse a la par de otras enfermedades no transmisibles”, añade.
Evaluar cómo abordan los países la carga de esteatosis hepática
En un primer estudio, un equipo de más de 200 expertas y expertos internacionales dirigido por Lazarus elaboró una puntuación de la esteatosis hepática según los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 195 países y territorios. El objetivo era medir cómo cada país está abordando la enfermedad mediante un enfoque multisectorial, y orientar acciones futuras.
La puntuación tiene en cuenta una serie de indicadores para cada país entre 1990 y 2017, incluyendo la desnutrición o el sobrepeso infantil, la mortalidad por ENT, la cobertura sanitaria universal, la cantidad de personal sanitario y el nivel educativo. También incluye un indicador de espacios verdes urbanos para 60 países en 2017. Los resultados muestran que la puntuación (donde 100 es la máxima) varía mucho entre países, desde 14,6 en Níger hasta 93,5 en Japón, y que un desarrollo económico avanzado no garantiza una puntuación más alta.
Las puntuaciones aumentaron en todas las regiones del mundo entre 1990 y 2017, con el mayor incremento en el sur de Asia, pero disminuyeron en ocho países. De todos los indicadores, el índice de cobertura sanitaria universal tuvo el valor medio más bajo en todos los países. El estudio destaca la necesidad de una colaboración multisectorial para abordar la esteatosis hepática y las ENT en general.
“Esta puntuación puede utilizarse para concienciar sobre la enfermedad dentro y fuera del sector sanitario, como herramienta de incidencia para grupos de pacientes y profesionales de la salud pública, y para orientar la toma de decisiones estratégicas por parte de las organizaciones dedicadas a las ENT”, afirma Lazarus. Si se actualiza, también puede servir para medir el progreso de cada país.
Un programa de investigación transformador
La investigación es fundamental para definir la manera de reducir la carga de la esteatosis hepática, enfermedad cada vez más frecuente, y mitigar su impacto individual y social. Lazarus y ocho copresidentes de la colaboración Hígados sanos, vidas sanas (recién creada por AASLD, ALEH, APASL y EASL) reunieron a un grupo multidisciplinar de más de 300 personas expertas para definir una agenda de investigación ambiciosa y transformadora.
Tras dos rondas de consultas, el panel alcanzó un alto nivel de acuerdo sobre 28 prioridades en seis áreas (carga humana y económica, modelos de atención, tratamiento, perspectiva del paciente, concienciación, políticas de salud pública). Hubo acuerdo unánime en cinco prioridades y más de 90% de acuerdo en las 23 restantes. Las prioridades de investigación incluyen estudios de cohortes que hagan un seguimiento prospectivo de pacientes con la enfermedad, el desarrollo y validación de modelos de predicción del riesgo y nuevos estudios para cuantificar mejor la carga total y los costes directos e indirectos de la enfermedad.
“El estudio no sólo propone una agenda de investigación pionera para acelerar nuestra respuesta a este problema de salud cada vez mayor, sino que también muestra un alto grado de acuerdo entre expertos de todo el mundo”, afirma Zobair M. Younossi, autor principal y presidente del Consejo Global de NASH y director del Programa Beatty de Investigación sobre el Hígado y la Obesidad, Inova Health System, EE. UU.
Acción global más allá de la investigación
En otro estudio de consenso, Lazarus y el mismo equipo multidisciplinar elaboraron una agenda global de acciones prioritarias, más allá de la investigación. Tras dos rondas de consultas, el panel identificó 29 prioridades en seis áreas (epidemiología, tratamiento y atención, modelos de atención, educación y concienciación, perspectivas del paciente y la comunidad, y liderazgo y política de salud pública). Entre las principales prioridades figuran la colaboración entre especialistas hepáticos y médicos de atención primaria, la atención a las necesidades de las personas que viven con múltiples enfermedades y la inclusión de la enfermedad del hígado graso en las estrategias para combatir las ENT.
“Esta agenda de acción consensuada puede cambiar el rumbo de la enfermedad del hígado graso”, afirma Lazarus. “Sin embargo, su implementación requiere esfuerzos concertados a nivel mundial, regional y nacional. También necesitamos que la OMS apoye con un plan de acción, directrices y una estrategia”.
Cambiar el nombre de la enfermedad
El nombre de enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD por sus siglas en inglés) se acuñó originalmente para distinguirla de las causas alcohólicas y se asociaba al sobrepeso o la obesidad. Sin embargo, como señalan Lazarus y sus colegas, los términos “no alcohólico” y “graso” pueden estigmatizar, y las enfermedades hepáticas alcohólicas y no alcohólicas pueden compartir algunos procesos biológicos. Por ello, en un proceso liderado por las principales organizaciones hepáticas (AASLD, ALEH y EASL), un total de 236 panelistas de 56 países llegaron a un consenso para renombrar la NAFLD como esteatosis hepática metabólica (MASLD, por sus siglas en inglés). También proponen una subcategoría separada, denominada MetALD, para referirse a los pacientes con mayor consumo de alcohol.
Artículos de referencia:
A global research priority agenda to advance public health responses to fatty liver disease
A global action agenda for turning the tide on fatty liver disease
A multi-society Delphi consensus statement on new fatty liver disease nomenclature
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