Ante el Día Mundial sin Tabaco, uno de los mayores expertos en tabaquismo y jefe del Servicio de Neumología del Hospital de Salamanca, Miguel Barrueco, lamenta la falta de inversión pública ante un problema que causa entre 50 y 60.000 muertos al año en España. Se necesitan, a su juicio, más Unidades de Tabaquismo, financiación de los fármacos para dejar de fumar, empaquetados blancos y campañas de prevención bien diseñadas, sobre todo dirigidas hacia los más jóvenes.
Porque la realidad demuestra que, si bien hay ahora mucha más conciencia de los perjuicios del tabaco que hace diez o veinte años, la Encuesta sobre Drogas entre los escolares revela datos como que el 38,4% de los estudiantes de enseñanzas secundarias entre 14 y18 años declara haber fumado alguna vez. En el conjunto de la población y aunque “no se ha actualizado la Encuesta Nacional de Salud”, el porcentaje de fumadores sigue en tasas elevadas en torno al 26%. Sólo dos datos que requieren prestar mucha atención a las reflexiones de quien lleva décadas luchando contra esta epidemia.
Parece que la Ley Antitabaco fue un punto de inflexión en España, ¿pero cuál es la situación actual?
La Ley ha producido un cambio sustancial y ha hecho el tabaco menos visible, primero porque se ha reducido el consumo, y también porque los fumadores no pueden consumir en determinados lugares y fuman menos. Pero, frente al impulso inicial, que supuso rebajar la tasar de fumadores del 30-33% al 24-26% , hay una cierta sensación de estancamiento que exige nuevas medidas.
¿Cuáles son las más urgentes?
Hay tres fundamentales: financiar los tratamientos farmacológicos, multiplicar las consultas para dejar de fumar y legislar, como ya ocurre en Europa, el empaquetado blanco, libre de los colores de marca, para quitar el impacto de la imagen. Luego también hay que aumentar las campañas prevención, desde todos los ámbitos, empezando por el Ministerio de Sanidad. Si se gastara la mitad que la Dirección General de Tráfico en publicidad, evitaríamos la muerte de muchas personas, y eso teniendo en cuenta que en la carretera se registran en torno a 1.000 fallecidos anuales y por el tabaco mueren más de 55.000. No nos valen campañas puntuales del 31 de mayo y luego olvidarnos todo el año.
Una prevención que parecía funcionar entre los menores, pero que no acaba de ser así en función de las estadísticas: nada menos que un 38,4% de estudiantes de enseñanzas secundarias entre 14 a 18 años declara haber fumado alguna vez, según la Encuesta estatal sobre Drogas.
Y esa encuesta dice también que cada vez se fuma más y a edad más temprana. A los 11 años se está probando ya el primer cigarrillo, y a los 13 hay fumadores estables. Hay padres que parecen escandalizados si les digo que puede que su hijo ya haya fumado, pero la realidad es que a los 11 años muchos lo han probado. El problema viene, en parte, de campañas mal diseñadas. Empezamos poniendo calaveras e identificando la adicción con la muerte, cuando es más eficaz potenciar el binomio salud-vida. No hemos aprendido todavía que al público joven no se les puede decir que si fuman van a tener un infarto, o EPOC, o cáncer, porque lo ven lejísimos, sino decirles que sin tabaco se vive mejor, que sus valores estéticos si fuman, se van a ver perjudicados. Es un error de concepto, con el miedo no se va a ninguna parte.
Además, desde 2007 el Gobierno no destina recursos a campañas de prevención, según denuncia la Asociación contra el cáncer, la Fundación del Corazón y el Comité Nacional de Prevención contra el Tabaquismo.
Las Administraciones Públicas a veces pretenden lograr cosas a coste cero, y así no pueden ser eficaces, no es real, y si la lucha contra el tabaco continúa es por la entrega de los profesionales sanitarios que se dedican a ello. El dinero que se gasten ahora en tabaquismo lo van a ahorrar dentro de 15 años, pero claro, ellos quieren cuadrar las cuentas ahora, no gastar, pero sí recaudar impuestos.
Lo que sí existe es una conciencia generalizada de que el tabaco es malo, algo que no ocurría hace 20 o 30 años, pero aún así seguimos fumando y los niños lo prueban.
Somos rehenes de la industria del tabaco. Que un menor lo pruebe forma parte de su propio proceso de madurez, de probar lo prohibido, el problema es que con algunas dosis de nicotina algunos se vuelven adictos y entonces ya no pueden parar. Si un adulto no es capaz de dejar de fumar, no le vas a pedir a un niño que no sea adicto, teniendo en cuenta que la capacidad adictiva de la nicotina es muy superior a drogas como la cocaína o la heroína.
Teniendo en cuenta esa alta adicción, son fundamentales las Unidades del Tabaquismo, como la que existe en el Hospital de Salamanca y que además fue una de las pioneras.
Desde el año 2000 hemos tenido consulta de tabaquismo en el hospital y en el 2005 nació la Unidad como tal, ahora ya están en casi todos los hospitales, pero se necesitan más recursos. El funcionamiento es similar en todas ellas, combinando las terapias conductuales con los fármacos en pacientes previamente derivados de su centro de salud o de algún especialista.
¿Cuál es el balance y el índice de éxito del último año?
Atendemos en torno a 500-600 pacientes al año y entre el 50 y el 60% de ellos no han vuelto a fumar pasado un año, un porcentaje similar en todas las unidades de este tipo. Son terapias largas que requieren también consultas largas, en torno a veinte minutos con la enfermera y otros veinte con el médico. Antes teníamos cinco días a la semana consulta de Enfermería y neumólogo, ahora sólo contamos con cuatro días de Enfermería y dos de médico, con lo que sólo podemos intentar rentabilizar al máximo nuestro tiempo.
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