Los adolescentes que duermen menos de ocho horas por noche tienen más probabilidades de tener sobrepeso u obesidad, en comparación con los que descansan lo suficiente.
Así lo pone de manifiesto una investigación que se presentará durante los próximos días en el Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC 2022), que se celebrará entre el 26 y el 29 de agosto en Barcelona. La falta de sueño también se asocia a otras condiciones poco saludables en la población adolescente, como el exceso de grasa alrededor de la cintura, la presión arterial elevada y niveles anormales de lípidos y glucosa en la sangre.
“Nuestro estudio muestra que la mayoría de los adolescentes no duermen lo suficiente, y esto está relacionado con el exceso de peso y las características que promueven el aumento de peso, lo que podría generarles problemas futuros”, explica Jesús Martínez Gómez, investigador en formación en el Laboratorio de Imagen y Salud Cardiovascular del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) de Madrid. “Actualmente estamos investigando si los malos hábitos de sueño están relacionados con el tiempo excesivo frente a la pantalla, lo que podría explicar por qué los adolescentes mayores duermen incluso menos que los más jóvenes”, agrega el autor del trabajo.
Este estudio examinó el vínculo entre la duración del sueño y la salud en 1.229 adolescentes incluidos en el Programa de Ensayos para Escuelas Secundarias en España, un proyecto colaborativo de SHE-Fundación “la Caixa”, la Universidad de Barcelona y el CNIC. Los participantes tenían una edad media de 12 años al inicio del estudio, con igual número de niños y niñas.
El sueño se midió durante siete días con un rastreador de actividad portátil tres veces en cada participante a las edades de 12, 14 y 16 años. Para una salud óptima, la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño recomienda dormir de 9 a 12 horas por noche para niños de 6 a 12 años y de 8 a 10 horas para niños de 13 a 18 años. Para simplificar el análisis, los investigadores utilizaron un mínimo de ocho horas como periodo óptimo de descanso. Los participantes se clasificaron como durmientes muy cortos (menos de 7 horas), durmientes cortos (7 a 8 horas) y óptimos (8 horas o más).
El sobrepeso y la obesidad se determinaron según el índice de masa corporal. Los autores calcularon una puntuación continua del síndrome metabólico que iba desde valores negativos (más sanos) a positivos (más malos) que incluían la circunferencia de la cintura, la presión arterial y los niveles de glucosa y lípidos en la sangre.
A los 12 años, solo el 34 % de los participantes dormían al menos 8 horas por noche, y esto se redujo al 23 % y al 19 % a los 14 y 16 años, respectivamente. Los niños tendían a dormir menos. Los adolescentes que dormían más también tenían un sueño de mejor calidad, lo que significa que se despertaban menos durante la noche y pasaban una mayor proporción del tiempo durmiendo en la cama, en comparación con los que descansaban menos. La prevalencia de sobrepeso y obesidad fue del 27%, 24% y 21% a los 12, 14 y 16 años, respectivamente.
Se analizaron las asociaciones entre la duración del sueño, el sobrepeso/obesidad y la puntuación del síndrome metabólico después de ajustar otros factores: educación de los padres, condición de migrante, actividad física moderada a vigorosa, condición de fumador, consumo de energía, ciudad de residencia (Madrid o Barcelona) y escuela.
Conexión entre la falta de sueño y la salud
En comparación con las personas que duermen óptimamente, el sobrepeso y la obesidad fueron un 21 % y un 72 % más probables en las personas que duermen muy poco a los 12 y 14 años, respectivamente. Los que descansaban poco tenían un 19 % y un 29 % más de probabilidades de tener sobrepeso u obesidad, en comparación con los que dormían de forma óptima a los 12 y 14 años, respectivamente. De manera similar, los que dormían menos de 8 horas presentaban puntuaciones medias más altas de síndrome metabólico a los 12 y 14 años, en comparación con los que referían un descanso adecuado.
“Las conexiones entre la falta de sueño y la salud adversa fueron independientes de la ingesta de energía y los niveles de actividad física, lo que indica que el sueño en sí mismo es importante. El exceso de peso y el síndrome metabólico se asocian en última instancia con las enfermedades cardiovasculares, lo que sugiere que los programas de promoción de la salud en las escuelas deberían enseñar buenos hábitos de sueño. Los padres pueden dar un buen ejemplo teniendo una hora constante para acostarse y limitando el tiempo de pantalla por la noche. También se necesitan políticas públicas para abordar este problema de salud global”, subraya Martínez Gómez.
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