Las madres de hijos con cardiopatías congénitas podrían tener más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares a lo largo de su vida, tal y como se desprende de un estudio publicado recientemente en la revista Circulation. La investigación incluyó a más de un millón de mujeres que tuvieron hijos en Canadá y que fueron sometidas a seguimiento entre 1989 y 2013 para determinar el número de hospitalizaciones que sufrían por causa cardiovascular.
Así, las madres de hijos con cardiopatías congénitas graves sufrieron un 43% más de ingrsos relacionados con infartos, insuficiencia cardiaca, arterosclerosis y trasplantes de corazón que las madres de bebés sin problemas cardiacos; mientras que las madres de niños con cardiopatías congénitas no críticas sufrieron un 24% más de hospitalizaciones por estas causas. “Los datos son llamativos, y la incidencia de ingresos hospitalarios por enfermedad cardiovascular se relaciona, además, con el grado de la cardiopatía congénita del descendiente”, comenta el doctor Fernando Rueda Núñez, presidente de la Sección de Cardiología Pediátrica y Cardiopatías Congénitas de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Lo que no parece estar clara es la causa de esa relación. “Por un lado, no se puede descartar la presencia de un factor genético desconocido. Por otro, la aparición de estos eventos cardiovasculares en las madres podría estar relacionada con el impacto sobre la calidad de vida que implica tener un hijo con una enfermedad grave”, comenta el experto, quien asegura que en la práctica clínica “vemos cómo este tipo de familias están sometidas a un estrés emocional indudable”.
Precisamente el estudio indica que el 85% de los niños con cardiopatías congénitas viven más allá de la adolescencia y apunta en esa dirección. “Sin descartar la presencia de un componente genético, el impacto psicosocial de las cardiopatías congénitas en los cuidadores podría tener efectos a largo plazo”.
Identificación de un grupo de riesgo
Para el doctor Rueda, la originalidad de este estudio reside en que se centra en la periferia del problema, la familia, y no en el problema en sí, la enfermedad del niño. “El valor de esta investigación es que cambia el foco de la linterna a una zona que estaba oscura. Hasta ahora hemos estado muy centrados en el tratamiento médico de los menores, y quizá haya que ampliarlo a las familias”, indica.
En esta línea, la investigación ha conseguido identificar a un grupo de población sobre el que implementar estrategias de prevención. “Se trata de un grupo de riesgo sobre el que hay que hacer una importante labor formativa y de integración en salud cardiovascular”, concluye.
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